martes, 18 de abril de 2017

LA DISCIPLINA DEL EXPLOSIVO SENTIMIENTO, entrevista a Diego Mizrahi

Como tantos otros músicos, a los que hemos tenido el placer de entrevistar en los últimos meses, el protagonista de esta nota comenzó -en su infancia- tocando folklore. Primero, con instrumentos autóctonos, como el pingullo, el sikus, la quena, el bombo legüero… Hasta que un día conoció la guitarra, y fue amor eterno a primera vista… Esos serían los primeros años de la laureada carrera de Diego Mizrahi, un multifacético músico que, además de gran instrumentista y compositor, se destaca por su labor didáctica, docente y como conductor de un prestigioso programa musical de TV dedicado a difusión y practica musical, un verdadero hallazgo, que –desde hace más de 10 años- le viene dando prestigio a nivel local e internacional.

Su CV nos dice que, a lo largo de los años, ha editado muchos libros, métodos de enseñanza, videos, CDs, dando centenares de clínicas de guitarra… Sin dudas, la suya es una vida dedicada y apasionada. Desde sus primeros experimentos rudimentarios, conectando la guitarra al parlante del Winco; pasando por todas, y cada una, de las clases de guitarra a la que asistió, su laborioso paso por los conservatorios y su llegada al M.I. (Musicians Institute) en EEUU. Luego llegarían los tiempos de su propia banda blusera: La Mizrahi Blues Band, para después sí lanzarse como solista, redondeando una interesantísima serie de discos: Pampalucha, Music from the Pampas (2002), Songs Of The Rings (2003), 18 Kilates (2004), Boomerang (2007) y Básico (2010). Dueño de una técnica envidiable y un virtuosismo sutil y pirotécnico para la guitarra, Diego también es un gran conversador, y por eso es un placer poder charlar con él, como lo hice en este reportaje realizado en su oficina, en su escuela de música situada en Palermo, un lunes al mediodía, en donde repasamos varias anécdotas de su carrera, sus proyectos, influencias, gustos y demás yerbas.

ENTREVISTA> ¿Por qué elegiste tocar la guitarra?
En verdad, la guitarra me eligió a mí, no yo a ella. Yo tuve la suerte de tener una madre que era artista plástica – en la época en que yo iba a la Escuela Primaria, de mañana-, que me impulsó para que yo hiciera algo ligado al arte, justamente ella había encontrado una escuela integral de arte, que integraba el teatro con la danza, la música, la literatura; era el Instituto Vocacional de Arte Labardén. En esa época yo vivía en Barracas y mi vieja nos mandó a mis hermanas y a mí a que estudiáramos en este Instituto, en la calle Garay, en Constitución. De esta forma, se podría decir que no tuve otra opción, y así empecé a hacer arte desde muy chiquito. A los 8 años cayó a mis manos mi primera guitarra porque en el Instituto también enseñaban guitarra. Al principio, estudiaba folklore, una música que amaba y sigo amando hoy. Me acuerdo, siendo chiquito, de subirme a una tarima y dar recitales para los chicos del barrio, era como que ya estaba en mí esa vocación… Para cuando entré a mi adolescencia, medio que dejé de tocar la guitarra porque ya estaba en otro plan, salir, conocer chicas, y demás… Pero ahí me di cuenta de que una buena manera de conseguir chicas era tocando la guitarra, y por eso volví… Y así, desde los 14, 15 años, no paré más de tocar. Luego, mi formación musical estuvo ligada a mi paso por Conservatorios, además de hacer todo tipo de cursos vinculados a la guitarra, los que existían y los que no existían, también… Amaba estudiar, era un estudiante crónico de la música, y me pasaba 8, 10 horas por día tocando sin parar…

