lunes, 21 de marzo de 2016

CARLOS GARDELLINI: "Recién cuando entré a tocar a Vox Dei, empecé a sentirme un músico de rock en serio..."




Nacido en Lanús en 1964, Carlos Gardellini es, desde 1992, el guitarrista de Vox Dei, el grupo más añejo del rock nacional, y el único que se ha mantenido unido desde los comienzos del género. Verdadera leyenda del rock de la zona sur del GBA, la música de esta banda cautivó a varias generaciones de argentinos. Justamente, uno de ellos fue Gardellini, que escuchaba los discos de Vox Dei, siendo niño, a principios de los 70, mientras soñaba con ser una estrella de rock, tocando –y gastando- sus primeras y rudimentarias guitarras. El tiempo quiso que sus sueños se cumplieran, pero nada fue fácil para Carlos. La suya es una historia como la de muchos músicos en la que se cumple ese axioma de que “si no te rompes el orto, no triunfas”; es así nomás. Que Gardellini es un tipo apasionado, de eso no hay dudas. Salta a la vista apenas se pone a hablar y te cuenta acerca de todos estos años de rock que le tocó vivir. Es una persona que respira rock por todos sus poros, un músico en serio que ama su profesión. Tuve el placer de conocerlo, hace poco, y charlamos un ratito en la sala de ensayo La Viga en Lanús, entre las sesiones de sus dos amores musicales: su compromiso eterno con Vox Dei y su banda personal Lucille, un fresco emprendimiento lleno de rock hecho y derecho, al que Carlos viene dando forma desde 1996. De eso va esta charla, pasado, presente y futuro de un músico del sur…

ENTREVISTA> ¿Cómo fueron tus inicios en la música?
Cuando yo era chico, era muy común que hubiera guitarras en todas las casas, todo el mundo compraba una; mi hermana también tenía una, pero nunca la tocó, así que la agarré yo. Esa guitarra, fabricada en Antigua Casa Núñez, terminó siendo casi un juguete mío. Yo la tocaba, la agarraba; pero, la que se termina dando cuenta de mis condiciones fue una prima mía, que era concertista. Me acuerdo de que yo iba a su casa y tocaba en su guitarra de concierto, sin haber estudiado nunca. Al notar esa facilidad que tenía yo con el instrumento, mi prima empezó a insistirle a mi vieja para que me lleve a estudiar guitarra. De cualquier forma, yo venía escuchando música desde chico, escuchaba los discos de mis viejos, pegado siempre al tocadiscos…

¿Y cuándo empezaste a comprarte tus propios discos, a decir “me gusta escuchar esto”?
Por suerte, mi hermana, que es mayor que yo, y su novio (mi actual cuñado), siempre escucharon buena música. Ellos tenían muchos discos de la época, entre ellos varios editados por (la compañía discográfica) Apple, pero no sólo los discos de los Beatles si no también los de otros solistas y grupos a los que ese sello también editaba, así como los posteriores discos solistas de ellos cuatro. Por eso me acostumbré a escuchar temas como “Old Brown Shoe” de Harrison, “Mother” del primer disco de Lennon o “Another Day” un tema alucinante de McCartney… Después me empecé a copar con Creedence, hasta que luego aparecen en mi vida el rock nacional y el rock progresivo, etc.… Mis primeros discos los empecé a comprar a partir de los 13 años, más o menos. Yo tenía un tío que era dueño de una disquería y -desde muy chico- me dejaba escuchar discos ahí. Luego, cuando crecí, empecé a trabajar con él, y así, cuando me mandaba a comprar discos al mayorista, yo me traía 3 o 4 discos que me gustaban. En ese momento me acerqué a álbumes de los Rolling Stones, Sui Generis, etc…

¿Ya tenías algún guitarrista predilecto en esa época?
Si bien varios discos muy populares de la época, como Adiós Sui Generis, me hicieron prestar atención a lo que era la relación de un músico con su instrumento; el día en que escuché “El Tren de las 16”, se pudrió todo… Ahí me di cuenta de que eso era lo que yo estaba buscando. Pappo fue el primer tipo al que alcanzo a reconocer como violero. Si bien a mí me fascina toda esa primera época del rock nacional, tanto Pappo como David Lebon fueron los tipos que más me influenciarían, con el correr de los años. Incluso, el escucharlos también me terminaría haciendo conocer a otros intérpretes extranjeros. Porque ellos dos marcaron un estilo, fueron los primeros tipos del rock nacional que tocaban los riff de Hendrix, Clapton, Jimmy Page; los únicos que tocaban ligados… Yo a través de Pappo después pude conocer la obra de bluseros como Peter Green… Por otro lado, sin dudas, como violero, también Hendrix es una de mis mayores influencias.

