jueves, 10 de marzo de 2016

UN CÓRAZON DE BLUES Y ROCK MIRANDO AL SUR, entrevista a Gady Pampillón



Foto: Hugo Panzarasa
Antes que nada, Gady Pampillón es un vecino de Valentín Alsina, un barrio al que lo une una pasión indestructible. De profesión guitarrista, a lo largo de su trayectoria musical ha desarrollado un intenso trabajo que fue desde el clásico rythm'n blues al más pirotécnico heavy metal hasta llegar a la actualidad, que lo encuentra también demostrando su cariño por la música ciudadana argentina: el tango. Para hablar de todo esto fuimos a visitarlo. Entonces nos contó algunas de las anécdotas de su larga carrera, que le quedaron luego de su paso por Alakrán, La Torre, Tarzen y Gasolina; así como de su presente musical y su nuevo álbum: Long Play, que sale muy pronto en este mes.

Gady es un tipo apasionado por su profesión. Por eso se entusiasma como un chico a la hora de hablar de su flamante disco, al que define como “el mejor de su carrera”. Una producción de lujo con más de 30 músicos amigos invitados (entre ellos: Rudy Sarzo, Juan Rodríguez, Black Amaya, Rinaldo Rafanelli, Ciro Fogliatta, Alambre González, Luis Robinson, Eduardo Frezza, Machi Rufino, Alejandro Medina, Willy Quiroga, Fernando Lupano, Yulie Ruth, por solo citar unos pocos nombres).

Sin dudas, este es el disco que soñó realizar alguna vez: “Es un álbum que tiene que ver con cosas vividas. Amores, frustraciones, desengaños, sueños en marcha, amistades frustradas…”
En una palabra, existir. Y es que en el fondo, Gady nunca dejó de ser ese pibe que aporreaba una guitarra de palo, tocando y tocando las cuerdas sin parar, hasta que le sangraban los dedos. Ese mismo muchacho que luego se convertiría en uno de los más versátiles guitarristas de rock y blues del país.

ENTREVISTA> ¿Cuáles fueron tus inicios en la música?
En realidad, hay varios inicios. Hay uno que ocurrió cuando yo era muy chico, que creo que tiene que ver con el área del inconsciente. Me acuerdo que estábamos en un asado con mi familia, yo tenía cinco años, y había unos gauchos guitarreando. En un momento quedó una guitarra arriba de la mesa. Nos quedamos los dos solos: la guitarra y yo. Entonces la agarré y empecé a tocar, así de una, con las cuerdas al aire, y le di sin parar; re entusiasmado. Cuando me vinieron a ver, tenía la guitarra toda manchada, por los hilitos de sangre que habían salido de mis deditos, de tanto tocar. Entonces, los gauchos comenzaron a decirle a mi vieja: “Eh, señora. Este le va a salir guitarrista…” En ese momento comencé a tocar y ya no paré más.

¿Enseguida te mandaron a estudiar?
Sí, mi vieja me consiguió una guitarra y me mandó a tocar a lo de una profesora, que daba clase a una cuadra y media de mi casa. Era el año 67, más o menos; pleno boom del folklore. Ese género fue lo primero que toqué. Luego estuve un par de años estudiando en una especie de conservatorio privado que enseñaba un nuevo sistema “revolucionario” para aprender música. Todo un verso porque era una mierda, pero igual, de alguna forma, me sirvió en mi desarrollo como músico. Mientras tanto, siempre tocaba la guitarra en los actos del colegio, tanto en la primaria como en la secundaria. Me acuerdo que mi “debut” se dio a los 10 años, cuando canté en el cine Gran Alsina, en un festival del colegio que estaba abarrotado de gente. Eso me marcó a full, porque me banqué la situación yo solito, arriba del escenario, cantando mientras tocaba mi guitarrita. En esa época, cantaba cosas como “Córdoba de Antaño”, “Ódiame”, “Jardín Florido”… Mi vieja me miraba y se le caía la baba.

