lunes, 13 de abril de 2015

LOS BLUES DEL PANTANO MÁS OSCURO, entrevista a Gualicho Turbio



Los sonidos de los pantanos del Mississippi. Tierras inhóspitas donde no penetra el sol habitadas por personajes ariscos, aferrados a costumbres primitivas. Un universo mítico repleto de misteriosas supersticiones y pesadillas de aguas podridas. En esas tierras se cocinan los más suculentos sonidos del blues profundo, que transportan al oyente a una sociedad encerrada en su miseria y sus fantasmas.

Aquellos ecos del pantano y las vetustas músicas rurales del blues más añejo se pueden apreciar en Gualicho Turbio, una banda que genera de todo menos indiferencia. La primera vez que los vi fue en un video clip en el programa de Peter Capusotto y Sus Videos, y me sorprendieron mucho. ¿De dónde habían salido estos pibes? ¿Cómo se les había ocurrido hacer esta música? Seguramente, a muchas otras personas les causaron la misma impresión.

Es que Gualicho es una propuesta musical inusual por donde se lo mire. Un trio sin bajo, en donde Zelmar Garín (38) cumple a la perfección su rol de hombre orquesta: canta, toca la guitarra y la batería, ¡y todo al mismo tiempo! El papel de frontman recae en Juanjo Harervack (39), un ser poseído que en el escenario mueve sus caderas como loco, mientras agita las maracas y nos canta toda su poesía tenebrosa. Por último, pero no menos importante, el combustible que propulsa a esta máquina sonora sale de los pulmones de Hernán Balbuena (37), un armoniquista, mezcla de chaman con vagabundo, que deja girones de su alma en cada soplido, estremeciendo a los mortales.

¿Y por qué “Gualicho Turbio”? En su nombre, el grupo también hace referencia a la mística del Río de la Plata, al candombe y los sonidos afro americanos, y a esas visiones de las ofrendas en las esquinas de los barrios del conurbano. “Creo que lo del nombre del grupo es algo muy distintivo nuestro, porque lo del gualicho es algo muy argentino, y lo de ´turbio´ también. Es esa imagen de ver los gualichos en la calle, como algo oculto, ¿no?”, dice Zelmar.

A toda esa imaginería del blues embrujado hay que agregarle la influencia del rock de garage norteamericano de mediados de los´60, con su dosis de espontaneidad y contundencia única, y recién ahí estaríamos cerca de poder definir de qué se trata la música de Gualicho Turbio. Pero igual algo se sigue escapando.

Por eso, para desentrañar el misterio, fui hasta la casa de Zelmar, en San Telmo, en donde me encontré con estos tres músicos. De movida nomás sorprende el bagaje de estos muchachos. Hablan con mucho conocimiento de causa y apasionadamente de los ritmos y sonidos que forman parte de su vida. Los tres son experimentados artesanos especializados en explorar y deformar sonidos para hipnotizar al oyente. Sucede que hace muchos años que están en esta búsqueda, manteniéndose al margen de las veleidades del mainstream rockero. Por ejemplo, Zelmar es un melómano fuera de lo común (¡tiene 3000 vinilos!), y el alma mater de Noseso Records, un interesantísimo sello de rock experimental, que hace 11 años viene engrosando un generoso catálogo de discos de músicos independientes. Incluso, cada uno de los tres integrantes de Gualicho Turbio participa de variados proyectos musicales a la vez.

Pero hasta aquí, no eran más que meros datos semi biográficos. Creo que recién cuando tuve el privilegio de escuchar las premezclas del material que formará parte del primer disco de Gualicho, alcancé a descifrar algo del enigma de su música. En ese momento, junto a ellos tres y Bárbara Aguirre (anfitriona súper generosa y simpática, musa inspiradora y pareja de Zelmar, y artista por derecho propio), recién ahí pude apreciar las otras partes de la historia, que iban completando este rompecabezas. Aunque, por supuesto, con solo escuchar los temas (o ver sus videos) no alcanza; a Gualicho Turbio hay que verlo en vivo… Algo de eso me contaba Bárbara: “Es que hay una idea de libertad implícita en los shows del grupo. La gente hasta cambia su postura corporal cuando va a ver a Gualicho. Es común ver al público de la banda sonriendo, bailando. Quizás, eso tenga que ver con la relación de cercanía que hay entre la banda y la gente. De lo que estoy segura es que eso no lo suelo ver mucho en los conciertos de rock, en donde creo que hay mucha pose. Y Gualicho rompe con todo eso, porque hace lo que se le canta el culo…”
Bueno, luego de tamaña definición, que mejor entonces que dejar que sean sus propios músicos los que nos terminen de contar de que se trata Gualicho Turbio…

