domingo, 25 de febrero de 2024

BUENOS AIRES SOLO ES MÚSICA, entrevista a Gustavo Moretto


Es realmente un placer enorme entrevistar a un artista como Gustavo Moretto. Un tipo que tiene tanto de talentoso como de humilde. Quizás, en este punto, las presentaciones están de más, quizás no. Moretto es un estudioso de la composición musical. Desde niño la música lo cobijó. Tocó en dos de los más prestigiosos grupos del rock argentino de los años 70: Alma y Vida (jazz rock) y Alas (rock progresivo); en uno tocaba la trompeta, en el otro se abrió paso hacia las posibilidades tímbricas de los modernos sintetizadores. Hizo de todo, mixturó los ritmos autóctonos argentinos con el rock, hizo música académica y estudió composición clásica. Enseñó. Sus discos se siguen escuchando y son motivo de análisis, tanto los tres que hizo con Alas, así como su material solista. Nunca paró de innovar. Aún hoy lo sigue haciendo, luego de más de 50 años de carrera. Esta entrevista no es más que una parte diminuta, una muestra tal vez, de una carrera magistral.

ENTREVISTA> Hablando de tus orígenes, leí que de chico escuchaste mucho tango en la casa de tus abuelos. ¿Puede ser que eso te haya influenciado después cuando empezaste a fusionar tango con rock en la música de Alas?

Sí, mi abuelo materno era un muy buen carpintero y hacía sillas de peluquero. Él tenía un taller en su casa y siempre tenía la radio prendida, desde que se despertaba hasta cuando se iba a dormir, y escuchaba tangos todo el día. Pero la idea de fusionar el tango no fue mía, fue de mi hermana Marcia. Esa fue una genialidad de ella. ¿Conocés a Marcia Moretto?

La escuché nombrar, pero no la conocí…

Fue mi hermana mayor, me llevaba cuatro años y fue muy importante…

Era bailarina, coreógrafa, ¿no?

Exacto. También fue modelo y una gran personalidad, es muy conocida en Francia. Ella me dio la idea de mezclar el tango con el rock. Algo bastante original en ese momento. Yo soy de la generación de los Beatles, nosotros no escuchábamos tango. Pero claro, te subías a un colectivo y escuchabas tango, lo mismo si te subías a un taxi o si ibas a un bailongo. Es imposible no escucharlo porque es parte de nuestra cultura. Y la verdad es que el único grupo de aquella época que compuso un tema integral de 17 minutos basado todo en tango, y aparte tocado con un bandoneón, fue Alas. Por ahí hay grupos que sumaron un bandoneón a un tema y demás, pero el único grupo cuya música sonó a tango integralmente desde su composición fue el nuestro.

Y a la vez fuiste el primer trompetista de rock de la Argentina…

Y único…

¿Cuáles eran tus influencias a la hora de tocar la trompeta?

Yo quería tocar la trompeta desde que tenía ocho años. Porque había visto una película con Kirk Douglas que se llamaba Young Man With a Horn. Y mis padres no me la compraron hasta que cumplí catorce. Me pasé seis años pidiéndoles que me compraran una trompeta. Nunca se los perdoné… Bueno, cuando me la compraron tampoco me preguntaron que trompeta comprar. Así me pasé un año tratando de tocar por mi propia cuenta y no pude. Finalmente, a los 15 empecé a tomar clases y a los 20 ya estaba en Alma y Vida.

¿Cuál fue el primer disco que te compraste?

El primer álbum que me compré fue el de un trompetista llamado Al Hirt, que tocaba una música semi comercial pero a mí me encantaba como tocaba la trompeta. Pero mi mamá [Nelly Moretto] que era compositora y pianista, estaba conectada con músicos de música clásica de acá y con la toda la intelectualidad de Buenos Aires, y conocía a un compositor que se llamaba Francisco Kröpfl, quien escuchó ese disco de Al Hirt y me dijo: “Eso no es jazz”. Fue él quien me regaló dos álbumes originales de Clifford Brown. Después de eso yo descubrí a Dizzy Gillespie. Después de eso escuché a Freddie Hubbard, Miles Davis… Todas figuras muy fuertes en la historia del jazz y de la trompeta. A mí me gustaba eso y quería poder hacerlo pero era un momento en el que nadie tenía interés. Con la trompeta no podía tocar con nadie, porque en esa época todo el mundo tocaba folklore o rocanrol. Aparte los músicos de jazz no te pasaban información. Por eso a mí nadie me enseñó nada. Al que seguía, sí, fue a Gustavo Bergalli. Él era mi ídolo, nos hicimos amigos y lo iba a escuchar …

Hasta te llevaba en auto a tu casa…

Sí, exacto. Él tenía un Fiat 600 y una vez entramos tres tipos y un contrabajo adentro del auto, una locura… Y a veces terminábamos muy tarde. Él tocaba y yo los escuchaba, y como él vivía en Olivos y yo en Vicente López, me llevaba a mi casa. Bergalli también tenía mi número de teléfono. Así fue que Alma y Vida estaban buscando un trompetista, luego de que se fuera Franco Salvador del grupo. Ellos no conseguían un trompetista por ningún lado. Primero le ofrecieron el puesto a Gustavo pero él estaba interesado en tocar jazz, así que me recomendó a mí para el puesto y les dio mi teléfono y ellos me llamaron. Así fue la historia. Cuando entré a Alma y Vida aún estaba muy verde, musicalmente hablando, tenía solamente cinco años de experiencia y nada profesional. Así que fue todo cuesta arriba para mí.

Sí, Bernardo Baraj, en otra entrevista, me comentó que vos dudabas si te iba a dar el cuero para tocar en Alma y Vida…

Y claro, porque ellos eran todos músicos profesionales que venían de acompañar a Leonardo Favio. Ósea que ellos ya tenían encima años de tocar y de hacer giras… Y Bernardo era un músico de jazz que sabía improvisar y demás. Yo no tenía nada, no había tocado con nadie, había tocado en una banda de Rhythm and Blues y nada más. Nunca había hecho giras ni había ido a un estudio de grabación. Para mí fue un desafío enorme subirme a ese grupo que se sonaba todo. Gracias a Dios ellos me alentaron y yo pude responderles.

Ahí, estando en el grupo, empezaste a componer…

Sí, afortunadamente Alma y Vida era un grupo democrático, no había un líder determinado y entonces todos componíamos. Ahí me empezó a interesar cada vez más la composición. Y de alguna manera eso me llevó a darme cuenta que estar en la parte de atrás del escenario sentado detrás de una trompeta no era lo mismo que estar sentado al piano, cuando vos sos el compositor. Yo también tocaba el piano en el grupo. Prácticamente, la mayor parte de los pianos que se escuchan en los primeros cuatro álbumes de Alma y Vida soy yo el que los toca, salvo los temas de [Carlos] Mellino que son los hits del grupo. Yo tenía al piano como un instrumento natural porque mi mamá lo tocaba desde siempre.

