jueves, 13 de agosto de 2015

Electric Ladyland, el disco más avant garde de JIMI HENDRIX...


Ilustración: Ariel Tenorio (http://ccelrock.blogspot.com.ar)
Mil novecientos sesenta y ocho fue el año de las revueltas estudiantiles. Aquellas que sacudieron al París de De Gaulle con su “imaginación al poder”, pero también las que tuvieron lugar en México DF y que terminaron desencadenando una violenta represión estatal durante la tristemente célebre Matanza de Tlatelolco. Por supuesto, también estuvo la Primavera de Praga, rápidamente aplastada por los tanques de guerra rusos. La guerra de Vietnam se volvía cada vez más sangrienta, mientras que en EEUU eran asesinados Bobby Kennedy y Martin Luther King, antes de que el conservador Nixon fuera elegido presidente. En la Argentina de facto gobernada por Onganía, moría  John William Cooke; mientras que el cine mundial se conmovía con el estreno de 2001: Odisea del Espacio, el inmortal film de ciencia ficción niezcheriano del genial Stanley Kubrick. En el mundo de la música rock se separaba Cream, los Rolling Stones editaban Beggar’s Banquet y los Beatles, luego de su estadía en la India, volvían con una mochila repleta de canciones que verían la luz en el magnífico doble homónimo del grupo, el popularmente conocido como White Album.

Pero no serían los fab four los únicos que editarían un álbum doble en aquellos afiebrados días. Del otro lado del Atlántico, Jimi Hendrix, cansado de ser considerado -por gran parte del público y la crítica- tan sólo un fenómeno psicodélico, debido a su pop circense de guitarras llameantes y trucos variados, estaba a punto de realizar uno de los discos más monumentales de la historia del rock: Electric Ladyland. Una producción repleta de hallazgos experimentales, sonidos 3D que jugaban con la dinámica del estéreo, improvisaciones tormentosas y climas variados. Grabado en los estudios Record Plant de Nueva York, éste también sería el último álbum en estudio que el guitarrista editaría en vida. Por otra parte constituyó el punto final del trío que Hendrix formaba junto al bajista Noel Redding y el baterista Mitch Mitchell, The Jimi Hendrix Experience. La separación final se daría a principios de 1969, debido a las continuas peleas que Hendrix tenía con Redding, y también en parte debido al creciente interés de Jimi por trabajar con otros músicos en su afán de improvisar hasta llegar a niveles musicales insospechados.

Electric Ladyland comenzaba con “…And the Gods Made Love”, un corto tema instrumental con nombre cuasi mitológico, realizado a partir de efectos sonoros, ruidos y feedbacks. El segundo corte del álbum era “Have You Ever Been (To Electric Ladyland)”, una hermosa y sutil canción que empalmaba con la frenética y desaforada “Crosstown Traffic”, sin lugar a dudas, uno de los mayores clásicos de toda la carrera del guitarrista. Luego, en “Voodoo Chile”, Hendrix realizaba una atractiva y extensa improvisación blusera de más de diez minutos en donde participaban músicos invitados de lujo como Stevie Winwood (de Traffic) en órgano y Jack Cassidy (de Jefferson Airplane) en bajo. Así terminaba el lado uno del primer vinilo de Electric Ladyland.

El lado dos se abría con “Little Miss Strange”, un tema compuesto -y cantado- por Noel Redding, que el bajista grabó junto a Mitch Mitchell, durante uno de los faltazos de Hendrix al estudio de grabación. Más tarde Jimi le pondría una potente línea de guitarra con sus clásicos furibundos solos. Esta canción, a pesar de su simpleza, era muy interesante y no desentonaba con el resto del material.“Long Hot Summer Night” constituía otro gran momento de Hendrix con sus guitarrazos típicos; mientras que en “Come On” la Experience realizaba un muy buen cover del clásico tema de Earl King. Así llegamos a “Gypsy Eye”, una imponente canción de claro sonido Hendrix, en donde el guitarrista insinuaba lo que sería su labor posterior en la Band of Gypsys (su posterior proyecto musical junto a Billy Cox y Buddy Miles). A continuación llegaba el cierre de este primer vinilo de Electric Ladyland con “Burning of the Midnight Lamp”, un impresionante temazo psicodélico en donde encontrábamos una mortal combinación de reverberación sónica además de un par de coros tremebundos que se mixturan con el magistral uso de Hendrix de su clásica pedalera Wha-Wha Vox y el sonido demencial de un clavicordio, que generaba una atmósfera musical única. Escuchándola, se hace difícil poder creer que semejante canción haya podido ser grabada hace más de cuarenta y cinco años. Inclusive, Hendrix era tan grande que se daba el gusto de tocar este temazo en vivo, mientras que otros artistas rockeros de la época se exiliaban de los escenarios por no poder reproducir en sus conciertos lo que grababan en sus discos de estudio.