¿Y que pasó, con tu vocación artística, cuando saliste de la secundaria?
Eso fue todo un tema, porque, más allá del apoyo de mi madre, pesaba mucho también el mandato familiar para que me decidiera a empezar una carrera universitaria. Ahí, medio que se me complicó, porque tenía mis dudas; a mí me gustaba mucho la carrera de Arquitectura, más que nada por su proceso creativo. De cualquier forma, decidí anotarme en el Conservatorio Manuel de Falla, para probar, a ver si eso era lo que quería hacer, y ni lo dudé… Al primer mes ya me di cuenta que eso era lo mío, sin ninguna duda…

En relación a tu formación, te diferencias de otros guitarristas que –a pesar de haber comenzado igual que vos, en lo relativo a su aproximación al instrumento-, no se les hubiese pasado por la cabeza seguir estudiando en el conservatorio…
Sí, como vos decís, hay gente que tiene una facilidad innata, y les sale mas en forma más natural, ese no es mi caso. Yo no era bueno tocando, no tenía la facilidad innata que tienen otros que agarran el instrumento –por primera vez- y la descosen. Yo tocaba mal, tenía mucho oído –eso sí- pero no tenía el virtuosismo, la destreza; y por eso tuve que luchar fuertemente contra eso, pero siempre desde el lugar del disfrute. Yo disfruté mucho todo el proceso educativo musical que tuve, mi formación. Fueron años de tocar horas y horas y horas, a veces, hasta 12 por día; mientras hacia la carrera…

El Conservatorio también era un ambiente bastante rígido en lo musical, ¿no?
Totalmente. Ahí no se aceptaba que se tocaran cosas que no estuvieran incluidas en el programa, así que olvidate de hacer blues, rock, o cualquier música de ese estilo. Por suerte, después me enteré que se iniciaba una carrera nueva que era el Conservatorio de música Popular (de Avellaneda), me anoté y estuve en la primera camada. Ahí había un nivel académico espectacular, con unos profesores de un primerísimo nivel. Ese lugar me abrió la cabeza.

Pero cuando te anotaste en el Manuel de Falla, vos que querías ser, ¿maestro de música o concertista?
Y… A pesar de que –en algún momento- evalué esa posibilidad (incluso, la de hacer dirección orquestal), yo sabía que era muy complicado, porque ser concertista es una carrera de mierda, verdaderamente; ya que tenés que tener muchísima disciplina, tocando todo el día, todos los días, sin descanso, y al haber tan poco espacio, es una carrera salvajemente competitiva. Por eso, no quería hacer eso, a pesar que –debido a la formación clásica que estaba teniendo- cada vez me estaba interesando más por la música clásica. Además, tené en cuenta que el periodo clásico en el que se empiezan a escribir obras para guitarra empieza en el siglo XVIII, con los autores españoles; de ahí para atrás, no hay nada, tan sólo adaptaciones de los compositores clásicos –tipo Bach- a la guitarra, pero no obras originales compuestas espacialmente para el instrumento. Con lo cual, no hay muchos conciertos. Fijate en una agenda del Teatro Colón y vas a ver que hay pocos guitarristas. Eso me frenaba, no quería ser un erudito que tocara 20 mil horas por día, para dar un concierto cada tanto, dar clases en el Conservatorio y chau. Eso iba a ser muy frustrante para mí, y además, bueno, me gustaba el rock…

¿Terminaste el Conservatorio?
No. Llegué hasta sexto año y dije “basta, no lo aguanto más…”. Y me fui, buscando seguir formándome en otros lugares.

AMPLIFICADORES HUMEANTES

¿De donde sale tu interés por la música rock?
Por los Beatles, paralelamente también empecé a escuchar Pescado Rabioso, Deep Purple, Yes… Antes de eso, para mí, el rock era “Lunita Tucumana”, “Zamba del Olvido”, los temas folklóricos que hacía. No sabía aun que existía una cosa llamada “rock”. Cuando escuché a los Beatles, por primera vez a los 12 años, me estalló la cabeza. Luego, seguí escuchando mucho rock británico: Genesis, Jethro Tull, Led Zeppelin… Después de muchos años, cuando empiezo a tocar, descubrí la música negra y me meto con todo en esa, y comienzo a escuchar mucho blues… Luego, a mediados de los 80, pasé por muchas bandas, como todo adolescente.