ENTREVISTA > ¿Cuándo empieza Gualicho Turbio?
Zelmar: Todos venimos de otras bandas, de otras músicas. Siempre laburamos en cosas más locas, proyectos más experimentales, pero teníamos pendiente con Juanjo hacer una banda cuya música tenga relación con el blues. Incluso, antes tuvimos un proyecto que se llamaba Blues del Orto, en donde grabábamos en cinta, en toma cero, una música espontánea tipo folk-blues, en la que Juanjo iba improvisando la letra en el mismo momento, y yo la música. Creo que ahí empezó la semilla de Gualicho.

¿Y cuáles fueron esas primeras bandas en las que estuvieron, antes de Gualicho?
Juanjo: La primera banda la tuve a los 18, 19. Yo vivía en Barrio Central, en la zona de Rafael Castillo. En esa época, Zelmar vivía en Barrio Atalaya, en Isidro Casanova, pero los dos vivíamos en la misma calle, a 18 cuadras de distancia. Así que nos conocimos por esa cercanía territorial, se puede decir. Él estaba en un grupo que se llamaba Cólera y yo en Míster Mojo.

¿Siempre te gustó cantar?
Juanjo: Sí, cantar y escribir, pero porque soy malísimo tocando instrumentos… (risas)

¿De chicos ya se les daba por escuchar blues?
Hernán: Cuando era chico, en mi casa se escuchaba muchos grupos conocidos como los Beatles, luego fui descubriendo otro tipo de música por mi propia cuenta. Igual, creo que el quiebre musical en mi vida ocurrió cuando los conocí a Zelmar y Juanjo, en 2005, por medio de un amigo en común. Porque, al contrario de ellos, cuando era más chico, yo no tocaba música, tan solo iba a ver bandas como los Redondos, La Renga o Divididos; recién a los 23 empecé a tocar armónica en un grupo. Ya venía tocando, en forma autodidacta, aprendiendo del material más clásico del blues y el rock. Sin embargo, recién ahora en Gualicho puedo realizar la música que siempre quise hacer…

En tu caso, Zelmar, se nota que siempre se te dio por experimentar con todo tipo de instrumento…
Zelmar: Sí, multiinstrumentista… Desde chico, estudiando percusión, primero, luego batería, guitarra clásica, guitarra eléctrica, tambores, últimamente el banjo… Bueno, es que toco profesionalmente desde muy chico, desde los 9, en varios grupitos, o acompañando a otros músicos. Además, junto vinilos desde los 5. O sea que la música siempre me interesó, siempre fui de escuchar de todo; y he tocado todo tipo de géneros musicales, también. He tocado tango, folklore tradicional y no tradicional, fusión, jazz… Todo eso fue un camino largo hasta que pude llegar a mi esencia musical y desarrollarla. Bueno, incluso hoy, todos tenemos proyectos musicales paralelos a Gualicho. Es que, como te dije antes, Gualicho Turbio es poder realizar esa cuenta pendiente que teníamos de hacer un grupo de blues. Obviamente, cuando yo era adolescente, sentía que ese revival “menemista” del blues que se conoció acá en los ´90 era medio berreta. Lo que pasa es que, al ser un escuchante de música, me fui encontrando también con otro tipo de blues, con los discos de (Sam) Lightnin´ Hopkins, Muddy Waters, o el primer material de los Stones. Ahí comencé a focalizarme en ese sonido, hasta que el clic definitivo me lo hizo conocer a T-Model Ford, y todo el revival del blues propiciado por el sello punk Fat Possum Records. Esos tipos se fueron en los ´90 a zonas carenciadas del Mississippi a buscar a un montón de viejitos que todavía estaba tocando, y encontraron un montón de deformidades en la música de estos tipos que ni se habían enterado de que los Beatles habían llegado a EEUU, ¿entendés? Y da la casualidad, que estos punks de Fat Possum ven una relación directa, en cuanto a actitud y sonido, de la música que ellos aman con la de estos viejos de Mississippi. Así que, bueno, al escuchar toda esa movida, fui buscando más ese tipo de blues, además de música africana y demás…
 


