jueves, 13 de octubre de 2016

NUNCA SE FUE, SIEMPRE ESTA LLEGANDO… Entrevista a Tomás Gubitsch



Niño prodigio, pasó de Generación Cero -la formación de tango experimental de Rodolfo Mederos- a tocar en la última etapa de Invisible, uno de los mejores grupos de la historia del rock argentino, junto a Luis Alberto Spinetta, Machi Rufino y Pomo; participando (a los 18 años) de la grabación del clásico El jardín de los presentes (quizá, uno de los álbumes más bellos de la historia de la música popular argentina), una obra que se abría hacia la fusión con el tango. Como si fuera poco, esta carrera meteórica continuó con la invitación de Astor Piazzolla para formar parte de su octeto electrónico y a emprender una gira por Europa. Y allí se radicó nomás (más precisamente en París, Francia), escapando del terror del Proceso.


Su nombre es Tomás Gubitsch, un músico exquisito, representante cabal de la nuestra gran tradición guitarrera. En los últimos 40 años ha desarrollado una carrera multifacética e imparable -respetada y apreciada- que da cuenta de su pasión por todo lo referido a la actividad musical. Además, Tomás es un fervoroso estudioso de su arte y un referente obligado a la hora de analizar cuestiones específicas de la música clásica y popular contemporánea. Un poco de eso se puede apreciar en esta entrevista, en donde nos habló de su pasado, presente y proyectos; pocos días antes de llegar a nuestro país y dar su ciclo de tres shows temáticos en la Usina del Arte, los días 14, 15 y 16 de octubre.


ENTREVISTA> ¿Cuáles fueron los discos que te volaron la cabeza?
Fueron muchos, y muy variados. Si hiciese una lista exhaustiva sería muy fastidioso leerla, así que mencionaré más bien discos simbólicos, en desorden y sin pretensiones jerárquicas de ninguna índole. Van de la “Leçon de ténèbres”, de Couperin, por Alfred Deller o la Sinfonía N°41 de Mozart por Hanoncourt a Homogenic de Björk, pasando por la mayoría de los discos de los Beatles, los discos de obras de Stravinsky, Bartok, Schönberg o Ligeti, por Electric Ladyland de Hendrix, por Coltrane Plays the Blues, por Hot Rats de Zappa, por el disco del primer octeto de Piazzolla y varios de su quinteto, por Glenn Gould tocando las variaciones Goldberg de Bach, por Fragile de Yes
Y estoy dejando centenas de discos de lado, lo que es una verdadera vergüenza de mi parte. Podría seguir esta lista durante horas y horas. Sin hablar del hecho que aún hoy, aunque quizás con menor frecuencia que durante mi adolescencia, cada tanto aparece algo nuevo que me hace temblar todas las sinapsis.

¿Y cuál es tu opinión acerca del presente del tango?
Se trata de cuestiones que merecerían una respuesta muy amplia… Digamos que, con respecto a mi experiencia personal, hay un gran cambio. Si nos fijamos bien, debo ser casi el único tipo de mi generación (nací en 1957) que haya hecho un trabajo compositivo alrededor del tango. Viví largo rato en esta especie de soledad, donde mis únicos intercambios eran con músicos bastante mayores que yo y que, por ende, se habían perdido todo el fenómeno del rock, que para mí es fundamental. Afortunadamente, la cosa ha cambiado y ahora hay toda una nueva generación que se apropió esta música y que está reinventándola, como corresponde. Y esto ocurre tanto en Argentina como en Francia, Holanda y hasta Japón.

¿Qué nuevos intérpretes y tendencias te gustan? ¿Cuál es el futuro del género para vos?
Me molestaría citar nombres porque temo olvidar o ignorar otros igualmente talentosos, pero sí debo destacar entre los de la generación posterior a la mía a gente como Diego Schissi, Fernando Otero, Gerardo Jerez Le Cam, Ramiro Gallo, Andrea Marsili, Marcelo Nissiman, Sonia Possetti, Michael Zisman,… y ya estoy dejando de lado a un montón… Les ruego por anticipado que me perdonen. De quien no puedo olvidarme es de un eterno joven, el inolvidable Gerardo Gandini.
Debo aclarar que lo que a mí me interesa no es el tango en sí –y podría decir lo mismo en cuanto al rock–, sino lo que se puede hacer a partir de él. Por eso, más que decir que hago tango, prefiero decir que lo que hago es un “mi tango”. En cuanto a su futuro…, estamos en eso. Te cuento dentro de 70 años...