¿Y cuándo pasaste del repertorio folklórico a volverte loco por el rock?
En el secundario. Me acuerdo que veía a los pibes más grandes, de cuarto o quinto año, que venían a levantarse minitas de mi división, tocando temas de Vox Dei como “Las Guerras” o “Los Libros Sapienciales”. Tocaban también “El Monstruo de la Laguna” y “Post Crucifixión”, de Pescado Rabioso. Entonces me empecé a interesar mucho por esa música que yo no conocía. Primero, comencé por aprenderme esos temas y eso me motivó a meterme más en todo aquello que fuera música rock. Me acuerdo que una vez, hasta me fui a un baile de carnaval sólo para escuchar a una banda que hacia temas de Zeppelin como “Living Loving Maid (She`s just a Woman)”. Me gustó muchísimo ese tema y lo terminé sacando en mi casa en la guitarra criolla. Así empecé. Mi primera banda también es de esa época. La formé con un par de amigos de mi misma edad, 14, 15 años; haciendo temas de Zeppelín, Budgie, Black Sabbath, etc.

Grupos setentosos que te siguen marcando aun hoy. Por eso en vivo haces una versión de “Como el Viento Voy a Ver”, un blues de Pescado…
Sí, tal cual. Me gustaba mucho Pescado Rabioso, el Reloj, Polifemo. Lo que me pasa ahora, cuando ya pasé los 50 años, es darme cuenta de que yo siempre tuve un interés por la guitarra blusera. Por ejemplo, me gustaba más la desprolijidad de Jimmy Page que el estilo súper técnico de Ritchie Blackmore; aunque los escuchara mucho a los dos por igual. Hay un montón de discos que me marcaron de chico: Machine Head e In Rock, de Purple, Led Zeppelín II… Me encanta la desprolijidad del blues. Creo que una vez que agarré esa veta, ya no la dejé.

Ya en los 80, te largas con todo en la música…
Sí, luego de meterme a hacer blues, en una banda a mediados de los 70, componiendo temas y todo, me agarra la movida del heavy metal, que coincide con la famosa apertura de la difusión del rock nacional a partir de la Guerra de Malvinas. En esa época yo ya había empezado a escuchar a Van Halen y ACDC. Van Halen, directamente, me partió el mate… Las cosas que hacía Eddie (Van Halen) medio que me salían y entonces tomé (un poco) del carisma de ese tipo de guitarrista.

¿Fuiste a verlos cuando vinieron a tocar acá, en 1983?
Siiiii, por Dios y la Virgen… Ese concierto está entre lo mejor que vi jamás en vivo. Yo ya había visto a Queen cuando tocó en Vélez en el 81, pero lo de Van Halen sin dudas que me marcó a full, me quedé con los pelos de punta. Aunque vinieron cuando estaban atravesando su mejor momento, acá no eran muy conocidos. Imaginate que tocaron dos veces en Obras. Si vinieran hoy tendrían que tocar en River… Nosotros ya veníamos con los pibes, tocando en una onda parecida a la de Van Halen, pero se me hacía muy difícil hacerlo porque en ese momento era muy complicado conseguir una mísera palanca para la guitarra, hasta los micrófonos… Con eso te digo todo. Nada que ver con la época actual, que hasta en una farmacia te podes comprar una (guitarra) Les Paul china… (risas) En esa época surge Alakrán, una banda de heavy clásico que fundé junto a Mario Ian y Julie Ruth. Con Alakrán nos posicionamos en el grupo de las cuatro principales bandas de heavy metal argentino junto a V8, Bloke y Bunker. Justo cuando estábamos empezando a tocar más seguido con Alakrán, a aparecer en la tele y demás, se da lo de La Torre.

ALTO EN LA TORRE

Y te vas a tocar ahí. ¿Los conocías del barrio, a Oscar Mediavilla y Patricia Sosa?
No, no los conocía. Y eso que vivían a diez cuadras de mi casa. A mí no me gustaba La Torre. Yo era re heavy y la onda de ellos no me cabía ni ahí. A decir verdad, me costó mucho decidirme a irme de Alakrán para ir a tocar a La Torre