Y de escucharlo pasaste a tocarlo…
Zelmar: Sí, pero tuve que buscar la técnica para hacerlo, porque es otra técnica que no tiene que ver con el blues cuadrado de los 12 compases, que uno escucha con más asiduidad. Aparte, antes de todo eso, ya venía escuchando mucha música de los´60, y me gustaba mucho toda esa cosa proto punk de las bandas de garage de esa época, con esos cambios armónicos medios raros y esas letras que eran bastante zarpadas para ese momento.

Como el repertorio de los famosos compilados Nuggets
Zelmar: Sí, tal cual. Bueno, en un momento empezamos a combinar eso: ese blues del Mississippi junto al sonido de garage. De ahí surge la semilla de este grupo. Y lo que me parece buenísimo, más allá de lo que tocamos, es que la sonoridad que logramos en el trio hace que Gualicho sea un grupo flexible…

A mí, la primera vez que los escuché, me hizo acordar a cosas de Canned Heat…
Hernán: A mí me lo dijeron, también…
Zelmar: Lo que pasa es que Canned Heat hacía hincapié en las mismas cosas que nosotros. A ellos les gustaba el blues de John Lee Hooker, por ejemplo. Ese estilo no tiene nada que ver con el blues estarandizado que vino después, con todos esos tipos como Gary Moore que tocaban “con la cara”. Claro, vos fíjate si no las primeras grabaciones de Hooker, y vas a encontrar a un tipo que está tocando solo con una viola nomás, marcando ritmo con el pie; haciendo blues de un solo tono, con toda esa herencia muy afro que es incomparable. Es algo que no te puede enseñar nadie, el tipo lo vivía… 

Ilustración: Nicolás Foti (www.facebook.com/fotitoons)

¿Además del blues del Mississippi y el garage, que otra influencia reconocen en la música de Gualicho?
Zelmar: Mirá, uno de los músicos más locos y experimentales que hemos escuchado, y nuestro ídolo máximo, es Captain Beefheart. Porque su música, más allá de toda su locura, tiene un blues bien austero, viste. Eso nos hizo replantear un montón de cosas, como que te das cuenta que el blues no tiene que ser eso que te venden únicamente como “blues”. Porque acá tenías a este tipo haciendo esta música, que era una deformidad impresionante, pero que no podía escapar de su herencia blusera. La música del Capitán sonaba moderna hace 40 años, y va a seguir sonando actual ahora y dentro de 200 años…

Juanjo: Sí, de hecho, la primera vez que nos reunimos con Zelmar en una fiesta de un amigo mío, cuando éramos chicos, él llevó el disco Trout Mask Replica, del Capitán, y a mí, que no lo conocía, me partió la cabeza de una. Es una música increíble, sin dudas.

¿Y cómo se les ocurre hacer esta formación tan inusual de trio, con vos tocando guitarra y batería a la vez, y sin tener bajo?
Zelmar: Porque había escuchado a T-Model Ford, en donde el tipo está con la batería y la guitarra. También coincidió con el boom de los dúos, viste; con la aparición de grupos como White Stripes. Y a la vez, todo lo que escuché de la música africana, incluyendo su relación con el folk-blues, y la música de artistas como Ohtar Turner, del norte de EEUU. Conocimos a este tipo por el primer documental de blues, de la miniserie de (Martin) Scorsese, y nos re flasheó ese sonido, que también tiene algo que se parece a la murga. Es que, además, en nuestra música diaria está muy presente el carnaval y la murga. Pero bueno, es que todo viene de la misma raíz, de la misma célula musical, que está en la habanera, en el tango, en el blues, y está en el candombe…

