sábado, 24 de septiembre de 2016

NIRVANA, A 25 AÑOS DE NEVERMIND: Con olor a álbum clásico...




¿Qué sucede cuando nos convertimos en lo que más odiamos?

Después de veinticinco años de la edición de Nevermind -algo así como el último grito de rebeldía en el rock- la respuesta a esa pregunta podría ser intentar volarnos la cabeza de un tiro como Kurt Cobain…, pero eso sería simplificar el mensaje, llevar su esencia a la más mínima expresión, despojarla de sentido. Y eso no es lo que interesa de este disco de Nirvana y sus trece agudísimas paginas musicales, todas, viñetas representativas de un momento desesperante para una generación que había quedado guacha a la vera del camino.

Post punk” le decían algunos, “la música de la Generación X”, otros; grunge” fue finalmente el nombre que se le terminó dando a este movimiento musical surgido en la gélida ciudad de Seattle, que re formateó el sonido de la música joven en la primera mitad de los 90. Ese fue el movimiento que representó la voz de los que no tenían nombre, los adolescentes desesperados, neuróticos y deprimidos; los outsiders. Sí, está más que claro que luego el juguete se averío y esta movida fue deglutida por la industria musical, que terminaría creando despreciables avatares, copias que no tenían demasiado que ver con la fiebre inicial, con ese grito de desgarramiento, con esa patada en los huevos que nadie vio llegar… 

Entonces sí, los outsiders se volvieron cool y usar camisas leñadoras dos talles más grandes, sacos apolillados y pantalones sucios, rotos y viejos (más las siempre presentes zapatillas de lona) empezaron a ser “lo más”. Si hasta los diseñadores más caretas copiaron el estilo, y estrellas advenedizas del rock como Sheryl Crow, Metallica (con su Load) y Bryan Adams cambiaron su imagen -y sus composiciones- para hacerlas parecidas al sonido sucio de Seattle, para tratar de camuflar con dolor ajeno auto infligido sus ansias de llenarse los bolsillos. 

Sin embargo, para ese entonces, el máximo factótum de este estilo, el fundador –quizá anticipándose lo que iba a pasar y harto de sus demonios internos-, ya hacía más de un año que se había pegado un mortal disparo con su escopeta. 

Pero hoy que nos importa si fue simplemente una batalla ganada –la última-, antes de perder la guerra, lo que sí nos interesa es reflexionar sobre Nevermind, a 25 años exactos transcurridos desde su lanzamiento, aquel lejano martes 24 de septiembre de 1991. De eso trataremos de hablar en esta nota conmemorativa, en donde, además, incluimos las opiniones de algunos músicos amigos, que tuvieron la amabilidad de contarnos lo que significó para ellos este disco.

SIN FIN, SIN NOMBRE

Compañero Asma: Fue el disco que me ayudó a retornar a la canción, lo enganché justo recién salido en Francia y lo compré al toque, saqué los temas enseguida y todo… Después no los fui a ver a Vélez porque estaba muy de moda, no me arrepiento. Alto respeto por Kurt siempre.”

Gabriel Pedernera (Baterista de Eruca Sativa): Nevermind fue para mí un disco tremendamente importante, desde el momento en que lo escuché (que no entendí nada) hasta el día de hoy, que lo pongo y me parece increíble, tan lleno de poder y de energía, me parece que no solo es un disco bellísimo en todos los sentidos, sino que también marcó algo muy importante en la historia del rock, de la música, porque en ese momento fue una declaración fuertísima, desde todos los aspectos, desde lo que transmite la música y lo que dice Cobain, hasta como suena y de qué forma están ordenadas las canciones. Me parece una Biblia, es un disco perfecto.”

Exacto, la definición de Pedernera es excelente para entender lo que producía la escucha de esta obra. Seguro, muchos hoy treintañeros (como los que escribimos este blog) difícilmente hayan olvidado lo que fue escuchar (a los 15 años) esos primeros acordes de “Smells Like Teen Spirit”, esa sensación desatada de sentirse vivo y tener ganas de mandar todo al carajo… Y si a eso le sumamos el riff inigualable de “Come As You Are”, el estribillo perfecto y desenfrenado de “Lithium” y la nostalgia de “Polly"; sin lugar a dudas que el combo era perfecto. La forma corrosiva de cantar de Cobain, sus riffs lacerantes de guitarra y esas letras turbias, llenas de dolor y odio; eran poco menos que extraordinarias. En sus líricas, Cobain expresaba tanto su furia como su descontento, que se sumaba al continuo (e imparable) odio a sí mismo.