¿Y cómo sigue tu formación?
Empecé en el 73 o 74 estudiando folklore con Juan Carlos López Moreno, guitarrista de Antonio Tormo, ya que acá en el sur de GBA aún era muy difícil conseguir un profesor de guitarra que se copara con el rock. Había que ir a buscarlos muy lejos, a Capital, y yo era muy chico. Más adelante estudié algo de jazz con el Rocco Montesano, también tuve mis etapas de armonía, intervalos, y todo eso; pero lo que más hacía era acompañar discos de rock. Mis viejos me habían regalado una guitarra (criolla) Rómulo García, a la que yo le ponía cuerdas de nylon y la cuidaba mucho porque la usaba para estudiar. Mi primera guitarra eléctrica fue una Kuck, a los 13, producto de una rifa de una canasta familiar, ya que en por entonces los padres no ayudaban mucho. En esa misma época comienzo a armar mis primeros grupos con otros compañeros de colegio, en donde jugábamos a que éramos estrellas de rock.

¿Cómo fueron tus primeras experiencias como músico profesional? ¿Tuviste que trabajar de otra cosa mientras tanto?
Siempre fue difícil, recién pude laburar de músico mucho más adelante. Yo hacía el secundario, pero luego fui el primero de mi grupo que lo dejé, así que tuve que salir a conseguir un trabajo. Así, trabajando me pude comprar un par de instrumentos, una guitarra Tórax, algunos equipos, ayudar a comprar algo que les faltara a los chicos que estaban tocando conmigo. Justo ahí tuve que ir a hacer la colimba y se cortó todo lo que venía haciendo. Cuando salí, era un bajón total. Tenía la guitarra Telecaster toda rota, desarmada, y varios de los pibes de mi grupo ya estaban en otra… Pero justo, por suerte, conozco a un loco acá en Lanús, Quique, que tocaba heavy metal, y me invita a tocar el bajo con él. Yo acepté sin dudarlo, a pesar de que quería seguir tocando guitarra. El tipo, un capo total, me consiguió un bajo y a la semana ya estábamos ensayando. Un poco, ese fue el puntapié inicial para volver al ruedo, a tocar. Más tarde, me compro una guitarra. Mientras tanto yo trabajaba en el Correo y, de repente, me aparece la posibilidad de trabajar de músico, acompañando a un solista. Con este solista tocábamos de todo, desde temas melódicos como “A mi Manera”, “Extraños en la Noche” hasta llegar a “Reina Madre” de (Raúl) Porchetto, o “Tira para Arriba” de Zas; en plena época del Café Concert. Me acuerdo que tocábamos un montón: los martes, jueves, sábados, domingos… Aunque para esa época, cuando tenía 21, 22 años, yo ya tenía dos chicos, trabajábamos tanto haciendo esto de los Café Concert que hasta pude darme el lujo de renunciar al Correo y poder vivir de la música. También empiezo a dar clases, y así tocando (de a poco) me empiezo a hacer conocido. Más tarde, mientras empezábamos a profesionalizarnos un poco, grabábamos cosas para Canal 9.

¿Qué hacían en Canal 9?
Había programas musicales en donde aparecían desde cantantes a travestís, y nosotros –aunque no aparecíamos en vivo- le grabábamos la música de acompañamiento, en un estudio que se llama El Comedor de los Bucaneros.