Bueno, ahí hiciste “Hoy te queremos cantar”, un tema en el que participás de la composición y es un clásico del grupo.

Sí, yo escribí ese tema, escribí la letra, y después Carlos Mellino modificó la parte del tema a la que se le llama puente. Y eso fue un hit…

Sí, y muchos pensaban que estaban hablando del Che Guevara…

Sí, hay mil interpretaciones y muchos piensan que está dedicada al Che, pero si vos escuchás la letra te das cuenta que no habla de él porque dice que “cayó en la ciudad” y demás. Él no murió en la ciudad, cayó en la sierra. Yo creo que la idea de “Hoy te queremos cantar” era acerca de que en aquella época, en 1973, la gente iba a las manifestaciones y la cana mataba a dos o tres personas como si nada. Y a esas víctimas nunca les vimos la cara, nunca supimos sus nombres, nunca nadie les escribió una canción. Por eso mi idea era cantarles una canción a ellos. Y que no tenga nombre hizo que se hicieran miles de interpretaciones y ayudó a que el tema se haga muy popular. Incluso, había gente que me decía que se lo había dedicado a Jesucristo. Esa ambigüedad ayudó al tema.

También hiciste “La morada”, “Es la hora” o “Vos te equivocaste, amigo” que es un soul muy bueno…

Sí, me empezaron a agarrar las ganas de componer y me di cuenta de que eso era lo que más me gustaba de todo. Y en el último disco de Alma y Vida hay un tema al que la gente ya lo asocia con Alas que es “Alguien viene, alguien se va”. Un tema larguísimo en el que tocó todo, incluso canto; y ya apunta a una cosa más progresiva.

Ahí te vas de Alma y Vida para hacer algo más tuyo…

Claro. Es decir, me fui porque quería dedicarme a la composición y tener un grupo en el cual fuera el único compositor. Yo debatí si ponerle de nombre el Gustavo Moretto Trío, pero dada la cantidad de trabajo que tendrían que hacer los otros integrantes: Alex Zucker y Carlos Riganti, era más justo que le pusiera otro nombre. Así se llamó Alas. Al principio hacíamos una música más simple, hay tres temas que no llegamos a grabar que estaban muy buenos: “Nacer”, “Mi perro más fiel” y “Mambrú perdió la guerra”. Eran muy lindos pero yo me preocupaba que como trío llegáramos a ser aburridos desde el punto de vista tímbrico. Así que le pusimos tanta manija que al final llegó a ser muy rico el sonido del grupo. Porque entre las cosas que tocábamos, y los aparatitos que tenía Carlos, más las flautas, las trompetas, los teclados; había una riqueza de sonido muy importante.

¿De dónde viene el nombre del grupo?

Es muy cómico porque hasta hoy ni siquiera sé cuando apareció el grupo Wings de Paul McCartney. Yo no tenía ni la más mínima idea de que ese grupo existía. Yo a McCartney no lo seguía para nada. La idea de ponerle Alas vino de que yo quería poner un nombre que tuviera solamente cuatro letras, para que cuando lo pusieras en un afiche las letras fuesen enormes y se pudieran ver desde gran distancia. Esa es la razón. Después en YouTube leo que la gente pone que Alas se parecía a la movida de Canterbury y no sé qué, y yo nunca los escuché a esos grupos, ni siquiera hoy. Debe ser una simple coincidencia si hay alguna similitud…

Bueno, a ustedes también los comparaban con Emerson, Lake & Palmer por el formato de trío…

No, a mí me interesaba la música de Emerson, Lake & Palmer, pero si hubo alguna etapa de Alas influenciada por ellos fue solamente la segunda. Porque la primera etapa no tiene ninguna influencia y desgraciadamente no se grabó. Si hubiéramos grabado eso la gente tendría otro concepto de Alas. Lo que pasó es que, cuando nos contrató EMI, ese primer material ya era viejo y queríamos empezar a grabar un nuevo material. Y es en esa segunda etapa que a mí me interesó mucho lo que hizo Keith Emerson, porque me interesaba el trabajo de independencia entre las dos manos. Que un trío como éramos nosotros, con el teclado podía pasar a sonar como cuarteto porque cada una de mis manos hacía una cosa diferente. Si trabajás las manos bien, y aparte sabés usar los pedales del órgano, eso suena muy bien. A mí siempre me interesó la complejidad, que ibas a escuchar tres personas a un concierto pero sonaban a más que tres. Desde ese punto de vista, sí había una influencia de ELP; ahora, en lo que respecta a lo musical, no. Porque si escuchás nuestro primer disco, en la música de Alas pasaban muchas más cosas que las que pasaban en Emerson, Lake & Palmer. Nos vamos al diablo, nos vamos al tango, hay música contemporánea, hay un solo de trompeta… En mi opinión, más allá de que ELP eran unos músicos grandísimos, también estaban metidos en una maquinaria comercial con muchos más recursos. En ese sentido, no me voy a comparar con ellos pero en el punto de vista conceptual, era más volado lo que hacíamos nosotros. Y te digo que la música de Alas en la web está muy presente y nos la han comentado en muchos idiomas. Y mucha gente dice que nosotros éramos más volados y estábamos menos comprometidos con la industria musical. Y después escuchás el segundo cd de Alas y no tiene nada que ver… Y no sé porque algunos comparan el segundo álbum con ELP y no hay nada de ELP ahí, cero… Mucha gente conoce nada más que el primer disco de Alas. Se habló mucho de ese disco por muchísimo tiempo porque el segundo disco recién salió en 1983, después de que yo me había ido del país. Lo mezclaron cuando yo no estaba pero siempre pensé que ese álbum era mejor que el primero. Y creí que, tarde o temprano, la gente se iba a dar cuenta de eso. En la actualidad, no tenemos millones de visualizaciones en YouTube por Pinta tu aldea, pero tenemos 138 mil y el primero tiene solo la mitad.

Como que las nuevas generaciones están re descubriendo al segundo álbum…

Claro. Una cosa que ha tenido mi música hasta ahora es que hay que escucharla toda, de principio al final. Porque si parás en alguna parte de los temas, te perdés muchas cosas que pasan después. Y, lamentablemente, en la actualidad hay mucha menos inclinación a sentarse a escuchar una pieza entera de música, del principio al final.

Y a la hora de tocar el piano, además de Emerson, ¿qué fue lo que más te influenció? ¿La música clásica, contemporánea?