¿Y de dónde te conocían ellos, cuando te llaman para que unas al grupo?
Qué sé yo… Ellos contaban una historia de que me habían visto pasar, andando en moto con una guitarra... Una gilada. En realidad, yo había ido a pedirles el valor de un circuito integrado que se me había quemado en la pedalera de la guitarra, porque me había enterado de que ellos tenían un pedal igual. Cuando el chabón (Mediavilla) me vio, con la pinta que tenía yo en ese momento: pendejo, rubio, pelo largo; dijo: “yo necesito en mi banda a este tipo”. Justo se iba de grupo el Negro García López y ellos ya tenían proyectada una gira por Europa, la grabación de un nuevo disco y tocar en el Festival de La Falda. A pesar de todo eso, yo no tenía muchas ganas de entrar al grupo porque, así como no me gustaba la música de La Torre, tampoco me gustaba que cantara una mina. Me tuvieron que convencer mis amigos para que aceptara…

Al final te tuviste que acostumbrar a la onda de la banda, ¿no?
Claro, me acostumbré. Sin embargo, estando en La Torre, me encontré con un grupo que sonaba muy bien y tenía mucho trabajo. Eran súper profesionales en todo lo que hacían. Tocábamos todos los fines de semana, teníamos grabaciones, viajes, giras… Y a mí, que todavía era pendejo, me pintó la onda “Hollywood”. Pasé de tocar en mi barrio, ensayando todo transpirado, a ser un músico profesional. En esa época me compré mi primer amplificador Marshall. Además vi que mi trabajo en la banda, de todas maneras, no perdía identidad porque mi labor no dejaba de ser rockera. Así que lo empecé a disfrutar. Además me fue bien porque la gente rápidamente me identificó como el guitarrista de La Torre. Y formamos una dupla con Patricia que sonaba muy bien, tipo Page y Plant, que a la gente le encantaba y que se empezó a volver muy popular, en especial en el interior del país. Se formó una mística muy importante sobre esa dupla.

Con Patricia Sosa, eran las dos caras más visibles de La Torre…
Tal cual. Éramos los que más aparecían en fotos, reportajes y demás…

Con La Torre en la URSS, 1988.
¿Cómo consiguen realizar una gira por la Unión Soviética?
Primero fuimos a España a tocar en un festival iberoamericano en el que tocaban los principales solistas y bandas de Latinoamérica. Allí estuvimos con La Torre representando al rock argentino junto a Charly García (a quien acompañó Fricción) y Pedro Aznar. También estuvieron Los Prisioneros (de Chile), El Tri (de México), Paralamas do Sucesso (de Brasil), Miguel Ríos (por España), etc. Luego de hacer eso surge la posibilidad de ir a tocar a la Unión Soviética, debido a un intercambio cultural que se hacía con una empresa soviética, que manejaba al Circo de Moscú y a otros espectáculos de allá. Ellos pidieron un número de rock y nos llamaron a nosotros para que fuéramos, representando a Argentina. Me acuerdo que habíamos ido a las oficinas de (Daniel) Grinbank, en la Rock & Pop, para que nos vieran. A los tipos se ve que les gustó La Torre, porque éramos una banda muy visual y prácticamente la única pura de rock ´n roll que había en el país en ese momento, porque justo Riff estaba en un párate. Era una época de ablandamiento general, en el ambiente musical, con toda esa moda de las baterías electrónicas y las secuencias digitales, que había hecho caer a todo lo que era el estilo de rock pesado con guitarras distorsionadas y demás. En definitiva, fuimos a Moscú y hacemos una gira de 26 conciertos en 28 días, tocando cada día en shows para públicos de no menos de 15.000 personas.

¿Y cómo fue la recepción del público?
La gente se volvía loca con nuestra música. Tocábamos antes de los shows de un tipo que era re groso allá: Vladimir Kusmin. Un flaco que era algo así como el Charly García soviético. El loco tenía una convocatoria impresionante y su propio público se re entusiasmaba con La Torre. Kusmin se quería matar, cada vez que tenía que subir al escenario luego de nuestras actuaciones, porque La Torre tenía una potencia impresionante en el 88. Lo terminamos eclipsando. Éramos una maquinaria de aplastar cabezas, jajá…