EL MOMENTO EN QUE ESTUVO PRESENTE

¿Cómo se fue dando tu entrada en Vox Dei?
Cuando empezamos con esta sala (La Viga), junto a Pablo Podestá –un músico con el que venía laburando en esa banda de acompañamiento-, dábamos clases de instrumentos, y un día apareció Rubén (Basoalto) y se ofreció para dar clases de batería. Yo ya lo había conocido -como dos años antes- en un bar, probando sonido para otro grupo (semi profesional) que iba a tocar ahí. Me acuerdo que lo había saludado con mucho respeto porque para mí era un honor conocer a uno de mis ídolos de la música. Bueno, así que un día apareció acá, en la sala, y me preguntó si había alguna posibilidad de que diera clases de batería. Cómo ya había otro pibe dando clases, le dijimos que no, y se fue. No lo vi más, pero, un tiempo después, nos volvemos a encontrar, tocando juntos en un recital, y me saludó con mucha buena onda. Cómo justo no estaba más el muchacho que daba clases de batería, Rubén empezó a dar clases acá. Así, entre clase y clase, Rubén, Pablo y yo, formamos la Banda del Azar. Ahí, tocábamos un par de temas de Vox Dei, Pescado Rabioso y un par míos; hasta dimos una especie de conferencia de prensa para presentar este proyecto…

¿Qué hacía Vox Dei en ese momento?
Estaba tocando, con una formación con dos guitarristas, pero no estaban grabando, ni haciendo nada en particular. Era un momento raro de la banda, medio despegado de la tradición de lo que fue desde siempre el grupo. Por ese motivo, Rubén tenía ganas de armar algo conmigo, porque -tocando juntos- nos habíamos hecho amigos. Yo siempre le rompía las pelotas, diciéndole que algún día me invitara a tocar “Azúcar Amargo”, en un show de Vox Dei. Quería tocar ese tema porque cuando era chico tenía un equipo en donde, en un canal ponía un tocadiscos Winco, y en el otro conectaba mi guitarra, y tocaba –al unísono- acompañando la canción. Por eso siempre se lo pedía a Rubén, yo me conformaba con tocar “Azúcar Amargo” y nada más. Él siempre me decía “Ya lo voy a invitar, maestro, a tocar “Azúcar Amargo”, pero nunca lo hacía… Hasta que un día me llama por teléfono y me dice: “Usted quería venir a tocar “Azúcar Amargo”, ¿no?” “Más vale, por supuesto. Gracias Rubén…”, le dije. “Bueno, vengase hoy a las 3 de la tarde a ensayar, que mañana debuta tocando junto a Vox Dei…Ahí, yo le pregunté: “¿Sólo “Azúcar Amargo”? “No, todo el repertorio…” Y así fue, que entré al grupo, hace 23 años… Al principio, tocaba escondido atrás del bafle del cagazo que tenía… (risas)

¿Desde ese momento, entraste como integrante fijo del grupo?
Al principio pensé que no, porque, aparte, yo hice los dos primeros shows con ellos y ya tenía planeado irme de vacaciones con mi mujer y mis chicos. Pero, igual, aunque me fui, cuando llegué de las vacaciones, llamé al manager de ellos para ver qué onda y me entero de que me habían esperado, que no habían tocado en vivo, aguardando mi regreso. Ahí sentí que –aunque todavía debía demostrar que era capaz de estar en el grupo- ellos me habían dado su voto de confianza. De ahí en más, para mí fue algo maravilloso estar en el grupo. Así empezó en mi vida todo eso que significaba estar metido en una banda de rock en serio, todo el tema de las giras, viajar en avión… Ahí me empecé a sentir, por primera vez en serio, músico de rock.

