jueves, 1 de diciembre de 2016

UN DYLAN PARA EL NOBEL...

Todos sabemos que estos últimos días Bob Dylan fue noticia mundial. La Academia Sueca lo eligió como premio Nobel. Y los medios comenzaron a hablar de él, pero la sorpresa fue su inesperada respuesta. Dejó a más de uno sin palabras.

Primero sepamos, ¿Quién fue Nobel? Vale la pena aprenderlo.  Nobel, fue el apellido de Alfred. Él nació en Estocolmo, Suecia el 21 de octubre de 1833. Se destacó por ser un reconocido químico e ingeniero.  A partir del año 1901, comenzó a ganar fama, pero esta vez no por sus inventos, sino por los premios anuales que llevaban su nombre. ¿Y por qué?  Porque antes de morir, el 10 de diciembre de 1896, dejó testamentado que parte de la fortuna heredada por su propia inventiva, sea para premiar a los mejores exponentes de la Literatura, la Fisiología, la Medicina, la Física, la Química e incluso para los merecedores luchadores por la Paz. 

Ahora, veamos la historia de Bob. Su nombre real es Robert Allen Zimmerman. Nació el 24 de mayo de 1941 en Duluh, Minessota en el seno de una familia judía. El cantautor cultivó una larga trayectoria. Lo ameritan sus 500 canciones. Recorramos parte de su vida.   

En la zona rural, donde transitó la niñez y adolescencia, conoció la música tradicional americana de origen europeo. En 1959, ingresó a la Universidad de Minnesota. Y en los bares de la ciudad, se conectó con la música folk y las canciones de protesta. Pasaba largas horas tocando la guitarra y la armónica. En ese ambiente bohemio, descubrió al poeta y cuentista galés Dylan Thomas. Y decidió llevar utilizar su nombre como apellido. Al poco tiempo abandonó los estudios y se trasladó a Nueva York.

Allí comenzó a cantar en las de cafeterías de Greenwich Village, lugares concurridos por los fanáticos del folk. Grabó su primer disco en 1962, a través de Columbia Records. Dándose a conocer. Y conociendo a músicos como Pete Seeger; Peter; Paul and Mary o Joan Baez. Involucrándose en los acontecimientos que sucedían en la época, compuso  “Blowin' in the Wind”, considerada un himno contra la Guerra de Vietnam. Al igual que “A Hard Rain's Gonna Fall”, otros de sus temas renombrados de esta primera etapa de su carrera, perteneciente al disco The Freewheelin. En 1963  participó de la Marcha de Washington; organizada por Martin Luther King.

Las canciones demostraban una fuerte influencia literaria, de figuras como Arthur Rimbaud o William Blake, propia de una contracultura liderada por la Beat Generation, que tenía como exponentes a Allen Ginberg; Jack Kerouac; William Burroughs, que junto a otros escritores manifestaban expresiones literarias al mejor estilo post guerra. El ritmo tenía ese sello propio de folk inspirado en el músico Woody Guthrie.


En 1965 salió Highway 61 Revisited, que incluye el tema “Like a Rolling Stone”, en donde aparece un Dylan más rockero.  Al año siguiente ingresó a Europa por la puerta principal del Olympia de París, un importante teatro de la época, reconocido por su acústica.  Meses después sufrió un accidente en moto, volviendo a los escenarios luego de dos años de recuperación.

Y es ahí que el séptimo arte le abre los brazos con El precio del fracaso, película dirigida por Sidney J. Furie. Incluyendo su banda sonora. Tres años después, salió Pat Garrett y Billy The Kid, de Sam Peckinpah, retrato cinematográfico de dos bandidos reales del western. En esta oportunidad, el viejo Bob, incluso, tuvo una pequeña participación en el film, en el que, por supuesto, tambien se ocupó de la banda sonora. Esto lo animó a rodar su primera película, llamada Renaldo y Clara. Bajo una trama surrealista, donde fue protagonista junto a su esposa Sara Dylan; y su ex pareja, Joan Baez. Fue filmada en la gira de Rolling Thunder Revue. Y publicada en 1978. Tambien participó en el documental de la despedida de The Band, El último vals (1976), dirigido por Martin Scorsese. Material que fue presentado el Día de Acción de Gracias en Winterland, en la ciudad de San Francisco, donde estuvieron músicos notables como Eric Clapton, Neil Young y Ringo Starr


En las Letras, también dejó huellas. Con un primer libro de nombre Tarántula, que es un compilado de poesías surrealistas, publicado en 1966. Y el segundo, Crónicas. Volumen 1, bajo el formato de autobiografía, que cuenta los primeros años de su formación en Nueva York; y cómo ingresó al folk hasta el disco Oh Mercy, de 1989.  A esto se suma, la fluida edición de material discográfico, que año a año fue editando de una manera voraz, propia de un artista que nunca se detiene. Incursionando en diferentes géneros musicales,  como  el country; el rock and roll; el rockabilly; el blues; el góspel; el jazz y el swing; en donde con su guitarra, el teclado y la armónica, dibujó una trayectoria impecable. Sigue dibujando.

Tuvo una extensa lista de premios. En el 2000 ganó el primer Oscar a la Mejor Canción y un Globo de Oro por el tema “Things Have Changed”.  Al año siguiente salió  Love and Theft, material que incluyó rockabilly; swing; jazz y baladas, galardonándolo con el Grammy al Mejor Álbum de Folk  Contemporáneo.  Recibió el Premio Polar de la Real Academia Sueca de Música, el Premio Príncipe de Asturias de Las Artes y el Premio Pulitzer. En el 2012, Obama en la Casa Blanca, lo condecoró con la Medalla de la Libertad, renómbralo como uno de sus poetas favoritos.


Parece ser que después de tanto camino andado, Bob con sus creativos 75 años de experiencia vital, siente que la vida ya lo premió. Y ante tanto silencio generado luego de la nominación del Nobel, es recurrente pensar que la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento…

Carol Calcagno


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