UN TODO TERRENO

Luego de tu paso por La Torre, ¿cómo siguió tu carrera?
Cuando en el 90 Patricia decide lanzarse como solista, nos quedamos en pelotas. Ahí armo Gasolina, una muy buena banda de hard rock que llegó a grabar un disco llamado Inflamable. Ese álbum tuvo mucho éxito, se vendió todo, pero la compañía no nos siguió apoyando, no sé muy bien por qué razón. Apostaron todo al primer disco y luego se abrieron de gambas. Esa situación, de habernos quedado sin apoyo para grabar el segundo disco de Gasolina, justo cuando ya teníamos compuestos unos temas bárbaros, me generó una depresión. Los pibes del grupo no sabían que hacer, pensaron hasta en hacer una onda como la de Nirvana o Aerosmith, solo para conseguir una discográfica que nos apoyara en la grabación de un nuevo disco. Pero yo me negaba a hacer eso, así que entonces volví a tocar blues. Y así empecé a componer el material de Conventillo, que es mi disco solista. Una producción ideada hace mucho tiempo pero que recién fue editada en 2009.

También tocaste con Pappo, ¿no?
Sí, conocí a Pappo cuando volvió de EEUU, en el año 91, con la intención de rearmar Riff. Me acuerdo que un día apareció el Carpo en un ensayo de Tarzen, la banda en la que yo estaba tocando junto a Dany y Michel Peyronel y Vitico. Imaginate que yo estaba re cagado porque Pappo era uno de mis ídolos desde que era muy chico, y me daba mucha impresión conocerlo en persona. Yo lo traté con mucho respeto y enseguida nos hicimos amigos. Luego, me invitó a tocar con él. Me acuerdo que a Pappo le gustaba mucho mi Marshall y varias veces me lo pedía prestado. Tocábamos mucho en esa época junto a Botafogo y con el Negro Black (Amaya). En ese momento, a los conciertos de Pappo no iba nadie… Yo no ganaba un mango y ya tenía una familia, hijos que mantener. Entonces me cansé y le dije: “Carpo, discúlpame, pero no puedo más. Tengo que salir a laburar porque me estoy muriendo de hambre…

Con Pappo, ¿no tocaste más?
No, pero nos seguimos viendo. Me acuerdo que luego, en 2004, cuando formé el trío El Adoquín, junto a Juan Rodríguez y Rinaldo Rafanelli; Pappo venía bastante seguido a ver nuestros conciertos, y hasta se subía a tocar con nosotros, porque le gustaba mucho la música que hacíamos. Inclusive su muerte se produce un día antes de que tuviéramos que tocar con él en el Hard Rock Café. Imaginate, lo que fue para nosotros hacer ese show sin él…

DE AQUÍ Y DE ALLÁ

¿Qué trabajos realizaste por fuera de tu actividad musical?
De todo. A mí, la ruptura de La Torre me había dejado en la calle y los proyectos musicales subsiguientes no fueron redituables, económicamente hablando. Por ese motivo, tuve que hacer todo tipo de trabajos por fuera de la actividad musical para sobrevivir. Yo nunca tuve problemas. Puedo realizar una instalación eléctrica o revocar una pared, así como arreglar un auto. Incluso, en una época, trabajé de taxista, pero terminé vendiendo el tacho porque me quemó el bocho… (risas)

Y además trabajaste como protagonista de comerciales en la TV, ¿cómo se dio?
Casi de casualidad. Me acuerdo que un día viene un amigo y me avisa de que estaban buscando un guitarrista de 40 años para realizar un papel en una publicidad. Al principio, medio que dudé porque nunca había hecho ningún trabajo actoral, ni nada parecido. Mi amigo fue el que me convenció de ir a realizar el casting. Lo hice pero no quedé seleccionado. Sin embargo, a los 15 días me llamaron para hacer un institucional de (el canal de música) Vh1, realizado en inglés para EEUU. Con esa publicidad gané un premio FIAP (Festival Iberoamericano de Publicidad). El comercial también ganó 10 premios en Cannes. Y así empezó “mi labor actoral”, por llamarla de alguna manera. Mis personajes son siempre de guitarristas, heavies, rockeros… Luego también hice una publicidad para el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un institucional acerca de cuidar la limpieza de la ciudad.