Cantando con Ruben...
¿Y cómo fue la primera vez que entraste a grabar un disco con ellos?
Buenísimo. Lo empezamos a hacer luego de mis primeras giras con el grupo. Ese era un álbum que Willy (Quiroga) ya venía tramando junto a Daniel (Laira), el otro violero que estaba tocando entonces en la banda. Luego, para cuando se va Laira, ya estaba escrito el tema “Sin Darle Ya Más Vueltas” y alguno que otro más. Me acuerdo que Rubén también tenía compuesto “Si Vas Por Bien”, y como a mí me gustó siempre tocar el rock standard clásico, Willy me dice que había compuesto un tema, llamado “Cómo Toro”, –escrito especialmente para mí- para que tocara en esa onda. La idea era de que también tocara Pappo en ese tema, pero justo se pegó el palo con la Fuego, y terminé grabando yo los dos diferentes solos que tiene la canción. Bueno, entonces, nos fuimos a una quinta, con pileta y sala de ensayo, que quedaba, creo, cerca de Quilmes. Ahí empezamos a ensayar el disco, a partir de los demos que tenía Willy. El tema fue que, aunque ya teníamos reservadas horas en el estudio de grabación, no estábamos como para entrar a grabar, por eso el disco (Sin Darle Ya Más Vueltas, 1994) –aunque suena bien rock y pesado-, quizás, no terminó teniendo todos los arreglos que uno hubiese querido. Sin embargo, es un disco que está zapado adentro del estudio y eso le da un sonido muy fresco y distendido. Para mí, fue un álbum muy cargado de todo ese no sé qué lo vuelve especial, el hecho de que fuera mi primer disco que iba a salir editado -y con Vox Dei-… Sin dudas, fue maravilloso. Sin embargo, fue una época, económicamente, muy dura. Por ahí, Willy venía en auto a grabar pero, al mismo tiempo, Rubén y yo teníamos que viajar en bondi. Era poner toda la voluntad del mundo para grabar el disco. Ahí empezó todo, fue el comienzo del despegue para ganar un poco más de quita, al principio no teníamos ni para el catering…

Lucille
¿Vos seguiste dando clases en esa época?
Sí, seguía, porque tenía el negocio con la sala de ensayo y todo eso. Aparecían alumnos y yo no les quería decir que no, porque no me animaba a rechazar laburo, no me gustaba la idea de poder tener trabajo y rechazarlo. Hoy por hoy, prefiero pasárselo a gente de confianza que conozco porque no tengo tiempo y también porque no me parece copado acaparar todo yo, cuando a mí no me falta trabajo. Aparte siempre es preferible pasarle ese trabajo a gente que pueda dar clases, y estarle más encima al alumno, mientras que yo no le podría asegurar ese mínimo de atención ya que muchas veces me tengo que ir de gira con el grupo y demás…

SIN SEPARARNOS MÁS

¿Qué sentiste cuando Ricardo Soulé volvió al grupo y vos te quedaste afuera?
Sí, estuvo bien también eso…

¿No te molestó?
No, bueno, al principio un poco sí, pero me duró poco… Lo que fue una cagada fue el marco en el que se dio esa situación. Justo teníamos a un personaje de productor, que fue un boludo porque manejo muy mal el tema. Está más que claro que si hubiéramos hablado todo bien de entrada hubiera estado todo mucho mejor. Yo no tuve ningún problema, ninguna molestia ni con Ricardo, Willy o Rubén, aparte el proyecto estaba dado, de entrada, como para que toquemos los cuatro juntos. Como ya habíamos grabado el disco Sin Darle Ya Más Vueltas, y Vox Dei estaba de nuevo llenando los shows, con mucha concurrencia, estaba bueno que el Negro (Soulé) viniera a sumar. De hecho, la primera reunión –cuando él volvió de España- fue en mi casa. Ahí él nos mostró unas canciones que había estado componiendo y yo me sentía adentro del grupo todo el tiempo, hasta que no fue así, por los manejos del boludo que antes te dije… Así que, bueno, pasé a buscar mi equipo a la sala, y me fui. O sea, no terminamos abrazados y a los besos, pero tampoco a las piñas…

¿Los seguías viendo?
Sí. Al poco tiempo de que me fuera, Rubén venía a mi casa a verme y se quedaba viendo televisión, mientras yo estaba en la pieza, pero nunca le dije que no viniera más a mi casa. En ese momento, un día viene Willy a verme, con un par de botellas de (vino) Bianchi abajo del brazo, y me dice que quería hablar conmigo. Así que nos hicimos unas milanesas y hablamos. Él me dijo que quería seguir tocando conmigo, en una banda junto a Ricardo Giles –un baterista re groso, que había estado en La Torre-, Sergio Pessina –otro groso, re humilde, que también tocó en Vox Dei y con Spinetta-. Willy quería hacer este proyecto individual en paralelo con su trabajo con Vox Dei. Pero, por otro lado, también Rubén me dijo lo mismo, así que terminé tocando en las dos bandas solistas de ellos, en Willy Quiroga y La de Fierro y en Rubén Basoalto y la Banda del Pulpo. Luego, pasó lo que pasó, y terminé volviendo al grupo…

Claro, aparte Soulé no quiso continuar en Vox Dei…
Sí, bueno, eso fueron cosas de ellos y yo nunca pregunté qué había pasado, ni me interesa. Así que volvimos a tocar los tres juntos, de vuelta, ensayamos acá un jueves, y nos fuimos ese mismo fin de semana de gira a Mar del Plata.