¿Ya tenias guitarristas preferidos como tus referentes?
Un mouton: Ritchie Blackmore, Jimmy Page, Steve Howe, Pat Metheny... Después empecé a escuchar a Eric Clapton y de ahí, sin escalas, pasé a Johnny Winter y me quemó la cabeza. A los 17, 18 años, cuando descubrí a Winter, dije: “Esto quiero para mí”. Ahí formé lo que pasó a ser, para mí, la santísima trinidad: BB King, Eric Clapton y Johnny Winter. Después, como todos, me mandé a escuchar a Van Halen, Joe Satriani –que es mi máximo referente en la guitarra-, Steve Vai Con Hendrix me pasó que lo descubrí en dos etapas, al principio –cuando era chico-, lo escuchaba y su música me parecía espantosa, desafinada, abominable; hasta que lo volví a escuchar de grande, lo entendí, y ahí sí me di cuenta de que Jimi Hendrix es lo más grande que hay en la guitarra, lejos. Es el tipo que inventó la guitarra eléctrica. A mí me gustan los guitarristas que tienen sentimientos, que con su música transmiten eso. No me gustan los guitarristas aburridos o los que no dicen nada. Por ejemplo, cuando era chico estaba fascinado con el virtuosismo del trío de Al Di Meola, John McLaughin y Paco De Lucia. Al Di Meola y McLaughin no me gustan, me parecen dos violeros fríos, cuya música no me dice nada; pero Paco De Lucia es un tipo que me vuelve loco, parece como que tuviera fuego en las venas. El que más me gusta, como te decía antes, es Joe Satriani. Cada vez que saca un disco, estoy esperándolo para ir corriendo a comprarlo y escuchar, analizar que está haciendo….

¿Qué sentiste cuando lo conociste en persona?
Eso fue tocar el cielo con las manos…


¿Cómo se dio ese encuentro?
Porque la gente de (la productora) PopArt se copó y le hicieron escuchar a él mi material para que le diera el okay, y así fue… Imaginate lo que fue para mí abrir para Satriani, para ese maestro…

¿Cómo siguió tu formación musical después de estudiar en el Conservatorio de Música Popular de Avellaneda?
Después busqué una formación en jazz, para eso me puse a estudiar con Daniel Pellegrini. Antes, de pibe, a los 14, 15 años había ido a estudiar con Walter Malosetti, un genio, y aprendí mucho ahí, todos los conceptos de jazz. Tomaba clases particulares –muy entretenidas- con Walter, y capaz que te daba clases que duraban 10 minutos como otras 3 horas. Ahí hice el método Berkley. Después fui a estudiar con Guillermo Palazzolo, quien me preguntó si había hecho el método. Cuando se lo mostré me dijo que lo había hecho para el orto… En total terminé haciendo tres veces al método Berkley. Después estudié con Lito Epumer –un gran maestro-, también un par de clases con Francisco Rivero –un genio total-, y después tomé una decisión importante en mi vida que fue la de irme a estudiar a Los Angeles, en el Musicians Institute. Esa sería una experiencia que cambió mi vida porque me abrió la cabeza en muchos sentidos. Estudiando en el Institute sentía que estaba en el lugar en donde sucedían las cosas a nivel mundial. Imaginate que era re común estar sentado en el auditorio y que al lado tuyo estuviera Steve Vai, o Al Di Meola… Es una experiencia que jamás olvidaré.