Bueno, mi mamá era una pianista de primera línea, y yo me despertaba escuchándola tocar Chopin y piezas difíciles de Bach. Así que ya tenía bastante influencia de música clásica. Me acuerdo de las manos de mi mamá, ella tocaba el piano cien veces mejor que lo que yo jamás soñaré tocar. Pero también había muchos pianistas que me volaban la cabeza como Chick Corea, Hermeto Pascoal, Egberto Gismonti, Herbie Hancock… Yo escuchaba jazz y música progresiva, por supuesto, pero además clásica. Si había una razón por la cual yo me metí en el rock nacional fue a la fuerza, porque a Alma y Vida se lo consideraba un grupo “comercial”. Y aparte yo era considerado un simple trompetista. Entonces, cuando yo entré a tocar en Alas hubo mucha confusión. Incluso en 1979, estando en Paris, me llamaron para hacer una grabación con trompeta y yo hacía tres años que no tocaba trompeta. A mí lo que me atrajo del rock nacional, de la música progresiva, fue el hecho de que podía hacer lo que quería. Combinar música de todos lados, mezclarla, que haya pedazos de música clásica, que haya jazz, rock… La capacidad de mezclar todo eso me gustó y me gustaría poder seguir haciéndolo. En la actualidad, por supuesto, hay grandísimos músicos que hacen cosas maravillosas pero hay una tendencia a ser más ortodoxos cuando se trata de hacer un cierto estilo. Por ejemplo, los músicos de jazz son especialistas en hacer eso y se sumergen en eso y son maravillosos en lo que hacen pero no se informan de otras cosas que no sean el jazz. Esa combinatoria de estilos como hacíamos nosotros ocurre aún, porque hay muy buenos músicos, pero no se conocen masivamente.

No es como antes que podías tener un contrato con EMI haciendo esa música innovadora…

Exacto.

¿Cómo conociste a Zucker y a Riganti?

Primero lo conocí a Alex Zucker, él era bajista y yo estaba buscando uno, pero aparte él tenía equipamiento. Yo en ese momento no tenía nada, salvo un Fender Rhodes, y él ya tenía sintetizadores. Me interesó eso, nos contactamos y empezamos a trabajar. Alex se sumó, puso mucha energía en el proyecto pero necesitábamos un baterista. Probamos a dos o tres bateristas y no nos convencieron, y yo después me acordé de uno que había escuchado en mi escuela secundaria, el Nacional San Isidro. Un baterista bárbaro llamado Carlos Riganti, así que empecé a averiguar por él, vino, tocó y nos caímos de orto: era el que estábamos buscando. Además, Carlos fue un factor muy importante en Alas, no solamente en lo musical sino que también en lo relativo a la disciplina y al carácter personal. Tuve mucha suerte en haberlo encontrado.

Al mismo tiempo que tocabas en Alas se vivía un panorama político social caótico en el país, ¿cómo lo vivieron?

Fue una tragedia, global para todo el país, y una tragedia personal para todos los músicos. Para mí también, por supuesto. En mi caso fue una tragedia porque estaba metido en ese proyecto que era mi sueño y al mismo tiempo todo alrededor se estaba derrumbando. Pero la cosa había empezado antes del golpe. Y aparte creo que tuve mala suerte. Porque durante el periodo entre Alma y Vida y Alas yo trabajé durante un tiempo como trompetista de un espectáculo de Antonio Gasalla, éramos la banda que lo acompañaba en el Teatro Estrellas, y ahí pusieron una bomba. Mataron a un pibe que era iluminador, la policía vino con una violencia tremenda, subieron el auto arriba de la vereda y se tiraron en contra de la gente que estaba aterrorizada. Fue una experiencia que me quebró, fue un antes y un después en mi vida, porque nunca había visto tanta saña. Ahí perdí la inocencia. Después, ya estando en Alas, tuvimos la mala suerte de que la primera vez que llenábamos un teatro en la calle Cabildo y teníamos un sonido perfecto y nosotros estábamos súper afilados, alguien vino y tiró dos bombas de gas lacrimógeno en la parte de atrás del teatro. Como no había salida, toda la gente empezó a correr en sentido opuesto al gas, hacia el escenario y no terminó en tragedia de casualidad. Mi mamá estaba ahí y se luxó un brazo… Fue un hecho de una violencia inexplicable, aunque hubo rumores de que fue debido a una orden de un general que vivía al lado del teatro y estaba podrido del ruido. Ese tipo de cosas te pasan y vos te recuperás, pero te dejan una marca.

¿Y en lo personal también sufriste la violencia?

Sí, antes de eso, en 1971, 72, estando en Alma y Vida, cuando me casé con mi primera mujer y nos mudamos a una casa en La Lucila, un vecino nos denunció a un comando especial de tareas que estaba buscando a un grupo guerrillero que había secuestrado a un empresario de la FIAT y vinieron, invadiendo mi casa, y casi me matan en mi propio living. Yo, por supuesto, no tenía nada que ver. Así también estuve cuando abrieron el club Jazz & Pop y un cana que estaba borracho mató a un amigo mío. Todos los músicos que estábamos ahí terminamos presos toda la noche, mientras que este cana que había matado a mi amigo se fue a dormir a su casa.

Todo eso te creó una gran paranoia, ¿no?

Llegó un momento en el que me parecía hipócrita estar tocando arriba de un escenario rock progresivo, como si nada, mientras estaban pasando cosas tan aberrantes. Y la paradoja es que para muchos que nos escuchaban, Alas y sus discos eran como un bálsamo en esos tiempos violentos. Lo escriben hoy quienes comentan los videos en YouTube y lo escribieron también en una crítica en La Nación. Como si los que escuchaban al grupo encontraban paz en nuestra música entre tanto caos. Si yo hubiese sospechado que cumplíamos esa función en nuestro público, no hubiera disuelto al grupo. Pero yo pensaba al revés. Pensaba que subirse a un escenario era avalar que no pasaba nada, que estaba todo bien.

Ahí decidiste parar…

Sí, porque había mucha paranoia. Los músicos de rock teníamos pelo largo y eso te hacia ver “sospechoso” ante los ojos de los militares y demás. Mi vida fue marcada por un periodo de violencia que está entre los de mayor sadismo de la historia de la humanidad. Es increíble que este país tan hermoso haya generado semejante atrocidad.

Al mismo tiempo, en “Buenos Aires es solo piedra” se alcanza a percibir, metafórica o musicalmente, todo ese clima…

Sí, porque yo me imaginé a un Buenos Aires destruido por la guerra. Y es obvio que cuando compuse eso estábamos viviendo una violencia tremenda que fue el preámbulo al golpe de estado.

Y en “La muerte contó el dinero”, ¿de dónde sale la inspiración?