¿Después, cómo sigue tu carrera y tu entrada en Los Romeos?
Con Vox Dei ya no paramos más. En paralelo a esto, un día me encuentro con el Chino Pérez, un amigo mío de la adolescencia, y me comenta que estaba tocando con Juan Rodríguez –otro de mis ídolos- en Los Romeos. Ahí me comenta que tenían unas sesiones para tocar acompañando a Hilda Lizarazu en su disco Gabinete de Curiosidades (2004), y me pregunta si no me quería enganchar. Como yo tenía tiempo, y estaba bueno –al mismo tiempo me encantaba la posibilidad de tocar con Juan-, le dije que sí. Así qué, ahí conocí a los chicos, a Sergio Nacif, el cantante del grupo, un tipo genial; y bueno, trabajamos junto a Hilda, y curtí una muy buena onda con todos. Yo me copé con la onda humana del grupo, la pasaba muy bien junto a ellos, y así me sumo en la grabación de su disco. No era algo que me comprometía demasiado porque ensayábamos una vez por semana, dos veces cuando estábamos por grabar, y los shows de Los Romeos se acomodaban a lo que tenía que hacer yo con Vox Dei. O sea que no me jodía para nada estar en los dos grupos a la vez pero, al final, decidí irme de Los Romeos porque no me parecía justo que tuvieran que depender de mí para poder tocar. Justo, el otro día estaba escuchando el disco (Pasaporte, 2006) que hicimos juntos y me gusta mucho, está bárbaro… Aún sigo en contacto con ellos, ahora justo están grabando algo y me invitaron, así que quedó una onda bárbara.

TENGO RAZONES PARA SEGUIR

Así llegamos a estos últimos tiempos de Vox Dei, ¿cómo fue afrontar todo?
En 2005, 2006, grabamos El Camino –un disco súper ensayado, que empezamos a idear mucho antes, a partir del 2000-. En el 2000 nos sacamos a mucha gente de encima –lo mismo que le había pasado al grupo en los 70, en la época que narraba la letra de “Ritmo y Blues con Armónica”-, o sea, nos deshicimos de tipos que nos manageriaban de manera incorrecta. Debido a esto, Willy nos propone que manejemos el grupo nosotros mismos, y decide pasar a ser el manager del grupo, algo que sigue haciendo hasta hoy. Lo que nos venía pasando a nosotros con los managers, es algo que les pasó a muchos grupos de rock. Nos pudrimos, nos habíamos dado cuenta de que estábamos a cargo de gente que nos llevaban a tocar al lado de un puesto de choripán, pidiendo mil mangos para que toquemos -porque les venía bien llevarse 200 pesos de comisión-, mientras que a nosotros nos dejaban para el orto, rifando el prestigio de la banda. Porque, mientras tanto, la gente decía: “Che, ¿sabés que Vox Dei está tocando por mil mangos en una parrilla?”. Cansado de esto, aparece un día Willy y le dice a un promotor: “Desde hoy, el show de Vox Dei vale tanto (un montón de guita más)…” Y ese tipo compra el show, y luego otro, y otro… Parece como que, más caro vendes al show, más la gente quiere tener a Vox Dei tocando. Así se estabilizó el status de la banda. En resumen, grabamos El Camino (2005) –auto producido por nosotros-, tocamos en el Teatro Ateneo, grabamos un disco en vivo ahí (Vox Dei, En Vivo, 2007), que suena muy bien… Se realizan tres conciertos en el Coliseo para festejar los 40 años del grupo. Fue un nuevo florecimiento del grupo, que no nos sorprendió porque sabíamos que estábamos haciendo las cosas bien. Nunca dudamos de nosotros, nos dimos cuenta de que podíamos llenar un teatro, podíamos tocar en el Quilmes Rock, volver a estar instalados en la escena del rock argentino –como lo estamos actualmente-, viajar al extranjero… Luego, también, llegó nuestra actuación en los festejos del Bicentenario, cuando tocamos para casi dos millones de personas. Imaginate que, un par de años antes, veía a los Rolling Stones tocando en la playa, en Brasil, para un millón de personas, y le decía a mi mujer: “Esto nunca me va a pasar…”. Pero me terminó pasando y fue increíble, y la mejor despedida para el maestro, El Enano (Rubén)…

¿Cuándo supieron que estaba enfermo?
Nosotros notamos, en los ensayos, que no estaba bien porque se olvidaba de las cosas. Pero jamás hubiésemos imaginado que tenía cáncer. Él tenía cáncer de pulmón con una metástasis en el cerebro.