¿Y qué te parece el furor actual por el tango electrónico?
¿La verdad?, me causa gracia.

¿Cuáles son los artistas de la música popular actual que más escuchás y te interesan?
Confieso que escucho relativamente poca música en este momento preciso, cuando uno pasa unas ocho horas por día componiendo o tocando, a lo que más se aspira al final de la jornada es a un poco de silencio.
No obstante, son períodos, ya que siempre vence mi curiosidad y termino escuchando montones de cosas. Van de creaciones contemporáneas a canciones básicas o diversas músicas populares. A gente como Björk en ese terreno o como Martín Matalón en el de la música contemporánea siempre vale la pena escucharlos.
En sí, escucho de todo. Desde música contemporánea hasta electrónica, pasando por cosas de jazz, músicas ‘étnicas’, rock, etc. Quizás la que considero como la persona más interesante desde hace ya cierto tiempo, como recién te decía, sea Björk. Y, aunque muy pocos iniciados lo sepan, hay un movimiento de músicas de su familia extremadamente creativo en Francia y en Islandia, en este mismo momento. Esta “familia” musical es, a mi juicio, la que mejor representa el espíritu de lo que fue el rock en los 60 y los 70. Es este espíritu, el de estar en búsqueda permanente, el de no repetirse, lo que me parece más rescatable del rock, empleando el término en un sentido muy amplio. Los que hoy siguen haciendo rock como se lo hacía hace cuarenta años, aunque lo hagan muy bien, me parecen menos dignos de interés.

EL PRESTIGIO, TODO UN TEMA

En nuestro país se recuerdan mucho tus colaboraciones con tres músicos de suma importancia como son Piazzolla, Spinetta y Mederos. ¿Qué opinás de esto?
Comprendo - y me asombra y halaga - que en Argentina mi pasado tenga cierta vigencia, pero mi "carrera" en Argentina duró menos de un año, cuando yo tenía entre 18 y 19 años. Hoy tengo 58 y ya llevo casi 40 años en Europa, donde hice lo esencial de mi trabajo. Mi colaboración con los tres, si bien la reivindico con orgullo, es un muy pequeño episodio de mi vida profesional.

¿Y por qué razón pensás que en Europa muchos te conocen más por tu faceta de compositor que por tu trabajo como guitarrista?
Cuando llegué a Europa, en 1977, volvió a ocurrir un fenómeno similar al de mis comienzos en Argentina: muchos periodistas se focalizaron sobre mi supuesto virtuosismo como instrumentista. Ocurre que eso a mí me tiene sin cuidado. Yo sigo siendo un admirador de Jeff Beck o de B.B. King, que técnicamente son limitados, pero expresivamente van mucho más lejos que muchos de los gimnastas del mango. Lo molesto de ser considerado como un virtuoso es que mi actividad como compositor pasaba a un segundo plano, cuando, para mí, mis actividades (la de intérprete, de director de orquesta o la de compositor) forman parte de una única cosa: ser músico.
Como ya había vivido algo similar siendo muy joven, decidí no darle pié a ese malentendido y durante casi diez años dejé por completo de tocar. Ahora, al cabo de casi 40 años en Europa, puedo ejercer mis diversas pasiones y, si debo ser totalmente franco, lo que digan o piensen los demás ha dejado de tener la misma importancia. Se trata de intentar ser uno mismo, y yo soy eso: un compositor que toca y que dirige, o un instrumentista y director que compone. Como siempre fue el caso de tantos otros, tanto más importantes que yo. 