Siendo un guitarrista reconocido, ¿nunca se te ocurrió irte a tocar al extranjero?
Yo fui seis veces a tocar a Europa. Tuve varias oportunidades para radicarme en el extranjero, pero no lo hice. Lo que pasa es que yo me casé muy joven y tuve cuatro hijos. Además, para mí, mi barrio es mágico y todas mis cosas son mágicas también. Mis amigos, mi familia, mi vieja… La verdad es que me costaría mucho irme de acá. Sin embargo, hace un par de años estuve tres meses deambulando por Barcelona, Madrid y Portugal. Fui solo a tocar sin ningún plan específico. Estuve jameando mucho en todas partes y toqué con varios amigos: Fernando Lupano, Quebracho, Claudio Gabis… También traté de editar mi disco solista allá, pero no pude porque justo estaban en plena crisis económica.

UN CONVENTILLO LLENO DE TANGO Y ROCK

Foto: Hugo Panzarasa
Contanos algo sobre la grabación de tu primer disco solista.
Luego de que vendí el taxi, decidí pagarme mi propia producción independiente que es este disco. Yo aspiro a que quede para la posteridad porque, la verdad, más allá que se venda o no, es un discazo. Una verdadera labor de amor. En la grabación de este disco tuve el placer de contar con la participación de músicos re talentosos como Luis Robinson en armónica, Fanta Beadoux en bajo y Antonio Ibars en bandoneón.

¿Por qué le pusiste de nombre Conventillo?
Se llama así porque se refiere a mi casa. Mi casa es una casona vieja, en la que (a lo largo de los años) vivió mucha gente. De esa inspiración salió el tema “Conventillo”, que me parece que es el mejor que compuse en toda mi vida. Por eso le da título al álbum. En el disco también hice una versión de “Libertango” de Piazzolla que es impresionante. Suena súper eléctrica, heavy. Incluye también guitarra criolla y bandoneón. Ese cover me abrió las puertas hasta ante el público que es reacio a escuchar un tango hecho con guitarra distorsionada. Hasta Víctor Hugo (Morales) lo pasaba en un bloque de tango que tiene en su programa de radio así como el mismísimo (Horacio) Embón… ¿Qué querés que te diga? La verdad, ¡lo mío es rarísimo! (risas).

¿y te enganchaste con el tango?
Sí, totalmente. Por esa misma razón, porque me gusta mucho la música de Piazzolla y todo lo que tiene que ver con la bohemia del tango, quiero seguir involucrándome en ese género.

¿Qué te gusta y te disgusta del rock argentino actual?
Me gusta lo verdaderamente rockero. Lamentablemente, hay mucho gil colgado del árbol del rock, que tienen menos rock que un esquimal... Mi formato personal de rock no tiene secretos: una batería poderosa, un bajo bien gordo, una viola distorsionada de cualquier modo, y un tipo a los gritos... Lo demás, depende del buen gusto, y el compromiso con el instrumento, cada uno sabrá cómo ser artífice de su propia obra, a su manera, porque siempre habrá detractores y seguidores. La incertidumbre de crear y gustar es parte de la adrenalina bendita de la cuestión, nadie es mejor, ni peor que nadie. todos somos distintos, y capaces de hacer algo bueno para los demás, y para uno mismo. Lo demás, es azaroso, puede ser un éxito total, o un fracaso brutal. Lo importante, es hacer lo que a uno le parece digno a su forma de ver...

HABLANDO SOBRE LONG PLAY, SU NUEVO PROYECTO-DISCO-SUEÑO…

¿Por qué se llama Long Play tu nuevo álbum? ¿Tiene algo que ver con la idea de que es un disco “como los de antes”, para escuchar de principio a fin, sin parar?
Se puede decir que sí. También se llama así porque es un término conocido por todos, tipo “obra explícita”. Es una definición genérica casi global, además de significar muchas otras interpretaciones en la traducción, tipo “jugar largo”, “larga duración”, “larga vida”, o como lo quieras interpretar… Y es más que nada un nombre en alusión a los músicos invitados del disco, y a su propia obra. Una vieja palabra foránea, que todos sabemos significar… y, sí… creo que es para escuchar de principio a fin, cómodamente instalado... jajaja

¿Cómo lo pensaste, lo compusiste?
Bueno, la “musa inspiradora” viene cuando quiere. No tiene timbre: a veces llega, y no hay herramientas para plasmarla, entonces se acumulan canciones. Algunas van mutando, a medida que las vas tocando, y llega el día que se entra al estudio, y se plasman en la obra real... Siempre estoy intentando canciones, riffs, letras... y muchas de ellas, ni siquiera son pensadas, o vienen a través de un acorde, una melodía; pero me gusta la espontaneidad del momento en que son creadas, o pensadas. De ahí la diversificación, los estados de ánimo, los amores y las broncas, a veces… Todo tiene música, si lo que buscás, es música.