Claro, la herencia africana…
Hernán: Es que cambia la musicalidad, nomas. El resto, la forma de vida, en todas esas músicas, es la misma.
Zelmar: Igual, esto no se nos dio porque lo fuimos buscando como si estuviéramos haciendo un curso de blues, ¿no? Soy un convencido de que uno se va encontrando con estas influencias porque las va buscando inconscientemente…
  
¿Tienen referentes en el rock argentino?
Juanjo: Creo que Manal es un referente bien claro. Qué se yo, Billy Bond y La Pesada también, por supuesto. Miguel Abuelo también, por lo menos para mí. Yo lo banco a Miguel en todas sus etapas musicales, pero su primera época es incomparable…

Te debe gustar el disco que hizo en Francia (Miguel Abuelo et Nada, 1975) entonces…
Juanjo: Sí, Et Nada es glorioso…
Zelmar: Sí, pero aparte, los primeros simples que hizo acá también son terribles. Porque tenían arreglos muy modernos, están muy bien producidos, y tenían una poesía poco común para esa época. Además, esos primeros temas de Miguel no tenían nada que ver con la música de los Beatles, ni con la de ningún otro grupo extranjero que estuviera de moda en ese momento. El mérito de su música es que sonaba bien argentina. Eso me parece increíble, y no muchos hacen hincapié en esa característica. Canciones psicodélicas como “Diana Divaga” son geniales…
Juanjo: En mi caso, sin el referente de Miguel Abuelo, yo no hubiese podido construir mi personaje en Gualicho. La soltura de este personaje que construí en este trio, en donde toco las maracas y canto, con ese traje vinílico, a la vez que empecé a pintarme las uñas y los ojos; bueno, todo eso, creo que tiene que ver con Miguel, porque él en el escenario era un prócer, un tipo histriónico que no tenía ningún problema en lookearse. A Miguel Abuelo todo le chupaba un huevo. Nos enseñó que, arriba de un escenario, uno puede ser quien quiera…


¿En que se inspiraron para crear los personajes de cada uno de ustedes en el grupo?
Zelmar: Lo de los trajes y los personajes de cada uno sale, un poco, del blues del New Orleans, y también de lo que traemos incorporado de la murga. Mi personaje es el Diablo, un personaje con muchas significaciones. por ejemplo, Captain Beefheart dijo una vez en un manifiesto que mientras que la guitarra acústica invocaba a hadas, por el contrario, el que tocaba la guitarra eléctrica tenía que tener en cuenta que, por el hecho de pasar el sonido del instrumento por un amplificador eléctrico, con esa música convocaba al diablo, a belcebú. Esa idea me gustó. Además me interesa porque el Cristianismo instaló, erróneamente, que el diablo significa “el mal”, cuando en realidad era la liberación de lo animal. Antiguamente, en todas las tribus el chamán salía, en algún momento, con los cuernos; eso quería decir que él traía una divinidad, el instinto primate. Era esa cosa primate del ser hecha espíritu, carne, físico. Obviamente, también tiene connotaciones sexuales, y todo ese rollo que la gente le pone encima de personaje “maldito”. Bueno, todo eso hizo que me pusiera el traje del Diablo.
Hernán: Porque, fíjate, que la figura del diablo también está muy metida en la estética del carnaval, sino aparece no hay miedo, digamos…
Juanjo: Claro. Incluso, en las letras de Gualicho se nombra mucho al diablo, por ejemplo en “Escapando del Diablo”. ¿Y qué es el diablo? El diablo es tu propia naturaleza, nada que ver con ese prejuicio totalmente absurdo instalado luego por la Iglesia.
Zelmar: Además, el diablo tiene una presencia muy correlativa en el blues, con toda esa cosa de fábula, como el caso de Robert Johnson, que supuestamente le vendió el alma, etc. El blues tiene mil historias como esa.