¿Cómo te llevás con la masividad? ¿Te considerás un artista de culto?
No me considero un artista de culto en absoluto, ni me interesa serlo. El reconocimiento del que gozo lo aprecio, claro, pero esencialmente me permite seguir haciendo mi música en buenas condiciones, y hacerla exactamente con los músicos que quiero. Tratar de hacer la mejor música posible con gente que quiero y que admiro, eso es lo que lo que me importa. Lo demás, la notoriedad y todo eso, nunca constituyó un objetivo en sí para mí. 

 
LA VISIÓN DE UN MÚSICO “LUZ” EN LA CIUDAD LUZ

¿Cómo es para vos el ser un argentino anclado en Paris, hace tantos años?
Eso de estar “anclado” en París es más una broma que otra cosa. No tengo la sensación de haber echado el ancla, sino de estar zarpando todo el tiempo, poco importa adonde viva. De hecho, paso buena parte de mi tiempo viajando, y me siento bien en Londres, Tokio, Québec, el Cairo, Barcelona, Milán, Rosario o donde sea.

¿Qué te sorprende de nuestro país cada vez que venís de visita?
Cuando viajo a Argentina, lo que más me sorprende –si nos limitamos al ámbito de la cultura– es la calidad y la cantidad de artistas creativos y de universitarios de alto nivel. A pesar de todo el daño que los años de dictadura han provocado, a pesar de la corrupción que hemos conocido, ningún sistema político ha podido amordazar ese apego entusiasta y profundo hacia lo cultural que caracteriza a nuestro país. Nuestro poder económico es muy inferior al del “primer mundo” (detesto esta expresión), pero nuestro caudal creativo no se deseca y es perfectamente comparable al de muchos países privilegiados.

Hablando de París, ¿sigue existiendo, para vos, esa aura poética de Baudelaire o Rimbaud que atrajo incluso a figuras del rock como Jim Morrison?
En mi imaginario personal, París representa todo eso y mucho más. Pero, hay que admitirlo, esa París de antaño está siendo desmantelada por las políticas actuales. Vivimos una época en la que la rentabilidad inmediata es la que manda. La cultura es rentable (basta con constatar que París es la ciudad con mayor movimiento turístico en el mundo, y que lo que los turistas vienen a ver es su riqueza cultural, y no el Rolex del presidente, ni el último concurso de cantantes por la tele, que yo sepa…), pero su rentabilidad es a mediano y largo plazo.

¿Sos amigo o te ves con otros músicos argentinos radicados en Europa?
Desde hace un par de años soy el presidente -cargo puramente honorífico- de “Buenos Aires sur Scène”. Se trata de un ciclo que creamos para que los músicos que estamos trabajando alrededor de nuevas expresiones ligadas a la cultura argentina tengan un espacio para mostrar lo suyo en París, con cierta regularidad (dos espectáculos mensuales). El hecho de ocuparme, junto con Juanjo Mosalini y algunos más, de la programación, me puso en contacto con prácticamente todos los músicos que andan por Europa.
Fuera de esto, no soy un gran adepto de la vida ‘comunitaria’: mis amigos son de todas la nacionalidades, todas las extracciones sociales y culturales, y muy pocos son músicos. Tengo, inclusive, amigos hinchas de Boca y del Real Madrid, mirá si seré ecléctico y tolerante…

¿Para vos cuáles son las diferencias entre componer música para cine y televisión, composiciones de cámara o grupos de improvisación y tu labor como guitarrista?
Son “maneras de pensar” muy distintas. Cuando compongo para el cine o la danza, se trata de participar a un “objeto” artístico complejo, del que la música forma parte vehiculando, idealmente, aquello que no se ve. El cine puede existir sin música, la danza, también. Y la música puede existir sin nada más que el sonido y el silencio. Cuando es el caso, cuando es totalmente autónoma, el pensamiento musical lo es igualmente.