Bueno, vos fijate que ese primer disco solo tiene dos temas y en la tapa no dice nada, tan solo viene el logo del grupo. Éramos un poquito arrogantes, como diciendo: “Si vos no estás en el tema, ni te vas a enterar que es, ni lo vas a comprar, ni nada…” La idea era que fuese música argentina y que tuviera los dos aspectos musicales del país: tango de un lado y folklore del otro. Un lado del disco era urbano y el otro rural. Los ritmos de “La muerte contó el dinero” son eminentemente folclóricos.

Hay un poco de Ginastera ahí, ¿no?

Sí, sí. Claro, eso era algo que me separaba un poco de otros músicos, yo ya tenía una buena educación musical. Y eso era una cosa que nos criticaban: decían que éramos “fríos” porque sabíamos música. El mito, entre los músicos mismos, era que la única forma de tocar algo con sentimiento era si no sabías nada de música. Que frío, nada que ver, solamente estábamos usando más información, nada más. Yo ya sabía cómo usar intervalos y cómo usar cuartas y ese tipo de cosas que eran bien de la música de la época. Por ejemplo, en el comienzo de “Buenos Aires es solo piedra” la primera melodía es una serie dodecafónica. Sí, había influencias de todo el mundo en que vivíamos, que aparte era muy rico. Los años 60 y 70 fueron muy liberales, muy progresistas, muy inclinados hacia las artes. Había una sensación de gran crecimiento y entusiasmo por el humanismo y lo espiritual, que después, en los 80, se terminó de golpe. Ahí entramos en un mundo totalmente materialista, lo opuesto a lo que veníamos viviendo. Tampoco quiero sonar como alguien que dice “la música de mi época era mejor”, porque eso es horrible, pero si vos pensás que en esos tiempos había tipos como Miles Davis o John Coltrane o Keith Jarrett o Bill Evans, que marcaron postas en la vida de la música. Hoy escuchás pianistas que son infernales, pero hay poca gente a la que puedas apuntar y decir “este tipo es el creador de un estilo”.

Como Thelonious Monk…

Tal cual. Hay grandísimos músicos que tocan maravillosamente bien y a veces los músicos que innovan y crean algo nuevo y personal están, pero nadie les presta atención. No tienen la influencia o el reconocimiento como para afectar a otros músicos. Yo escuché mucha música muy original allá en Nueva York, tipos que hacen cosas muy lindas, y yo pensaba “esta gente tendría que ser conocida”. Inclusive, músicos que ya no son jóvenes; por ejemplo, el cuarteto que tiene Wayne Shorter. Es maravilloso lo que hacen esos tipos, una mezcolanza de composición e improvisación libre que está entre las cosas que más me gustan a mí, pero nadie habla de ellos. Claramente, es otra época, estamos más distraídos con más cosas, con la tecnología. En los años 70 no existían computadoras ni celulares, entonces la gente, cuatro, cinco, seis personas se sentaban alrededor de un tocadiscos a escuchar un álbum del principio hasta el final. Eso ahora no existe más.


Antes hablábamos de
Pinta tu aldea, ¿cómo fue ese salto musical de un disco al otro?  ¿Cómo planeaste ese segundo álbum de Alas?

Yo ya había compuesto un tema al que Pedro Aznar llamaba “El averno” porque era muy complicado. Aún tengo grabación de un ensayo y era tremendo de complicado, con métricas impares y demás. Ese tema, después de un tiempo de haberlo trabajado, no me gustó más y lo deseché. Pero como ya estábamos al final del grupo y al mismo tiempo la situación socio política se estaba derrumbando, yo me dije, agarro esta oportunidad y grabo lo que se me antoje. Y así fue. Me acuerdo que cuando decidí no grabar ese tema que era tan complicado, necesitaba la parte del medio de “Silencio de aguas profundas”, que era la parte que tiré, que era larga. Así que un viernes, literalmente, me puse de rodillas y recé para que me saliera algo. Y así fue que lo compuse y con la bestia de Pedro lo pasamos. Él se lo aprendió el lunes y el martes lo grabamos. Ese era un tema que nunca habíamos tocado en vivo. Hay muchas cosas experimentales en ese disco. Por ejemplo, “La caza del mosquito” que es un tema con humor. Yo podía hacer lo que quisiera por el aval de contar con Pedro Aznar en la formación que es un capo total. Si con la formación anterior íbamos a 90 km/h, con Pedro íbamos a 180, imaginate. Se podía trabajar a una velocidad increíble y hacer muchísimo más. Aprovechamos todo eso y sacamos el disco. Hay ciertos errores en la información, hay gente que dice que Pedro tocó los sintetizadores también. No tocó los sintetizadores, tocó el bajo, la flauta y la guitarra. Aparte, cuando yo le pasé ese tema le pregunté si tocaba la guitarra y él me dijo “sí”. Me la jugué, porque había escrito una parte de guitarra y no sabía si él tocaba la guitarra. Un delirio. Por suerte, Pedro es un monstruo. Si vos escuchás lo que toca en la guitarra en ese tema es para morirse. Inclusive hoy lo escuchan guitarristas de jazz y se sorprenden. Es maravilloso. Eso sí que fue volar, volar alto y rápido. Pudimos hacer lo que queríamos. Yo también estaba evolucionando como músico. Hay músicos que más o menos siempre están en la misma onda; yo no era así, yo quería avanzar, que la próxima obra musical fuera de otra naturaleza. Por eso te hablo de las tres etapas del grupo, de las cuales se conocen nada más que dos. Me da mucha pena que no hayamos grabado la primera que era tan fresca y tan linda.

¿Y Pedro cómo llegó al grupo?

Él ya a los 16 años era un músico extraordinario. Nosotros tuvimos cuestiones con Alex Zucker que no voy a mencionar, hubo una necesidad de que no siguiéramos juntos, y una vez que fuimos a tocar a Córdoba vimos a un pibe de pelo largo, muy jovencito, probando un bajo. Yo lo escuché tocando cuatro o cinco notas nomás y dije este tipo es un monstruo… Así que le propuse ingresar al grupo. Él ya nos conocía y estaba tocando en Madre Atómica, haciendo cosas increíbles. Me acuerdo que cuando entró a Alas yo pensaba que iba a tener que aprenderse partes de bajo que eran muy complicadas, pero él las aprendía a una velocidad increíble, enseguida. En un momento me llegué a preguntar si las partes de bajo no eran demasiado fáciles, por la velocidad en que las que las aprendía. Su entrada nos dio la posibilidad de generar cosas nuevas, de expandir al grupo. De tocar otro tipo de música.

Y vos fuiste un poco el que lo lanzó a cantar, también…

Sí, claro. Porque él podía tocar teclados, bajo, guitarra y cantar; y todo lo hacía maravillosamente bien.

Aparte de Alas, ¿cómo fueron tus colaboraciones con Spinetta?