¿Y los personajes de ustedes dos?
Hernán: En mi caso, mi personaje es un chamán urbano. Es un personaje con el que me siento identificado. Me lo imagino como un blusero viejo, de la década del ´30 o del ’40, que anda por todos lados, rompiendo las bolas, y que aún no grabó ningún tema. Por eso lo del saco que uso. Es un saco que encontré tirado en la calle, luego de venir de un corso, y lo uso con un pantalón donado… Ese es un vestuario que tengo hace como 20 años.
Juanjo: Yo soy el Poseso, soy la unión entre el Chamán y el Diablo. Es que los shows yo vivo intensamente cada uno de los versos de las canciones que interpreto, mientras me muevo y sacudo las maracas. Creo que eso también se lo debo a Zelmar, ¿no? Porque él me enchufó la influencia de Sandro y todo eso…
Zelmar: Lo que pasa es que Juanjo antes no se movía en el escenario. Le costaba liberar el cuerpo. Y medio que con Gualicho, de a poco, fue entrando en el personaje y se empezó a mover. Y ahora en vivo es genial lo que hace, todo el mundo se queda impactado. Porque, a la par de como trabajó su personaje, también fue desarrollando su vestuario y su presencia en el vivo. Supongo que también engualichó su cadera… (risas)

Y es que cada uno de los personajes tiene su propio espacio y desarrollo en los shows del grupo…
Juanjo: Es que los shows de Gualicho son como una obra, es como ir a ver un musical. Hay una puesta en escena muy interesante y divertida.
Zelmar: Siempre salimos de la calle, en procesión, como desfilando, mientras el ambiente se cubre con unos inciensos que preparamos especialmente para la ocasión. Al mismo tiempo vamos bailando, mientras entramos a escena, haciendo que el público vaya entrando en otra orbita, viste. Porque no nos interesa hacer un típico recital de rock que sea bardero tipo “cancha” ni tampoco uno muy formal, en donde a la gente recién al tercer o cuarto tema le caiga la ficha acerca de que se trata lo que está viendo.
Hernán: Yo soy un convencido de que algo pasa en los conciertos de Gualicho, creo que invocamos a los espíritus de esa gente que ya no está y que hizo esa música que está metida en la raíz de la que hacemos nosotros.
Juanjo: Sí, por otro lado, la repercusión que nos hace llegar la gente que nos ve tocar es buenísima. Por ejemplo, en Facebook nos suelen escribir tipos que nos dicen que les encantó la experiencia, ver nuestra ceremonia del vivo. Incluso, gente grande que nos tira la mejor onda, diciéndonos que les pareció “alucinante” lo que hacemos, o que hacía mucho que no veían un show así…
Zelmar: Es que son conciertos divertidos, en donde el público puede bailar también, si quiere. Creo que la gente, más allá del carácter particular de la música de Gualicho, también disfruta esa pata que tiene el grupo en los sonidos más conocidos, del rock y blues, lo que hace que tenga otro tipo de aceptación.

¿Cómo fueron delineando el repertorio del grupo?
Zelmar: Generalmente, la composición de los temas es bastante vaga, por el tipo de música que hacemos. A Juanjo las letras se le ocurren en el momento, y ahí mismo vamos trabajando la música, las melodías; y las bases con Hernán. Componemos mucho en los ensayos, o vamos probando a partir de alguna idea previa que alguno de los tres trae al ensayo. Pero es muy raro que alguien llegue al ensayo con una idea acabada de un tema. Viene uno con una idea pequeñita, y luego la vamos puliendo. Por ejemplo, “Dilema” es una canción que hice en el colectivo…
Hernán: Y eso se da porque ya venimos desde ese primer momento jugando, me parece. En la zapada vas haciendo la música, luego se va reduciendo, y pautamos lo que va ir quedando en la composición final.


¿Y cómo va a ser el primer álbum de Gualicho?
Zelmar: Va a ser un disco de 45 minutos, seguramente. La tapa seguro va a ser de (Nico) Foti, que es un genio. Yo le estoy dando los últimos toques a la grabación, en el tiempo que tengo, porque la idea es presentarlo en mayo o junio. Nos gustaría también que alguien nos edite afuera para tener posibilidades de ir a presentar el disco, tanto acá como en el exterior. El material del disco va incluir todo el repertorio que tocamos en este momento en vivo. Incluye los tres temas que aparecieron en el programa de Capusotto, más otros que registramos en estudio. Uno de los temas, es de las primeras sesiones que hicimos, hace como 6 años, lo grabamos con mi grabador Akai, bastante tiempo antes de darle forma al grupo. Y aunque no lo creas, esa grabación pedorra con cinta, suena mejor que los temas con toda la parafernalia encima. También va haber una rareza: un tema en donde le pusimos música a una letra viejísima de tango del año ´24, que se llama “No te quiero más”, en donde la letra era súper blusera y lunfarda, y que terminó encajando muy bien con la música del grupo.