Pero Nevermind, además de ser un disco repleto de canciones perfectas, fue el estandarte para muchos que sintieron que los pobres llegaban al poder, mientras idolatraban las imágenes -luego reproducidas una y mil veces en revistas, posters y videos- de esos tres tipos desalineados que se animaban a desbancar de los rankings a Michael Jackson, Madonna y demás popes del pop, algo otrora impensado para los ejecutivos de cualquier discográfica. Y es que el encanto de las canciones de Nirvana residía en esa tensión permanente entre las partes suaves y fuertes que se creaba al pasar de las estrofas a los estribillos: contención y agresión. La música de Cobain mezclaba su fanatismo por el pop con su esencia under, el costado melodioso de The Who con el sonido crudo y punk heredado de los Sex Pistols, esa forma de componer, y la estructura de sus canciones, formadas de estrofas tranquilas y estribillos que luego explotan a grito pelado y distorsión, ya lo había desarrollado Pixies con anterioridad pero fue con Nevermind cuando se masificó el rock alternativo, llegando hasta lugares impensados poco tiempo atrás.

A mediados de junio de 1991 el disco estaba terminado de grabar en manos del productor Butch Vig, pero las mezclas no gustaban a los ejecutivos de la discográfica. Recordemos que Nirvana había firmado contrato con DGC, una pequeña filial del mega sello Geffen Records, que por aquel entonces tenía como estrella a los Guns N’ Roses, y que ya tenía en su haber el disco debut del grupo de Cobain, intitulado Bleach (1989), editado por el sello independiente Sub Pop. Por eso, para lograr mayor potencia en las mezclas finales, se contrató a Andy Wallace, lo cual fue fundamental para lograr que el sonido final del álbum fuera tan potente como accesible.

Porque, a pesar de haber firmado contrato con una multinacional, el principal ingreso de la banda eran los shows en vivo, por eso, de movida nomas antes de su edición, los integrantes de Nirvana comenzaron a tocar los temas nuevos, y como el de mayor aceptación fue “Smells Like Teen Spirit”, se desestimó la idea original de la banda de editar como primer corte “Lithium”. Sin embargo, al momento de la edición, las expectativas sobre el número de ventas seguían siendo bastante modestas de parte de la compañía.

Nadie se imaginó lo que se venía, lo cierto fue que a partir de Nevermind la banda no paró de crecer en forma meteórica, llegando a vender miles (millones) de discos. Esta tendencia imparable empezó a hacerse más que notoria cuando en enero de 1992 el disco de Nirvana desbancó al álbum de Michael Jackson Dangerous del número uno de la Billboard. MTV no se cansaba de rotar sus videos y la prensa colocó a Nirvana a la cabeza del movimiento grunge junto a Pearl Jam, pasando de tocar en tabernas a llenar estadios, ser cabeza de cartel de mega festivales y a emprender caóticas giras mundiales… Ya para noviembre de 1992 no existía persona sobre el planeta que no habría escuchado pronunciar el nombre de Kurt Cobain.

LA LLAMA DESATADA

Andrés Ruiz: A Nevermind lo empiezo a sentir años más tarde como un disco ruptura. Cuando salió no había ninguna casa que no lo tenga en su discoteca familiar. Más tarde aparecerían Get a Grip de Aerosmith y Magos Espadas y Rosas de Rata Blanca, o ver el Álbum Negro de Metallica junto a Luis Miguel... Yo en esa época escuchaba mucho heavy metal y no le di mucha bola, aunque "Smells Like Teen Spirit" me parecía una canción brillante... Años más tarde lo redescubrí junto con los otros discos de la banda y fue un punto de partida para entender los 90, pero ya en los 2000.”

Ivana Berenstein: En el momento en que salió, yo estaba en otra, entonces no lo escuché mucho, pero sí escuché algunas canciones porque estaban muy presentes. Creo que lo que hacía (Cobain) tenía una personalidad, una intensidad y originalidad bastante particular. Destaco, especialmente el grado de intensidad de su música. Puso todo, hasta su vida, en juego… Me parece que innovó, inventó un estilo creativo nuevo, más allá de que no sea el tipo de música que me pongo a escuchar ni que me hace sentir identificada.”