Spinetta era fan del grupo Alas. Es muy famosa su declaración en una entrevista en la que dijo que cuando vos ibas a escuchar a Alas, después del primer tema venía un enanito verde y te devolvía la entrada. O sea que él también habló mucho de mí y estaba impresionado por el hecho que yo supiera música y demás. Yo ya lo conocía desde antes, pero nos encontramos y él también tuvo su propio crecimiento musical y sus ganas de querer avanzar creativamente. Eso era lo que tenía el Flaco que era muy bueno, nunca se quedó en una cosa y listo, siempre quería ir hacia adelante. En mi opinión, cuando Alas entró en la escena rockera cambió la historia de lo que estaba pasando, porque no había grupos que tocaran con ese nivel de virtuosismo. Eso influenció a muchos músicos, entre ellos al Flaco. Luego, se dio que yo tenía de amigo a Diego Rapoport, un tipo súper talentoso y excepcional. Yo le dije al Flaco que lo tuviera en cuenta porque Diego era genial y podía tocar jazz muy bien. Entonces, se conectaron y luego tocaron juntos en Spinetta Jade. El Flaco también quiso que participara en sus grabaciones. Era como integrarme a mí en sus proyectos, que yo fuera parte de lo que él estaba haciendo. Entonces yo toqué en un par de temas y también una vez me invitó a un show de Invisible en el Luna Park. Me acuerdo que había como 15 mil personas y cuando me presentó hubo una ovación y a mí me temblaron las piernas, nunca me voy a olvidar de eso. Hasta ese momento no sabía que me conocía tanta gente. El Flaco siempre fue una figura muy auténtica, desde los comienzos de su trayectoria con Almendra. Tuve la oportunidad de conocerlos personalmente cuando yo era un pendejo y para mí ellos eran como los Beatles.

En los 80 volviste a Argentina, ¿cómo fue ese regreso?

Volví luego de estar varios años en Estados Unidos. Para poder quedarme legalmente en los Estados Unidos, me puse a estudiar música clásica, porque era la única manera de poder estar en el país, sino hubiera estado como ilegal y yo no quería eso. Estudié cuatro años y me recibí con honores en un conservatorio muy famoso: el New England Conservatory, estudiando composición en música clásica. Después que me recibí, me fue lo suficientemente bien para que tanto la Berklee de California como la Universidad de Columbia me ofrecieran una beca completa con estipendio, que es cuando te pagan salario. Y me decidí por la Universidad de Columbia, porque allí estaba el genial compositor Mario Davidovsky y aparte porque quedaba en Nueva York. Yo ahí hice los cuatro años de bachelor, que son los primeros cuatro años de la universidad, y luego el master, que son dos años más. Terminé el master pero no hice la tesis, porque vi por televisión como el canal latino transmitió 24 horas seguidas la asunción de Alfonsín desde Plaza de Mayo, cuando terminó la dictadura. Y yo extrañaba la Argentina una barbaridad. De golpe ver miles de personas en la Plaza de Mayo, moviendo las banderas me emocionó profundamente. Me agarraron ganas de volver, a pesar de que yo en ese momento estaba haciendo una carrera como compositor de música clásica. Así que fui y le expliqué eso a la gente de la Universidad de Columbia y me entendieron. Así que me fui sin haber compuesto la tesis, que era una obra para orquesta sinfónica, y me vine para acá en 1985. Pensé en quedarme definitivamente. Me había venido con mi mujer norteamericana y justo habían puesto el plan austral. Ósea que el primer año fue maravilloso: yo tenía una casa en La Lucila, estuve trabajando, hice giras como pianista, fue lindísimo. Y al segundo año se fue todo al diablo, cambiaban los precios constantemente y se acabó el trabajo para todo el mundo, especialmente para los músicos. Yo no podía ganarme la vida, tenía cero entrada de dinero. Entonces me fui de nuevo a Estados Unidos en 1988. Me aceptaron, gracias a Dios, otra vez en la Universidad de Columbia. Tuve mucha suerte de poder entrar nuevamente allí y terminar mi doctorado. Tengo un doctorado, pero tuve que empezar de cero, fue muy duro. Así fue que luego me quedé viviendo en Estados Unidos. Eventualmente, conseguí un trabajo como profesor universitario en Nueva York, algo realmente muy difícil. Eso me cambió la vida.

Con Tony Bennett

¿Te hubiera gustado grabar más discos, o estás conforme con lo que grabaste?

Sí, me hubiera gustado. Yo también compuse música clásica, de la que nadie sabe nada. Me hubiera gustado grabar más, pero yo no soy un tipo muy prolífico. Tengo que trabajar mucho cada una de mis composiciones, me llevan tiempo, tengo que corregirlas. Así que yo estoy satisfecho. Cuando pienso en todo lo que hicimos con Alas, incluyendo la vuelta del grupo en 2003 con el disco Mimame bandoneón, y lo que hice posteriormente, estoy satisfecho por lo que hice y todavía no terminé. A mí lo único que me importa es saber si la música que hice está viva o no. Y yo tengo la sensación de que está viva, es real, aún sigue interesando.

¿Qué es lo próximo, Gustavo?

Ahora estoy viviendo en Traslasierra, Córdoba. Bien afuera del ruido, un lugar ideal para mí. En este momento me estoy dedicando a componer nuevo material para un futuro álbum. Va a ser material de Fusión. Con elementos rioplatenses.

Emiliano Acevedo



viernes, 9 de febrero de 2024

MÍSTICA Y ROCKERA, entrevista a María Florencia Silva


María Florencia Silva es una auténtica trabajadora del rock. Desde hace más de 20 años se desempeña como cantante, guitarrista y compositora. Conformó diferentes proyectos musicales como Ovejas, Katana, Aether y Flor y los Astrológicos. Integró destacadas bandas para eventos como Manhattan y Big Jack. En la actualidad lidera su propia banda bautizada como María Florencia Silva y los Animales de Poder.

Estudió guitarra eléctrica con María Gabriela Epumer y Ulises Butrón, cantó con Mavi Díaz y estudió composición en el Conservatorio Manuel de Falla. Como productora y mánager es agente para Sudamérica del mítico productor estadounidense Gordon Raphael (The Strokes y Regina Spektor). Además lleva adelante su propio estudio y sala de ensayo en Almagro y brinda cursos de capacitación para producción y grabación.

Como decíamos, desde 2019, María Florencia lidera su banda desde la voz, la guitarra eléctrica y la composición con Los Animales de Poder: Zico Legal en bajo y coros, y Ramiro Scavuzzo en batería y coros.

Entre los proyectos inmediatos está entrar a grabar un nuevo disco producido por el legendario Mario Breuer, con la coproducción de Mariano Pellegrino.