¿Son todos temas compuestos en los últimos años o versiones de otros autores?
Hay temas viejos, de muchos años atrás, que estuvieron esperando ser grabados, como “Mecánico de Guardia”, o “Gardelito”; y otros más nuevos, como “Marihuana Mala”, o “Más de lo mismo”. Siempre me gustó la idea de versionar a Piazzolla, en alguna de sus obras; ésta vez, versioné “Adiós Nonino”, considero que es una versión curiosa del género, en cuanto a sonido e intención. Como te decía antes, ya lo había hecho en mi álbum anterior, con “Libertango”, con excelente resultado, a mi juicio rockero, y con ésta impronta del tango, que brota por si misma de mis propias raíces. También experimenté con un tango cantado, pero orquestado de otra forma, también de Piazzolla/Ferrer: “El Gordo triste”, y quedé muy conforme con el extraño resultado obtenido. Este es un tango distinto, tiene distorsión, pero que huele a Buenos Aires. Estos son los únicos temas que no compuse en el disco. También reversioné “Camino a verte”, un tema de Gasolina, mi banda de hace años. Esta es una canción que siempre me gustó, y merecía otra oportunidad de llegar a la gente...

¿Con cuáles de tus referentes o ídolos musicales crees que se relaciona la música incluida en este disco?
Muchos de mis referentes son parte del álbum: Willy Quiroga, Ale Medina, Edu Frezza, Rino Rafanelli, Black Amaya, Juan Rodríguez, Machi Rufino, Alambre González; y todos, absolutamente todos, me dejaron algo, y por eso son parte. También tuve la fortuna que participen viejos compañeros de ruta, como Beto Topini, o Fernando Lupano; además de otros que admiro profundamente, como Juanjo Hermida, Rudy Sarzo… Además de testigos de grandes recuerdos, como Nico Raffetta, o Luis Robinson… Podría decirte algo de cada uno de ellos, y podrían haber sido varios más, si la “nafta” hubiera sido suficiente… Por supuesto que mi impronta es Pappo, como guitarrero y compositor, lo siento siempre cercano, siempre a mi propio gusto. Luis Alberto Spinetta marcó mi corazón, pero no es tanto mi estilo, aunque hago algunos temas de él en mis conciertos, que me purifican el alma. Lo mío es rock y blues... “Con tres tonos nada más”. He tomado muchas influencias, que quizás encuentres familiar en algún compás, pero creo que, aun aprendiendo de todos un poco, mi estilo como guitarrista y compositor, no se ve comprometido con nadie en especial, y con todos a la vez; y eso, me gusta.

Amigos: Con Black Amaya y Juan Rodríguez, grabando el nuevo disco.
¿Cómo y cuándo lo grabaste?
Lo grabé durante los años 2013 y 2015, con muchas idas y vueltas, horarios rebuscados, y bastante esporádicos por momentos, un poco tropezando con las nuevas tecnologías, que fueron agiornando el estudio, a veces con dinero en cuenta gotas Imagináte que fue un proceso de grabación complicado, con varios accidentes de producción y organización, al contar con tantos invitados. Por ejemplo, comencé a grabar, y me quedé sin banda… De ahí, la idea de Alambre de hacerlo con invitados. Luego se fueron sumando los músicos que hoy son parte de mi grupo, La 4x4, y que también son parte del disco, y de mi actualidad: El Griego Alonso, Silvio Hunko, y Fabián Prado. Ellos son mi banda de hoy, pero la idea inicial era hacer un disco con invitados inspiradores personales.

¿Cómo elegiste, en cada caso, precisamente a estos músicos para cada canción en particular?
Busqué acomodarlos según lo que me parecían su estilos, sus formas de tocar en cada tema. De todas formas, algunos planes se cambiaron a último momento, con respecto a la idea imaginada inicialmente. Pero creo que di en la tecla, o en el traste indicado con cada uno, en cada tema, o al menos, lo ejecutaron como yo soñaba de antemano.