¿Qué sucedió cuando terminaste esos estudios?
No los completé, yo nunca completo nada… (risas) No, en realidad, pasó que me estaba quedando sin plata; así que conseguí un laburo tocando salsa con el piano en un lugar de música latina, eso lo hice un tiempito; y luego me salió la posibilidad de irme a tocar a Las Vegas e instalarme ahí. Pero no quise porque yo había ido a EEUU a estudiar música y no a terminar tocando top forty en Las Vegas, así que decidí estudiar lo máximo posible el tiempo que me quedaba para luego pegarme la vuelta a Argentina, porque –además- había empezado a extrañar. A mí me cuesta mucho estar lejos de mi gente, de mi lugar…

Entonces, viniste y formás tu proyecto musical acá…
Sí, me vine e hice mi propia banda. Bueno, en realidad, antes de eso, apenas regresé viví una experiencia, que no muchos saben y que yo pocas veces conté… En esa época, principios de los 90, yo estaba enloquecido mal con el rap y el hip hop, y justo se da la casualidad que conozco a un rapero argentino, que había nacido en Nueva York, y le propongo hacer un dúo de rap, con mi viola eléctrica bien marcada. Entonces, empezamos a tocar, hacíamos un dúo tipo Run DMC, y pegamos un contrato muy groso con la productora Abraxas, pero, yo me doy cuenta de que era un invento, porque nos iban a hacer un producto masticable, descartable, exprimiéndonos al máximo para luego desecharnos, sin que ganáramos ni un centavo.... Me acuerdo que teníamos reuniones con los directivos de la productora, reuniones no artísticas, en donde sólo se hablaba del vestuario que íbamos a usar o las coreografías, mientras que yo lo quería era tocar la guitarra… Hasta que un día nos dicen que querían que armemos una banda con todos tipos carilindos, en donde no importaran si tocaban o no. Ahí renunció al proyecto y pedí que me devolvieran el contrato, no quise seguir. Tuve un quilombo legal bastante grande, pero lo pudimos solucionar; y luego que yo me abro, los directivos de la productora agarran a Jazzy Mel, y él tomó ese lugar en ese delirio que habían ideado para nosotros…

ALMA BLUSERA

Ahí encaras, sí, el proyecto de tu banda, la Mizrahi Blues Band…
Sí, ese fue un paso intermedio hasta llegar a mi carrera solista. Yo tenía entonces 26, 27 años, y ahí me doy cuenta de que la música que mejor me calzaba era el blues, me había vuelto un fanático total del genero, y por eso decido armar una banda de blues original, no de raíz; yo no quería hacer ni blues de Chicago, de Missisippi o Texas, si no blues, a secas… Y capaz que de ahí, mixturaba, y salía rap, funk o temas jazzeros. Sin dudas, fue una etapa muy creativa de mi carrera, 10 años a full, con mucho laburo, hicimos muchos shows, giras (nacionales e internacionales) –incluso, tocando en EEUU, con el hermano de Jimi Hendrix-, grabamos algunos discos, participamos también del primer compilado, la primera colección de rock nacional que se vendió, y me acuerdo que hasta cambié el auto con la guita que hicimos con la venta del primer CD en el que aparecimos nosotros, que había vendido 250.000 copias. Estábamos en el mainstream del rock nacional de ese momento.

Aparte, coincidió con el momento de auge del blues en Argentina…
Tal cual, y fue de pedo, porque no era así cuando empezamos el proyecto. Con esa banda, en un momento dado, decidimos abandonar un poco el circuito de shows locales e inicial una carrera en EEUU. Ahora no sé si esa fue una decisión acertada porque acá nos estaba yendo muy bien pero lo descuidamos, y allá –cuando nos empezaba a ir bien, luego de muchos shows, también lo abandonamos. Con lo cual, por supuesto, quedaron muchas cosas por hacer, pero, en un momento dado, me dieron ganas de hacer rock instrumental, así que decido largarme como solista, suspendiendo lo de la banda. Yo siempre soy un tipo muy inquieto dispuesto a embarcarme en nuevos proyectos musicales. Siempre hay algún loco que me pregunta cuando se vuelve a juntar La Mizrahi Blues Band, pero no, ya fue. Pasó mucho tiempo y volvernos a juntar seria lucrar. Para mí, por lo general, las reuniones de los grupos están vinculadas al negocio, y se dan cuando se acaban las ideas, y a mí, por suerte, todo el tiempo me fluyen nuevas ideas acerca de lo que quiero hacer.