¿Cómo ven la movida del rock independiente argentino?
Zelmar: Lamentablemente, la mayoría de la gente hace vista y oídos sordos a eso. Sin embargo, hay muchísimas propuestas musicales interesantes en nuestro país, aunque no sean visibles al público masivo. Es como me dijo, el otro día, Carlos Alonso: “El rock ya no sucede en los lugares de rock”. Hay mucha movida, tanto acá como en el Interior del país, lo que pasa es que no hay mainstream. Entonces las redes sociales pasan a ser –como decía el Che- nuestra propia Guerra de Guerrillas, es como el agua, que se va metiendo por donde la dejan entrar. Si realmente querés escuchar algo nuevo, si querés ver lo que está pasando, tenés que meter la cabeza, ir a ver a los grupos en vivo, tenés que moverte. Incluso, lo podés hacer desde tu propia casa, entrando al YouTube, o en las páginas de los sellos, sub sellos, o los propios Facebook de la gente.
Juanjo: Hay mucha gente que capaz que solo va a ver shows de grupos internacionales de moda, pagando un montón de guita, y que ni se entera que se está perdiendo toda esta movida under que es alucinante.
Una movida que no solo incluye grupos de rock, sino también escritores independientes, gente que hace comics, y un montón de cosas más que están pasando justo ahora, en un montón de lugares como el Zaguán Sur, u otros incluso clandestinos… Creo que el que no sale a buscar eso se está perdiendo expresiones artísticas re valiosas equiparables a lo que en los ´80 eran el Parakultural o el Café Einstein.  
Hernán: Yo creo que hay que permitirse abrirse a escuchar cosas nuevas. Lo que pasa es que mucha gente no sale de los grupos tradicionales, y no le da oportunidades de escucha a otros discos, no se abren a escuchar otro tipo de música.
Zelmar: Sí, además cuesta que la gente busque nuevos grupos para escuchar. Creo que eso también tiene que ver con una cuestión de educación. Porque, ni la familia, ni la escuela, ni nada incentiva en muchas personas ese espíritu curioso que lleva a conocer otras propuestas culturales. Ya no se ve tanto ese espíritu rebelde e innovador que había en los ´60 y ´70. Bueno, incluso, ahora mismo hay un montón de grupos internacionales buenísimos, pero hay que estar ahí buscándolos para descubrirlos, y no muchos oyentes tienen paciencia o ganas para hacerlo. Se perdió bastante la práctica de escuchar discos enteros. Porque en todas esas prácticas ahora está muy metida esa cosa del zapping, en donde la gente termina perdiendo el poder de abstracción, y eso es muy terrible. Es terrible para aquellos artistas que se rompen el orto para crear un viaje sonoro o un concepto en su disco, para que luego éste termine carnicereado por los medios, o diseccionado en canciones en los celulares en donde la gente escucha distraídamente y con mala calidad de sonido la música. Uno tiene que estar lidiando con eso todo el tiempo. Sin embargo, como músico independiente, soy un convencido que, a pesar de todo, hay que seguir laburando, creando nuevas músicas, porque no hay que darle bola a todo eso que es la gilada, porque si no uno no hace nada. Lamentablemente, la gilada consume bosta y quiere más bosta. Por eso, a la gente no le tenés que dar lo mismo que le sigue gustando, porque eso es mentalidad de chancho, viste. Creo que escuchar nueva música y comprar un disco, hoy por hoy, es apoyar al artista y tener una consciencia musical y política sobre lo que se está haciendo. Hay que apoyar el disco y también apoyar al artista en vivo. Porque el deber del artista es venir a decir cosas, y a despertar a la gente de ese nivel de gilada que está impuesto, ese Inconsciente Colectivo del que hablaba Jung. Los artistas tienen que sacar a la gente de las vibraciones de esa falopa cotidiana impuesta, y aunque moleste, tenés que meter el dedo en el orto, porque vos sos artista, y ese es el point…