¿Cuáles fueron tus últimos proyectos?
Fueron muchos y, lo confieso, muy apasionantes. Sin dudas, mis últimos seis años de actividad han sido bastante intensos y productivos… Entre conciertos, encargos de composición para orquestas, algunas músicas de film e inclusive una ópera callejera.... Fuera de mis conciertos habituales y de un par de músicas para cine, con varios encargos de composiciones para diversas orquestas (en Suecia, el Líbano, Japón, Francia y Alemania). En 2011 escribí y grabé una música de película y luego me llegó el pedido de la orquesta de Växjö -Suecia- para componer un concierto. También estuve abocado a la grabación de mi disco Ítaca, con mis grandes amigos y cómplices Juanjo Mosalini, Eric Chalan, Gerardo Le Cam y Iacob Maciuca.
También preparé un septeto (con un cuarteto de cuerdas, bandoneón, dispositivo electrónico y guitarra) con el que, en 2012, cree un espectáculo en el “Théâtre de la Ville” -quizás el teatro más importante de París, en todo caso, mi teatro preferido-, que era la sala donde soñaba tocar desde que había llegado a Francia.
Por supuesto, me ha generado muchas satisfacciones el tríptico El tango de Ulises, entre el 2012 y este año, en el que me han acompañado músicos excepcionales (Juanjo Mosalini, Eric Chalan, Sébastien Surel, Vincent Segal, Marc Desmons, Lionel Allemand, Iacob Macciuca, Jean-Paul Celea y Osvaldo Caló) ; además, la formación de un nuevo trío con dos de los sicos ya citados, Surel y Segal.

¿Cómo pensás tus discos, el material que incluís en ellos?
No tengo formulas ni principios definidos cuando pienso en grabar un disco. El caso de Ítaca, mi último álbum, y su temática en torno a la vez del exilio y del re-encuentro, es relativamente poco frecuente. En general, no necesito elementos extra-musicales para componer.

¿Estás grabando material nuevo en la actualidad? ¿De qué se va a tratar?
Tengo varios discos pendientes, que debería grabar durante el año próximo. Uno con cada uno de mis tríos y quizás otro con orquesta. Además 'me debo' un disco de guitarrista, cosa que nunca hice hasta el momento. Tengo todo el material, basta con encontrar el buen momento y el buen lugar para realizarlo.

¿Qué opinas de la actualidad del rock? ¿Está “muerto” el género, como se dice?
Hay muchas músicas englobadas bajo el término "rock". Quizás lo único que sigue interesándome y que rescato de él sea cierto espíritu que animó sus albores: la búsqueda, el desenfado para mezclarse con otras músicas, y también, claro, la insumisión permanente que siempre representó. Quizás por eso me parece un tanto patético ver a gente de cierta edad, instalada burguesamente en su rol de estrella de rock, haciendo la misma música que tocaba 40 años atrás.
El verdadero espíritu del rock sigue vivo en aquellos que intentan innovar, no en los que reproducen lo que ya fue hecho.

Nos pasa, cada vez que publicamos una nota sobre rock progresivo, que la gente se copa mucho, como que sigue habiendo muchas ganas de leer material escrito que hable de este estilo. Con respecto a esto, ¿avisorás de aquí a poco un reverdecimiento del rock progresivo en lo que respecta a una difusión más masiva, como la del pasado, o seguirá siendo un estilo de culto?
Creo que el rock progresivo (y luego, el jazz-rock), además de dejarnos algunas joyitas, generó cierta conciencia en los músicos: lo intuitivo tenía sus límites y había que ponerse a estudiar. Ocurre que los que lo hicieron descubrieron otras músicas, ya sea la clásica y la contemporánea, o las músicas populares más elaboradas, como el jazz o el tango. En muchos casos, se volcaron de lleno hacia esas nuevas músicas, abandonando poco a poco el rock.
Si existiese un renacimiento del rock progresivo, tendría que estar a cargo de músicos jóvenes, pero entiendo que éstos tienen otras preocupaciones estéticas y otros medios —pienso en particular en la informática—, están en otras búsquedas y generan otras sonoridades. En última instancia, poco importa que tal o cual género resurja, lo que cuenta es que la actitud imaginativa y osada perdure. Y yo, padre de tres hijos involucrados en diversos mundos artísticos, les tengo mucha confianza a las nuevas generaciones. Nunca me escucharás decir que 'antes era mejor'.