VAMOS QUE VENIMOS: LUZ, CAMARA… ¡MIZRAHI!

En paralelo a tu lanzamiento como solista, también comenzás como conductor de TV, ¿no?
Ese fue un punto de quiebre. Cuando aparece la posibilidad de hacer el programa, les propuse a los integrantes de La Mizrahi Blues Band –a su última formación-, unos pibes súper talentosos y virtuosos que luego hicieron muy buena carrera, que fueran la banda estable de mi programa, pero me dijeron que no. Yo no entendía nada… Así que mandé todo al carajo, armé una banda de músicos sesionistas, y como yo no cantaba, empezamos a hacer temas instrumentales; así, una cosa llevó a la otra, luego empecé a viajar por todos lados, con la guitarra, dando clínicas del instrumento por toda Latinoamérica… Entonces, cuando tuve varios temas compuestos, me armé un disco solista para probar. Con los dos primeros discos que grabé como solista me fue bárbaro, el tercero no tanto, pero fue porque ya la venta de CD había muerto, prácticamente…

Te debe haber sorprendido la posterior repercusión del programa…
Sí, y el proyecto, en verdad, se originó de pura casualidad, y me pasó por pajero, porque me gustan mucho las mujeres… Recuerdo que me habían invitado a la inauguración del canal (Music Country), y yo no quería ir porque, en ese momento dado, no salía, no tocaba, quería quedarme en casa con mi familia. Pero un periodista (Ezequiel Abalos) me insistió un montón para que fuera a la fiesta de inauguración, y yo me seguía negando, hasta que me dijo que al lado inauguraba el Canal Venus, en donde iban a estar un montón de minas, y cuando escuché eso dije: “¡Vamos!”. Me acuerdo que esa inauguración fue un lugar en Puerto Madero, creo que El Divino. Fui derecho a Venus, y me rebotaron… Entonces dije, “bueno, vamos a Music Country…”, y así fue. Ahí me surge la idea de hacer el programa, y así, una cosa llevó a la otra, y a la otra… Y se terminó haciendo una bola de nieve impresionante.

¿Lo de tu programa de TV, lo fuiste aminorando porque te cansaste?
Sí, en un momento dado, me cansé. La televisión te destruye. Cuando terminé el ciclo en 2007, estaba totalmente enajenado, loco. Necesitaba una larga temporada de descanso, y así fue. Paramos 3, 4 años y ahora volvimos con todo. Desde hace unos meses, estoy en un programa de media hora, con una propuesta muy interesante, muy polenta. Me asocié a una productora y está bueno. Pero la tele te morfa, te chupa… Es muy estresante.

Igual, en tu espacio vos tenías total libertad, ¿no?
Sí, porque no es un programa “estilo Canal 13”. Es un programa con un nicho muy segmentado que funciona muy bien dentro de eso pero no sale de ahí. Entonces no es tan nocivo como estar en un canal de aire. No obstante, me quemó el cerebro porque terminé siendo el productor de mi propio programa, y eso era una locura. Había mucha gente laburando, mucha guita puesta en juego… Conducía, lo dirigía y producía. Ahora ya no es más así, porque me asocié con Gustavo Brukman, un gran músico y batero que se dedica a la televisión y tiene una productora muy copada. Entonces ambos unimos esfuerzos desde la música y desde la televisión porque perseguimos objetivos muy parecidos y funcionamos bien. Este es el único formato, de este tipo de programa, que existe, existió y existirá en la televisión. ¡Ya Llevamos 10 años en el aire!