Tras el lanzamiento del álbum, los críticos de música de varios periódicos y revistas dieron buenas críticas a Nevermind, y así comenzaron a subirse a la carroza, a elogiar a aquello de lo que poco conocían. El mismo Cobain se quejaría más tarde de los intentos de los periodistas de rock de intentar descifrar lo que cantaba y por extraer el significado de sus letras: "¿Por qué mierda los periodistas insisten en venir con una mediocre evaluación freudiana de mis letras cuando en el 90% de las ocasiones no las han trascrito correctamente?"

Y así con el éxito de su propuesta, Kurt pasó de dormir en el asiento trasero de su coche a comprarse una mansión en las afueras de Washington DC., transformándose en lo que más aborrecía: un rock star. La fama, los medios y los millones no eran el objetivo por el cual se había involucrado en el mundo de la música. Luego llegarían sus declaraciones amargas y desesperadas, su furia y desinterés extremo, que se harían evidentes en shows y presentaciones en las que se mostraba ajeno a todo lo que le acontecía, hastiado. Siempre sumergido en un vaivén anímico imparable en donde el consumo de heroína, junto a su aparente dolor crónico de estómago, lo arrastraría una depresión de la cual ya no había regreso.

Nirvana editaría en 1993 In Utero, y más tarde su celebrado (y póstumo) MTV Unplugged (en 1994), pero nada impediría que Kurt Cobain –luego de varios intentos de suicidio frustrados- en algún momento de la tarde del martes 5 de abril de 1994, se encerrara en el altillo de su casa, luego arrastrara una silla hacia la ventana, se sentara, (quizá) tomara drogas por última vez, para después, sí, disparar directo a su cabeza, poniéndole punto final a su corta vida y, consecuentemente, a una de las bandas más celebradas en la historia del rock. Su cuerpo sería recién encontrado el viernes 8, tres días después.

Vive rápido y deja un cadáver joven… Con tan solo 27 años, como tantos otros, Cobain pasaba a formar parte de ese estúpido club de los mártires del rock –que tanto odiaba-, dejando como testamento grandes canciones y un eterno interrogante, acerca de cuanto más de su maravillosa música nos podría haber brindado de haber seguido con vida.

LEGADO

Diego Mizrahi: Los 90, para mí, fue una década rarísima, me pasó que no encontraba mi lugar. Con respecto a Nirvana y el movimiento grunge, no los entendía. Los escuchaba, hacía el esfuerzo, pero no los entendía. En ese momento estaba muy metido con el jazz, con la música fusión… Luego, pasó el tiempo y les empecé a prestar atención y descubrí que Nirvana era una banda de la puta madre que los parió… Me di cuenta de que los tipos tenían unas melodías bárbaras, Kurt Cobain tenía unas melodías con una simpleza increíble y una deformidad impresionante en esas guitarras… Los escucho ahora y digo “qué lo parió, qué adelantados que estuvieron estos tipos en su momento…” Creo que dejaron un legado impresionante, casi como si fueran los Beatles de los 90…”

Treinta millones de discos vendidos de Nevermind en todo el mundo parece ser una herencia pesada, inapelable. Pero, ¿alcanza con ese dato estadístico, frío y vacuo? Como siempre, al final la historia la siguen escribiendo los que ganan y dice que Cobain perdió la batalla, que su propio éxito fue tan intenso e inmanejable que se volvió catastrófico para su pobre psiquis y lo llevo a quitarse la vida (o a ser asesinado, como varios de sus fanáticos creen). En los libros quedará escrito que Kurt Cobain fue un talentoso compositor de un repertorio de canciones que lo catapultaron a la cima, haciéndolo explotar por los aires; porque siempre fue, es y será preferible “prenderse fuego antes que desvanecerse” (Neil Young, dixit).

Y de la escena grunge, ¿hoy quién se acuerda? Tan solo continúan los nombres omnipresentes de Pearl Jam o Foo Fighters (éstos últimos, con velados reproches varios por hacer música “complaciente”); figuras que basan su peso específico en los restos de su pasado glorioso más que en su presente. Lo que nadie podrá decir, lo que no queda impreso en ningún lado, es algo que pasa todo el tiempo, incluso ahora mismo, en algún lugar perdido del mundo, y que son las sensaciones desencadenadas durante ese segundo previo a que la cinta toque el cabezal, la púa el disco, el láser el CD; todos y cada uno de los momentos en que un pibe escucha por primera vez un disco, un clásico como Nevermind, y su vida cambia para siempre…

Emiliano Acevedo y Leandro Ruano


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