Ilustración: Nicolás Foti
¿Y cómo fue que llegaron al programa de Capusotto?
Zelmar: Porque nosotros, una vez por año, tocamos en la Peluquería Jopo, que queda en San Telmo, en Giuffra y Defensa. Los dos dueños son tipos muy copados que siempre nos invitan a tocar. Ese es un lugar buenísimo, y muy especial para nosotros, porque es un placer tocar ahí. Además, te ven muchas personas que pasan por el lugar, incluyendo muchos turistas, que por ahí, de otra forma, no te verían. Bueno, gracias al primer show que hicimos en Jopo nos vio el Griego (Iconomidis) y nos invitó a hacer los videos.


¿El tipo pasaba por ahí y los vio de casualidad?
Zelmar: No, en realidad el contacto viene por Acido Canario, mi otro grupo. El Griego me contactó por Facebook porque se había comprado Acido Canario 3 y le había gustado mucho, y me tiró la idea de hacer algo para el programa. Bueno, como con Acido Canario recién tocábamos dos meses después, lo invité a este show de Gualicho que era justo el sábado siguiente. Así que fue a vernos con Marcelo Capasso, que es el músico amigo suyo con el que producen los videos, y se coparon mucho con la música de Gualicho. Bueno, finalmente, se interiorizó de todo lo que estábamos haciendo en el sello (Noseso Records); y al final, ese año no solo hizo dos videos de Gualicho para el programa, sino que también uno de Acido Canario, uno de mi material solista, uno de Maricel Ysasa, uno de Ahí Vienen (el dúo que tengo junto a Eduardo Herrera) y otro de Riki Riki Tave y la Banda Misteriosa, el otro proyecto en donde está Juanjo. El Griego es un capo, una persona muy generosa, ya somos amigos a esta altura. La verdad, el chabón le dio un apoyo enorme al sello, y nos lo sigue dando. 

¿Y cómo se le ocurrió filmar los clips en un Jardín de Infantes?
Zelmar: Eso fue una idea del Griego. Él es el dueño de ese Jardín de Infantes (la Escuela Infantil Garabatos), que queda en Villa Pueyrredón. Ahí lo filmamos, incluso hicimos un show privado para los chicos… (risas) Nosotros ya habíamos tocado en un Jardín de La Matanza, donde va el hijo de Juanjo, y ese show fue buenísimo por la interacción del grupo con los chicos. Una maestra lo había filmado con el celular y yo lo subí, pero era un video de un minuto y medio de muy mala calidad. Cuando el Griego vio ese video pedorro, le gustó mucho la idea, y se le ocurrió hacerlo con mejor calidad y en su Jardín de Infantes. Casualmente, ese año, terminaría siendo el video más visto en YouTube, de todos los que se filmaron para el programa.


Para terminar, una pregunta vicio que le hacemos a todos nuestros entrevistados: ¿Qué canción de otro músico les hubiese gustado componer a ustedes?
Hernán: Hay una lista larga, ¿eh? Bueno, sí, elijo “La Sed Verdadera”, que Luis (Alberto Spinetta) hizo en Artaud. Ese es el primero que me viene a la mente, quizás también te podría nombrar “Starosta el Idiota”, de ese mismo disco, o varios más, como “Sister Morphine”, de los Stones, “Malísimo”, de (Ruben) Rada; etc., etc.
Juanjo: Sin dudas, “El Muelle”, un temazo que está en el disco Miguel Abuelo et Nada. Por ese recurso vocal inimitable de Miguel de cantar las estrofas entrecortadas, como cuando hacía “ah-ah-ah, eh-eh-eh”. Sin dudas, una canción muy bella, triste y melancólica. Genial.
Zelmar: Yo elijo “El Boliche”, de Eduardo Mateo. Otro tema que me rompe el bocho es “Dominoes”, de Syd Barrett. Qué sé yo, hay un montón, como “El Ojo”, de Jorge Lazaroff, o la poseía de “Destino del Canto”, de Atahualpa Yupanqui. Todos esos artistas y canciones me definen mucho a mí…

Emiliano Acevedo



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