¿Qué es lo más fructífero que te da el trabajar en la TV?
Todo. Dejando de lado la vorágine, el resto es ganancia. Es una experiencia reconfortable y placentera porque la principal excusa del programa era tocar con mis ídolos. Yo, a través del programa, me di el gusto de zapar con todos. El otro día vino Lito Nebbia y para mí fue increíble haber tocado con el padre del rock, el tipo que escribió esos temas fundacionales que yo escuchaba cuando era chiquito.

Y en el mismo sentido, ¿te pasó de saber de chicos a los que tu programa inspiró a que se decidieran a estudiar música?
Sí, todo el tiempo. Hay un feedback muy lindo. Además, el programa está teniendo un rating tremendo -siempre teniendo en cuenta de que hablamos del cable y que este es un producto segmentado-, quiero decir, que el programa lo miren 400 mil personas por mes es una cifra contundente, es un promedio de 100 mil personas por emisión. Además, ahora el programa está online también, y lo podés ver cuando quieras

DE AHORA EN MÁS, LO ESENCIAL

¿Cómo fue grabar el último disco (Básico, 2010), cómo se te ocurrió largarte a cantar, y enfocarte en esa temática asociada a lo masculino, al hombre común?
Fue un álbum muy marcado por las perdidas que sufrí de dos mujeres muy importantes en mi vida. Una fue mi vieja –que falleció en medio del proceso del disco-, y la otra está relacionada con mi mujer de toda la vida, de la que me separé. Era mi necesidad de querer contar esto que sentía en primera persona, y no que venga otro a contarlo. Por eso, hice el gran esfuerzo de cantar yo. Hoy por hoy siento que progresé mucho, no como cantante, sino cantando. Porque yo soy un violero que se acompaña con la voz, no un cantante. Ahora soy afinado, cosa que antes no era. Porque tuve que lucharla mucho para lograrlo, porque yo produje muy buenos cantantes, y tengo el oído muy afinado. Por eso, cuando me escuchaba en vivo, por dentro me decía: “Diego, sos un hijo de puta. Desafinás como la concha de tu hermana…” (risas) Por ahí la gente no se daba cuenta, pero yo no me la bancaba. Ahora siento que estoy cantando mucho mejor. Además, creo que mi próximo disco, que ya estoy haciendo, va a ser explosivo y creo que va a ser mi mejor disco en años. Estoy trabajando con un productor que se llama José Moyano, que es re grosso y entendió mi música.

¿Por qué considerás que tu próximo disco será explosivo?
Por la composición, por lo arreglos, porque es un disco donde voy a ser yo 100 % desde la guitarra, las melodías, las letras, la voz… Algunas de las letras son más poéticas que otras, más directas. Va a ser un disco tremendo, totalmente auto referencial, moderno, fresco, virtuoso, guitarrero, y que espero tener listo antes de fin de año.

¿Qué discos o artistas que estés escuchando ahora, recomendarías?
A mí me gusta de todo. Por ejemplo, Nirvana, y lo que vino después, sus desprendimientos: Foo Fighters, Sound Garden… Ahora estoy escuchando mucho a Sinatra, él es mi artista de cabecera, lo escucho todo el día. El nuevo disco de Jaime Cullum, un pianista de jazz que me encanta. Es difícil que yo vuelva para atrás, no tengo esa cosa melancólica, de regresar y ponerme a escuchar discos que escuchaba en otros momentos. Lo que no significa que no tenga discos que he gastado. Por ejemplo, al de disco de Norah Jones - Feels Like Home (2004), me cansé de escucharlo, y lo sigo poniendo siempre porque es un disco que me relaja mucho. Escucho mucho también el Quinteto de Miles Davis. Los discos de Satriani, de Hendrix los vuelvo a escuchar, nunca me cansan. Qué se yo, un montón, seguro que debe haber muchos más que ahora no me acuerdo…