Decinos unas palabras con respecto a las muertes de Chris Squire y Keith Emerson, ¿cómo te conmovieron los fallecimientos de estos referentes e ídolos del prog? ¿Cuál es para vos el legado que nos dejan?
Para el espectáculo Swinging London hice versiones de temas de ambos. Durante mi adolescencia los escuché tanto —a ellos y a todos los demás— que tengo la sensación que son parte mía. No me cabe duda que, aunque nadie se de del todo cuenta, han influenciado la música que hago hoy.
Las muy raras veces que vuelvo a escucharlos constato muchas cosas que han envejecido bastante mal, pero también varios aciertos.

¿Qué opinas del presente de la música, con la caída de las industrias discográficas y el advenimiento de nuevas formas de difusión y el tema de las descargas ilegales por medio de Internet?
El problema de la industria discográfica siempre fue su propia definición, le de ser una “industria”. Como si pudiese existir una industria de lo onírico, o una industria del pensamiento… Que las discográficas desaparezcan por completo no me molestaría en absoluto, a pesar de que soy de los privilegiados que nunca tuvieron demasiados problemas con ellas; siempre fui “rentable” para las discográficas, inclusive en este momento.
Podemos analizar el asunto de otro modo: las discográficas no pueden existir sin música, mientras que la música sí puede existir sin discográficas.
Lo que a mí me importa, en el fondo, es que mi música llegue a todos aquellos a quienes pueda interesarle, y, en este sentido, YouTube, Facebook y/o las descargas ilegales son hoy por hoy vectores más eficaces que cualquier multinacional. Queda por resolver, claro, el asunto de la subsistencia de los músicos si todo el sistema se derrumba por completo. Espero que la solución pase por el hecho que los conciertos en vivo sean revalorizados, al igual que el trabajo de composición. Al fin y al cabo, hubo música mucho antes de le existencia del disco. Y nunca dejó de haberla, ni siquiera durante las peores crisis o guerras. Debe ser que la necesitamos… ¿no?

Hace poco viniste a tocar a Argentina, y ahora volvés…
Sí, toqué el año pasado en el CCK, precisamente con mi nuevo trío. Forma parte de esos escasos conciertos que quedaron grabados en mi memoria.

¿Y cómo va a ser el show que preparás para la Usina del Arte?
Serán tres conciertos totalmente diferentes.
Adrián Iaies (programador de la Usina del arte) quería que muestre tres facetas de mis actividades musicales durante tres días consecutivos: la de compositor, la de arreglador y la de guitarrista.
El primer concierto, el jueves 14 de octubre, será con la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Mariano Chiacchiarini. Se trata de una serie de piezas para guitarra eléctrica y orquesta que tendré el privilegio de estrenar en Buenos Aires.
Para el segundo concierto —el viernes 15 de octubre—, Swinging London, escribí una serie de versiones y arreglos de algunos de aquellos temas londinenses que nos abrieron la cabeza entre 1965 y 1973.
El tercero, que daré el sábado 16, lleva un título elocuente: Solos, dúos y tríos. Pero, más allá de las diversas formaciones, se trata de dejar hablar a mi guitarra libre y espontáneamente; esto implica un paseo por diversos ámbitos que, a mis oídos, siempre fueron uno sólo, el de la música más allá de cuestiones estilísticas. Hay días en los que mi guitarra quiere que suene Bach, otros en los me instigará a tocar algún tema de Charles Mingus, una balada inglesa renacentista, un tango o una composición personal. Ella es políglota y, según sus estados de ánimo, elige un lenguaje u otro.
Para el segundo y el tercer concierto, tengo el privilegio de compartir el escenario con un dream-team, músicos que admiro como Ernesto Jodos, Diego Schissi, Juan Pablo Navarro, Carlos Casazza, Martín Bruhn y Jean Dindinaud.

Emiliano Acevedo





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