ENTREVISTA> ¿Cuáles fueron tus inicios en la música?

Mi mamá había ido al Conservatorio y tocaba la guitarra. Pero mi tío, el hermano de ella que era mucho más chico y me llevaba pocos años, era el rockero de la familia, escuchaba Led Zeppelin, Deep Purple, todas bandas de la distorsión. Entonces, yo desde chiquita escuché mucho esa música. Además, siempre tuve la necesidad de escribir o subirme a un escenario, no era una nena tímida en ese sentido, me gustaba actuar. Me sigue divirtiendo mucho. Así, en el colegio, cuando tenía 12 años empecé a tocar la guitarra, como actividad extracurricular, y me re gustó. Era un colegio de monjas. Ahí empecé a tocar en las misas, en los eventos eclesiásticos de la escuela. Así que mis primeros públicos fueron mis compañeras y la gente que venía los domingos a misa. Pero, a partir de ahí, empecé a escribir mis primeras canciones y más adelante me capacité, empecé a estudiar guitarra eléctrica, porque quería aprender a tocar con púa. Ahí me crucé con María Gabriela Epumer, y empecé a estudiar guitarra eléctrica, y en ese mismo momento, alguien me recomendó para que tocara en una banda llamada Séptima Ola, porque querían a una chica. Esa banda tocaba todos los fines de semana, agarraban la ruta y hacíamos Lobo, Navarro y Montes, tocando viernes, sábado y domingo. En esa época yo trabajaba en un banco, a las seis cortaba, me iba a mi casa, me cambiaba y me pasaban a buscar para irnos a tocar. Era una banda de covers y de temas propios. Ahí agarré el oficio de música, básicamente. Adquirí mucha experiencia. Cuando se terminó ese proyecto, decidí armar una banda de mujeres. En ese momento yo sentía que no había bandas de mujeres que hicieran rock que me representara.

¿De qué año estamos hablando?

2003, 2004. Ahí conocí a Andrea Álvarez, le pedí recomendación de músicas, de bateristas, y luego busqué una bajista, yo ya tenía unos temas compuestos, y así empezamos. Esa banda se llamó Ovejas. Fuimos bastante conocidas en esa época, porque aún no había tantas chicas tocando rock. Nos hicieron bastantes notas, grabamos un disco… Yo ya había decidido que la música iba a ser mi camino. Renuncié  a mi empleo formal en el banco y pude empezar a hacer cosas para dedicarme solamente a la música. Después de ahí toqué en bandas para eventos durante muchos años, lo sigo haciendo. O siendo sesionista de otros artistas. Toqué con Willy Iturri, La Ley, Miguel Zavaleta. Y en 2019 estaba tocando con Gordon Raphael, productor de los Strokes. Y después fui la manager, le hice presentar el disco y nos fuimos de gira. Y a la vuelta de eso decidí a salir a tocar con mi nombre, que era una vuelta también a la música y a tocar en formato trío y tocar mis temas y ahí  armé a los Animales de Poder

¿En qué te inspirás para componer? Porque hay muchas referencias a la naturaleza, a la fuerza y demás…

Muchas son historias, pero como soy astrologa y tarotista y buscadora de creencias, hace un tiempo que creo que estar arriba de un escenario también te da la responsabilidad de comunicar. Y ya que tengo esa posibilidad prefiero comunicar cosas que a mí me hicieron bien y lucharla, por ejemplo el tema “Musulmana” habla sobre esto. Tener las rodillas rotas pero seguir adelante es parte de eso. Ese es un poco el mensaje que quiero dar y que me gustaría que les llegue a los demás.

¿Y lo de la astrología por dónde viene?

Vino de mi psicóloga, que me recomendó hacerme la carta natal. Cuando la hice salió que tenía bastante afinidad con el lenguaje simbólico. Esto significa que tenía mucha afinidad con lo que tuviera que ver con el interpretar, que puede ser astrología, chamanismo, numerología… Todo lo que tuviera que ver con el simbolismo, incluso la antropología. Ahí me acordé que de chica me fascinaba la astrología, me encantaba comprarme la revista Predicciones y demás. En ese momento quedó totalmente descartada la idea de estudiar astrología, era solamente verla en televisión o en las revistas. Yo tuve una familia muy tradicional. Por eso, cuando me enteré que tenía habilidad para hacer eso y recordar que de chica me gustaba me dio el impulso para empezar a estudiar hace más de 10 años. Y desde ese momento hago las dos cosas, trabajar con la música y hacer servicio holístico, astrología, tarot y todo. Amo hacer las dos cosas y es como un propósito también. Poder colaborar con los demás desde el lugar que me sale. La letra, la música, la energía o ser inspiración para los demás.

Me llamó la atención eso de que tires las cartas en el mismo show de rock…

Sí, es una locura que se me ocurrió. En un momento empecé a hacer un show astrológico, que hago en eventos privados, ahí hago un recorrido por los 12 signos, incluso hice un disco que tiene un tema dedicado a cada signo… Hoy por hoy la fusión es súper necesaria en todas las expresiones artísticas, por eso se me ocurrió hacer esto. Es raro, lo sé. Los rockeros más “ortodoxos” no lo entienden que significa pero el público nuevo está muy abierto al lenguaje de la astrología. Todo el tiempo estamos empapados de la astrología, no es como antes. Entonces así fue como me decidí a llevar la astrología a este ámbito rockero a ver qué pasa. Y llama la atención. Es parte de llevar parte de mi vida al escenario. 

¿Tus influencias musicales por qué lado van?

Un poco el rock setentoso de Deep Purple, Led Zeppelin; y después todo el grunge de los noventa: Nirvana, Soundgarden, Foo Fighters… De acá mucho Soda Stereo, Divididos, Sumo y Las Pelotas. Los Beatles, Hendrix, por supuesto. Y también el pop: Madonna, Dua Lipa, Lali; me gusta la energía para bailar que tiene el pop…

Una pregunta para terminar: ¿Qué tema de otro artista te hubiera gustado componer a vos?

De afuera, “Best of You”, de Foo Fighters; me parece tremendo ese tema. De acá, “Promesas sobre el Bidet”, de Charly; la letra me parece fabulosa. Y “Cactus” de Cerati, también me encanta.

Emiliano Acevedo




martes, 26 de diciembre de 2023

De la A a la Z con Peter Deantoni...

El legendario Peter Deantoni siempre vuelve. Y ahora de la mano de su segundo libro: De la A a la Z con Peter Deantoni, un recorrido exhaustivo por gran parte del anecdotario de este mítico manager y figura del rock vernáculo e internacional. Protagonista y testigo, Peter es un apasionado que no se cansa de narrar las anécdotas de su increíble vida. Tal vez sea porque trabajó con Los Abuelos de la Nada, Nito Mestre, Johnny Rivers, Frank Sinatra, Joe Cocker, Serrat, The Police, B.B. King y Pappo, entre muchísimos etcéteras.