Una prueba más del descaro musical de Hendrix es la versión de “Burning of the Midnight Lamp” que aparecía en el compilado Live at the BBC. Sí, tocada en vivo en la radio, pero ¡en 1967!, un año antes de la versión de estudio. Otra razón más como para pensar que este tipo era un extraterrestre. Y es que Hendrix deslumbró a todo el mundo, desde el primer día en que aterrizó en Londres, la capital indiscutida del rock en los ‘60. Toda la primera división de los músicos ingleses lo admiraba. Personajes como Paul McCartney, Eric Clapton, Brian Jones, Jeff Beck o Pete Townshend lo elogiaban sin parar. Otros, como Mick Jagger, envidiaban su carisma y sensualidad escénica. Nadie daba crédito a lo que veía. Sin lugar a dudas, Hendrix fue el primer negro pop. Eclipsó a gran parte de la escena musical de aquella época, ganándole a los blancos en su propio terreno. Nadie entendía nada… 
Porque, ¿de dónde había salido este negro, zurdo e insolente, que extraía los más insólitos sonidos de su guitarra?
 
La misma pregunta que nos podemos hacer mientras escuchamos “Rainy Day, Dream Away”, una canción imponente en la que Hendrix empezaba a plasmar la idea conceptual de la primera mitad del segundo vinilo de este álbum doble. Mientras que en el último tema del primer disco el personaje protagonista se encontraba "quemando la lámpara nocturna", aquí ya comienza a quedarse dormido y empieza a sumergirse en ese mundo subacuático de ensueño de “1983 (A Merman I Should Turn to Be”). Así comenzaba esta fantasía que tenía lugar en el fondo del mar. Jimi sueña con que es un tritón (una criatura mitad hombre, mitad pez). En esta fantástica historia sobre una ciudad símil Atlántida, Hendrix daba forma a su concepto acerca de hacer música “bajo el agua”, o, mejor, de sonar como si estuviera sumergido. Un concepto ya vislumbrado en “La Música Acuática” del compositor barroco Händel, durante el siglo XVIII, y que obsesionaba al guitarrista mestizo. No por nada, poco después de grabar este disco, Hendrix comenzaría la instalación de su propio estudio de grabación Electric Lady, el cual está ubicado por encima del río Hudson en Nueva York. “De allí su famoso sonido”, como dijo alguna vez Charly García, refiriéndose acerca de esta mitológica sala de grabación, en donde se grabaron discos legendarios como Horses de Pattie Smith, Sandinista de los Clash y Songs in A Minor de Alicia Keys. Por supuesto, el propio García también se daría el gusto de grabar en Electric Lady su exitosísimo Clics Modernos en un 1983, paradójicamente, bastante diferente al imaginado 15 años antes por Hendrix. Ironía del destino, Jimi casi ni tuvo tiempo de disfrutar de su estudio de grabación -que le había costado un dineral-, ya que moriría pocas semanas después de su inauguración.

Siguiendo con esta recorrida de Electric Ladyland es momento de referirnos a “Moon, Turn the Tides”, un tema con ruidos de campanas acuáticas, marítimas y terrestres; las cuales iban “despertando” al protagonista de esta fantasía onírica. Este era el final del lado uno del segundo vinilo de esta obra. Ya de vuelta en la actividad diurna, la última parte de este álbum doble arrancaba con “Still Raining, Still Dreaming”. Aquí teníamos nuevamente a Hendrix dando cátedra de wha wha, mientras hacía estallar el leitmotiv inicial de este tramo conceptual del disco, con una fusión con clara reminiscencia jazzera. Así llegamos a “House Burning Down”, en donde Jimi realizaba experimentos polirrítmicos, rompiendo con el tradicional 4/4 rockero, para terminar derivando en un insólito 2/4 que sonaba casi tanguero (!) Lo seguía “All Along the Watchtower”, una canción que era de Bob Dylan hasta que Hendrix se la apropiara aquí con esta versión inmortal en donde realizaría uno de los solos de guitarra más espectaculares de la historia del rock. Pero, como si todo lo precedente no fuera suficiente, este álbum doble culminaba con “Voodoo Child”, un apasionante tour de force embrujado hecho canción que recorría varias de las antiguas tradiciones rituales de hechicería africanas. Este tema contenía además uno de los riffs de guitarra más famosos del universo. ¿Existirá algún fanático del rock que no conozca los primeros compases de esta canción? Difícil…

Punto final para este disco de otro planeta que noqueó a propios y extraños. Y como si su contenido musical no fuera más que elocuente, tampoco iba a ser fácil de olvidar la ahora icónica tapa de la edición británica de Electric Ladyland, que traía una foto con una veintena de mujeres desnudas, varias de las cuales aceptaron a posar creyendo que iban a conocer en persona al astro de la guitarra. Sin embargo, Jimi odió esta tapa escandalosa, que puso colorado a más de un alma puritana en aquellos días, en los cuales aún se creía que los discos de rock podían ser revulsivas obras de arte.

Emiliano Acevedo



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