Fue algo fulminante…
Y… Él fumaba mucho, y tenía una especie de tos crónica, pero, qué sé yo, hay mucha gente que tiene tos. En sí, la gravedad de su enfermedad la supimos tres semanas antes de su muerte. habíamos tocado en Banfield, en un show que salió todo mal, pero él quiso hacer otra función al día siguiente, y tuvo una voluntad tal que hasta su propio médico dijo: “Que haya podido tocar ayer fue algo sobrehumano, porque él ya no puede tocar”. Luego, se agravó la enfermedad pero, gracias a que le dieron corticoides, durante un par de semanas estuvo muy bien. Me acuerdo que iba al hospital a verlo y te hacía cagar de la risa. Hasta quería tocar a beneficio del establecimiento, hacer un recital acústico ahí… En verdad, siempre vamos a estar agradecidos a la gente del Hospital Argerich, y todo su equipo médico, por la atención que le dieron. Desgraciadamente, luego tuvo otra complicación, lo operaron un domingo, de urgencia, y lo sacan. Pero luego tuvo un problema más con otro tumor, que no era operable, y ya no pudo seguir adelante. Ni hace falta que diga que con Rubén, con su partida, se termina una parte muy importante del grupo, pero seguimos adelante porque, incluso, él nos lo pidió así, mientras estaba internado y surgió la posibilidad de ir a tocar a Bolivia. Entonces, entró Simón –el hijo de Willy- a la banda, y desde ese día, loco, no paramos de tocar nunca más… Fue una cosa re loca porque el mismo día que Rubén falleció se estaban acordando shows, y nosotros no lo podíamos creer, era como que él nos estaba dando una mano… Así, a la semana estábamos en La Pampa, y luego de gira por el sur del país… Es un despelote decirte en cuantos lugares vamos a tocar, porque así como estamos en Ushuaia también pasamos por Río Gallegos y Morón, viste… Tocamos en todos lados.
Sin dudas, la gente nos apoyó para que sigamos, El Enano así lo quería, y seguimos. No sé qué hubiese pasado con el grupo si nos lo hubiésemos planteado muy profundamente. Sin embargo, con Willy nunca dejamos de tener ganas de tocar juntos y se dio la posibilidad de seguir con Vox Dei porque, debido a que nosotros queríamos cambiarle el nombre a lo que hacíamos, empezaron a llover los mensajes de todos lados, de un montón de fans en las redes sociales, que querían que siguiéramos adelante con el nombre Vox Dei. En lo personal, también estoy tocando en Lucille, junto a un montón de grandes amigos que conozco desde hace muchísimos años. Es un grupo que la gente de Lanús conoce y va mucho a ver. Ahí hacemos rock and roll, algunas baladas, blues; toda esa onda tradicional que nos gusta mucho. 

Antes habíamos hablado de los músicos que te inspiraron de chico, ¿qué estás escuchando ahora?
Qué sé yo, a veces te sorprendés con muchas cosas. Desde el año 92, 93, conozco a Warren Haynes, el guitarrista que toca en los Allman´s Brothers, un tipo que graba unos discos que son increíbles. El otro día estaba escuchando Super Heavy, la banda de Jagger con Joss Stone, y me voló la cabeza. Después, siempre me gustan los mismos. Por eso, cuando estoy en casa agarro un disco de Roy Orbison, después uno de Led Zeppelín, No Quarter (de Page & Plant) o uno de los Black Crowes… Y los monstruos que me influenciaron –ya sean Hendrix, Deep Purple, Bob Dylan, Greateful Dead, Tom Petty o Los Beatles- van a estar siempre en mí, cada vez que agarre una guitarra para tocar…

Emiliano Acevedo


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