¿Cómo se dio el contacto con Rudy Sarzo?
Se dio por medio de un gran amigo mío: Peter Deantoni, un viejo lobo del medio, que fue mánager de Pappo, Vox Dei, etc., etc., etc... Él fue quien me confió el armado de la banda que iba a acompañar a Rudy en su gira por el país. En ése momento yo tocaba en Alakrán, y me apoyé en cada uno de mis compañeros para llevar a cabo la gira con Rudy. Luego, de ésa misma gira, surgió la amistad, y su generosidad para ser parte del disco. Sin dudas, no hace ni falta que lo diga, es un verdadero lujo para mí. Imagináte lo que significó estar tocando al lado del bajista de Randy Rhoads… Es algo único e irrepetible. Y mucho más significativo es que sea parte de esta obra.

¿Cuánto de blues, rock n´roll clásico y hard rock hay en la música del disco?
Creo que hay de todo un poco, y nada se sale de línea. Me gusta jugar con los extremos que más me identifican. Digamos que trato de transitar la autopista que va por el medio de ambos, no me rotulo como blusero extremo, ni como músico de heavy metal, pero me gustan ambas corrientes, lo que en definitiva es Rock; y eso es lo que busco... Quizás para el blusero extremo, soy demasiado “muchas notas”, y para el metalero extremo, demasiado blando, o “manolenta”... Pero ninguno de ellos podrá negar mi parte blusera, ni mi parte ultrarockera. Ambos estilos son mi esencia, y trato de enlazarlos de algún modo, porque con ambos soy feliz...

Foto: Hugo Panzarasa
¿Cuánto de ese espíritu tanguero que tanto te gusta hay en la música de este álbum?
El tango está ahí dentro, yo lo siento, y por momentos lo vivo... Más de un tanguero pensará: que sabrá éste de tango... pero lo entiendo, porque lo mamé, casi desde la cuna, y es una impronta que no se puede quitar de uno. Me encanta cantar tangos, y no voy a dejar éste mundo sin grabar un disco solo de tango. También lo siento mío...

¿Cómo haces para auto gestionar este trabajo y promocionarlo?
Bueno, difícil es ser efectivo en todos los frentes. Por supuesto, me manejo por Internet, auto gestionándome. Yo me gestiono con las redes sociales, como puedo. Siempre se depende un poco de la gente que sabe manejarse mejor en cuestiones que a veces escapan a nuestro dominio. Personalmente, me fastidia ocuparme de lo que no tenga que ver con lo musical, aunque, generalmente, termine haciendo cosas que no me corresponden, o que no tienen que ver demasiado con la creación, o el instrumento. En definitiva, trato de ocuparme de lo que realmente me gusta hacer, aunque no siempre se puede por completo lograrlo...
Por otro lado, creo que logré un poco de chapa en el ambiente musical. Se reconoce bastante mi trabajo y valía como músico. Soy amigo de muchísima gente muy grosa y todo eso me hace muy feliz. El hacerme rico con la música, eso ya no va a ocurrir, pero no me interesa. Nunca busqué llenarme de guita con esto. Toco porque la música es mi vida. Yo soy un tipo que, a pesar de hacer pasado por varios momentos complicados, siempre tiro para adelante. Soy optimista por naturaleza.

Reseñame cuales van a ser tus proyectos en un futuro inmediato, Gady
Bueno, Long Play es un sueño nuevo, que seguramente abrirá algunas puertas, o las golpeará, al menos... Tengo mucha expectativa de que llegue a la gente que ama al género, lo que es bastante difícil, hoy por hoy, porque estar sonando en los medios es casi imposible por varias razones, siendo independiente. De manera que mi único proyecto, es seguir viviendo... Si es posible, de la mano de la música, que es lo que me trae la felicidad personal. Y si yo soy feliz, seguramente haré feliz a quienes me quieren, y me acompañan en ésta vida. Mientras tanto, sigo cumpliendo sueños... Dicen que la vida es como la guita: parece que no se acaba, y en una vuelta de taba, te encontrás que ya no hay más... Remate tanguero. Hay que vivir cada instante. Ese es mi proyecto.

Emiliano Acevedo



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