ENTREVISTA> ¿Cómo fue que planeaste este nuevo libro?

Fue un proceso largo. El libro anterior (Pappo Made in USA, 2016) vendió dos ediciones, que son 16 mil libros. Y yo recibí más de 4000 mails pidiéndome más ejemplares. La gente quería que contase más historias, y de hecho hay siempre más anécdotas que contar. Este nuevo libro se llama De la A a la Z y va desde grupos como Almendra hasta ZZ Top. Tengo la X con los X-Pensive Winos, la banda de Keith Richards; la Y con Yupanqui, la M con la Mona Giménez, en la R está Johnny Rivers, en la H Nina Hagen; el abanico es muy amplio porque he transitado muchos géneros musicales.

¿Fue difícil el proceso de buscar anécdotas para cada letra del abecedario?

Tuve la suerte de contar con la colaboración de Agustín Soria. Nos conectamos a través de una amiga mía que se llama Debora Sampedro. Ella me estaba ayudando, escribiendo lo que yo le narraba. Pero se enfermó el padre y lo tuvo que ir a cuidar, así que me recomendó a Agustín. Con él nos juntamos en un cafecito de mi barrio y le llevé mi primer libro de regalo y Agustín me trajo el suyo: Keef & Winos. Él me dijo que quería conocerme para que le contase sobre mi relación con Gustavo Cerati y de cómo había armado sus giras solistas por Estados Unidos. Yo le comenté que estaba buscando a alguien que me ayudase con el libro y Agustín me dijo que lo iba a tener en cuenta. Y a los dos días me escribe y me dice que definitivamente teníamos que hacer el libro juntos. Y así fue. Nos empezamos a juntar todos los miércoles en el café. Él iba grabando lo que yo le contaba. Ese fue el plan inicial, pero en la tercera reunión se declaró la pandemia. Entonces empezamos a hacerlo por video conferencia, y eso nos dio la posibilidad –como ninguno podía salir- de laburar todos los días. Así que le dábamos tres o cuatros horas seguidas y lo terminamos mucho más rápido.

¿Y cómo siguió el proceso de editarlo?

Obviamente, primero se lo ofrecí a Planeta, pero me dijeron que no iban a sacar libros de rock, luego de editar el de Vitico, porque (el director editorial de Planeta) Nacho Iraola se iba a tomar dos años sabáticos. Luego se lo ofrecí a la gente de Vademécum, pero dijeron que no. Así que se lo ofrecí a Gourmet Musical pero (el editor) Leandro Donoso quería que le agregase al texto la información adicional de lo que estaba pasando en cada año, tipo línea de tiempo, a lo que yo me negué. Porque los chicos que leen rock ya saben esa información o no les interesa. Así fue que por medio de Facebook recibo una publicidad de esta compañía que se llama Autores Argentinos, que es una editorial e imprenta. Me reuní con ellos y me pareció un emprendimiento genial con una cantidad fantástica de libros editados. Así que como les encantó mi primer libro, me ofrecieron la posibilidad de editar este nuevo libro de anécdotas, pagándolo en cuatro cuotas, lo cual me venía bárbaro. Así empecé a trabajar con Florencia Nicoletti, que es la diseñadora gráfica que hizo la tapa. Yo le pasé todas mis credenciales del pasado, de distintos artistas con los que he trabajado, desde Miguel Mateos a Ricky Martin, desde BB King hasta Ozzy Osbourne, Rod Stewart, el Tributo a Miles Davis… Están todos. El prólogo me lo hizo Carlos Rodríguez Ares, que me encantó lo que escribió porque puso que si alguien puede hablar y escribir sobre rock soy yo, porque yo lo viví y lo puedo contar… Así salió una primera tirada de 100 libros, que se están vendiendo muy bien por suerte. Trae 200 páginas y es un libro de lectura fácil y entretenida. La gente que lo leyó hasta ahora está contentísima.


Me decías que habían quedado anécdotas afuera…

Sí, alguna con los X-Pensive Winos, a los que originalmente no los habíamos pensado para la X. O, por ejemplo, la P. Yo en Estados Unidos trabajé con los Parliament, ni hablar de la letra B, que aparte de Babasónicos hay un montón de bluseros con los que trabajé que también tienen la letra B, aparte de BB King. Da para un libro más, seguramente…

Ya que incluyas a Atahualpa Yupanqui en la Y da cuenta que tu recorrido por la música es grandísimo…

Tal cual. Yo a Atahualpa, a instancias de Mercedes Sosa, lo acompañé a tocar en París. Hicimos toda la girita ese día por París, era un solo show, y no vi la Torre Eiffel. Debo ser el único que no la vio, me van a poner en el Record Guinness… Y esa historia es la que está contada ahí, con otra anécdota que lo cuenta a don Ata de cuerpo entero. Nos habían invitado a un asado en la casa del embajador argentino y de ahí nos teníamos que ir para el aeropuerto. Estando en la casa, cuando terminamos de comer, se acerca un tipo con una guitarra y se la da a Atahualpa, y Atahualpa la mira, la da vuelta, la afina… Entonces el tipo le dice: “¿No se toca algo, don Ata?” Y el viejo, muy sabio como era, le contesta: “¿Y usted que hace para vivir?”. A lo que el tipo le contesta, “soy zapatero”… “Muy bien”, le dijo Atahualpa, “hágame un par de zapatos ahora y yo le hago un tema…” Obviamente, lo cagó. Le devolvió la guitarra y no tocó nada. Y cuando íbamos en el auto me dijo: “¿Vos podés creer que nos querían canjear un asado por un show? Están locos los tipos, que paguen la entrada…” (risas)

¿Todas las anécdotas son amenas, o hay alguna con ribetes complicados?

No, son todas amenas. He tenido situaciones desagradables, con los Vilma Palma, por ejemplo, o con Miguel Mateos y con El Otro Yo, pero ninguna de ellas aparecen acá. Por suerte, las anécdotas amenas son muchas más y son las que están en el libro. No es necesario hablar del enemigo…

¿Cómo es tu vida actualmente?

En este momento tengo el programa de radio, que me lleva bastante tiempo hacerlo porque yo me auto produzco cada emisión. La radio es espectacular y está muy cerca de mi casa, en Colegiales. Por otro lado, hace poco fui a ver a Calavera No Chilla, una banda de pibes nuevos y me volaron la cabeza, como hace mucho tiempo no me pasaba. Y me dieron ganas de volver al ruedo, tengo ganas de ser manager de estos chicos. Les propuse una reunión, para ver cómo nos organizamos. Así que es una historia que continuará…

Emiliano Acevedo

martes, 19 de diciembre de 2023

PERIPLO: Explotando sonidos...