¿Y que te gusta del rock nacional?
Spinetta es uno de los que más me gusta, de chico escuchaba mucho Pescado Rabioso; después me copé mucho con Spinetta Jade y lo que hizo después. De Charly me gustó mucho La Maquina de Hacer Pájaros, Serú Giran… Antes, también me había copado con Manal y los grupos de la primera época del rock nacional. Pero no necesariamente uno tiene que ir a los 60 o 70, aunque de esas décadas escuché y me gusta todo. En los 80 me gustaban Soda Stereo, Virus... Y ahora me gusta un banda nueva que se llama Ella Es Tan Cargosa, el nuevo disco de Chucky De Ipola, el disco solista de (Andrés) Ciro, y lo que sigue haciendo Andrés Calamaro, que es un gran compositor popular.

Sabemos que te gusta leer biografías. ¿Eso te inspira en el momento de la composición?
En realidad es algo que tengo que superar, porque, aunque es verdad que leo mucho y tengo mucha imaginación, en el momento de escribir una canción me cuesta. No me es fácil encontrar las palabras para ese momento justo. Entonces, las letras todavía son un padecimiento, las sufro. Después, cuando las escucho, me gustan, pero aun siento que esa es una pared que tengo que romper.

¿Cómo es tu proceso compositivo en sí?
Mi método se basa en hacer demos con la guitarra criolla, agarrar el celular, lo grabo y lo canto; y ya está: “toma 1”. Sigo así hasta que llego a 200 (grabaciones), más o menos, como me pasó ahora, que tengo 200 grabadas, entonces llega un momento cuando de esas 200 saco, digamos, cuatro y hago un tema. Así es como compongo. Después, otra es: tengo una idea por un lado, y otra por el otro, si se juntan, bien; si no, de cada una de esas ideas saco un tema. En definitiva, compongo cuando estoy inspirado. Después viene todo lo que se refiere a arreglos y orquestación.

¿Cuándo te das cuenta de que un tema no va a ser instrumental sino cantado?
Hay temas en que está clarísimo que son instrumentales y otros que están ahí, están en el medio… Es difícil. Pero ahora, justamente, tengo la cabeza puesta en un disco de canciones, y todo lo que me surge va por el lado de las canciones. Ya, en algún momento, volveré a sacar un disco instrumental como solista.

¿Y qué criterios adoptas a la hora de elegir un tema de otro para versionar?
Para los covers, yo generalmente elijo temas que estén en las antípodas de mis gustos, que no tengan nada que ver conmigo. Entonces, ahí el gran desafío es hacer “que sea mío”, apropiármelo, que alguien lo escuche, escuche mi guitarra, y reconozca que es mi sonido. así me pasó con el bolero “Bésame Mucho”, ahora mismo estoy haciendo el tema “La Distancia”, de Roberto Carlos, que lo escuchas, y con los arreglos que le pongo, termina pareciendo un tema mío. Laburo mucho el tema de la versión, elijo nota por nota. Por ejemplo, si el tema, en su melodía, tiene un SI, elijo muy bien en que parte de la guitarra tocarlo, porque no es lo mismo el SI de la segunda cuerda que el de la tercera o el de la cuarta; la altura es la misma, pero el timbre es distinto, así como son distintos el sonido y el sustain. Laburo mucho la melodía, y hasta me puedo pasar meses, hasta que encuentro de que manera interpretarla y que suene como algo personal.

¿Qué otros proyectos tenés o querés hacer en un mediano plazo?
Bueno, la televisión que me morfa la vida, me consume mucho tiempo… Pienso seguir tocando muchísimo como ahora. Continuar con mis giras internacionales, hacer una gira en el verano por la Costa (el verano pasado hice 40 shows). También, quiero seguir jugando al tenis, corriendo dos o tres veces por semana… Mi meta es hacer un disco por año, porque tengo mucha música acumulada que quiero plasmar porque ese va a ser el legado que uno va a dejar de por vida.

(Entrevista realizada en noviembre de 2011)


Fotografía: Estudio Farbone

Emiliano Acevedo



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