Fotografías: Mica Dománico

Nicolás Deluchi (voz y guitarra) es un joven músico y compositor de la zona oeste del Gran Buenos Aires, que lleva adelante un original proyecto llamado Periplo. En él se originan experiencias vitales que se vuelven canciones, con sonidos bien rockeros que explotan en los parlantes. Su último disco se llama Invisible Cabeza y está disponible en todas las plataformas.

ENTREVISTA> ¿Cómo arranca la historia de Periplo?

Es un proyecto solista. En la década pasada tenía dos bandas en simultáneo: Sistemática y Pestaña. Después eso se terminó y paulatinamente fui pasando a esta etapa llamada Periplo. Al principio hice todo solo, así fue el primer álbum de Periplo, que es más amateur. En este segundo disco hay un sonido de banda. Este álbum lo grabamos, después de haber ensayado durante seis meses, con mi viejo en bajo y un amigo baterista que se llama Patricio Sly.

¿Cuánto hace que estás en la música?

Empecé en 2003, cuando tenía 17 años. Ese fue un comienzo muy básico, con una guitarra, muy folk. Recién en 2011 saqué mi primer material. Todo ese camino que hice en la década de los 2000 fue llenarme de información, un proceso que no se detuvo más.

¿Cómo es tu formación musical?

No fui al Conservatorio, soy autodidacta, pero mis viejos son profesores de música. Tomé alguna clase de guitarra o de canto, pero siempre aprendí por mi cuenta.

¿Cómo fue la génesis de este nuevo disco, Invisible Cabeza?

La pandemia, el encierro, fue sacando en mí muchas vivencias que luego fui plasmando en las canciones. Más tarde lo grabamos y yo busqué acercarme al sonido inmediato de los Strokes, que es una banda que a mí me impactó desde siempre. Me parece que la fuerza que tuvieron bandas como los Strokes o los Libertines me impactaron de una forma inusual cuando yo era más pibe, toda esa onda garagera o de punk rock revival. En eso también tuvo mucho que ver Ignacio Castillo, que fue el ingeniero que nos grabó. Si bien Invisible Cabeza tiene un par de baladas en plan rock nacional, lo que impera en este álbum es una onda más punk o con una impronta más rockera que lo que fue el primer disco de Periplo que era más tranquilo, si se puede decir.

¿Qué te inspira a la hora de componer tus temas?

Soy muy lector. Me gusta mucho la cultura popular pero también me interesa la academia, por eso durante un tiempo estudié Letras. Uno de mis escritores favoritos es Borges, en especial su obra en prosa. También me gusta mucho Michel Houellebecq, que tiene un costado más siniestro. Luego pasé a Bukowski. También leo y tengo muchas revistas de rock. Y otra pata muy importante de la que sacó la inspiración de las letras es de los comics. Todo eso entra en el gancho y en la dinámica de las canciones, a veces de forma más consciente y otras veces más inconsciente.

Aparte de Libertines y Strokes, de los que hablaste antes, ¿qué otras influencias se te cuelan a la hora de componer?

Principalmente, El Mató, a quienes fui a ver mucho. Pirámides; Kurt Cobain es otra influencia muy grande en el tema “Ultravioleta”. También Fito Páez, al que veo como un “precursor” del grunge, aunque no tenga nada que ver, pero que en sus primeros discos tenía una forma de cantar lennoniana muy presente a la hora de grabar sus canciones a los gritos. Eso es algo que yo busqué incorporar en Periplo, esa parte bien visceral, primal, si se quiere. De cualquier forma, me preocupé de que no sea todo una catarsis, sino que cada estado emotivo tenga su lugar. Busqué que no sea tan frio, porque a veces es necesario explotar en términos artísticos. The Cure también me influencia, por supuesto. Francisco Bochatón, Rosario Bléfari, Gori de Fantasmagoría… Hay muchas bandas y solistas que me gustan como Television, The Stranglers, Sex Pistols o Ian Dury, que me encanta. Ahora empecé a escuchar bandas góticas o de post punk como Sisters of Mercy, que me están copando mucho y que me pueden influenciar a futuro.

Hablando de influencias, en este nuevo disco también pusiste un cover de Almendra: “Los Elefantes”…

Sí, con la participación de Guille Arrom en guitarra, que es un capo. Siempre lo escuché y lo admiré y por eso le hablé por teléfono para que participara. Guille me preguntó qué onda le quería poner al cover. Hay que tener en cuenta que el tema original tenía unos sonidos rarísimos. Ese segundo disco de Almendra es bastante raro, son zapadas; pero a mí me encanta eso. Fijate que ahí el Flaco Spinetta se pone más hard rock, un camino que seguiría en Spinettalandia, y luego en “El parque”, el tema que compuso para La Pesada y, especialmente, en algunos temas de Pescado Rabioso. Todo eso le dije a Guille, que me contestó: “Ok, querés hard rock, pero hard rock pueden ser mil cosas diferentes…” Coincidimos en esa apreciación pero le aclaré que quería plasmar algo bien pegado a aquel sonido primigenio, a esa onda hendrixiana del tema original. Así que Guille grabó varias versiones, y elegimos una que tenía un efecto más expresivo. Guille la rompió y a él le copó mucho como la canté yo, así que cerró por todos lados. En este disco hay mucho laburo de guitarra. En una onda minimalista que me gustó mucho como quedó.

La pandemia te inspiró bastante, ¿no? Hay un par de temas como “Muralla China” o “Pandemia” que parece que tienen que ver con eso…

Sí, me parecía que estaba bueno. De cualquier forma, el disco tiene un sesgo medio de ruptura, porque tiene que ver con una separación de pareja que tuve. En ese aspecto, lo emparento mucho con discos de rupturas amorosas como Room on Fire, de los Strokes; y Blood on the Tracks, de Bob Dylan. Como dicen los discos en sus títulos: si a los Strokes se les prendió fuego la habitación, y Dylan se desangró, a mí directamente se me cayó la cabeza. Con respecto a la pandemia, eso me parece que equilibra un poco el tema de ruptura de pareja, que está medio trillado. Pero, de cualquier forma, yo quería que este álbum tuviera esta onda porque el anterior había sido muy meloso. Está bien hacerlo así porque cada disco son ciclos vitales. Casi todos los temas los hice durante la pandemia, salvo “Enredadera”, que es el que abre el disco, y es una canción más luminosa, que tiene que ver con una nueva relación amorosa que está naciendo. Por supuesto, siempre me gusta que haya algo testimonial en la música. Por ejemplo, en “Sabe Dios” hablo un poco de lo que pasó con Maradona, con su muerte, y como nos afectó a todos los que lo admiramos.

Emiliano Acevedo