viernes, 23 de enero de 2015

LA DESTREZA DE MIGRAR, entrevista a Facu Disturbio



 Hace más de 10 años que Facundo Cariaga (35) pisa con fuerza la escena callejera de Las Grutas (Río Negro), con un humor desopilante como aliado, deleitando y provocando la concentración de un amplio público que espera con ansias El chow de Disturbio. Un espectáculo donde el clown hace foco en la participación de los espectadores.

Facundo nació en Capital Federal y a los tres años su familia se mudó a San Carlos de Bariloche, ciudad que considera su lugar porque allí vivió durante los años en los que se formó como persona en su paso de la niñez a la adolescencia. Actualmente reside en Cipolletti, aunque su alma inquieta lo ha conducido a lo largo de todos estos años a diferentes ciudades de nuestro país, e incluso, a otros de Latinoamérica, llegando a vivir un tiempo en España, donde nació su hija. Como él mismo lo define en su perfil de Facebook (https://www.facebook.com/facu.disturbio), su trabajo consiste en ser “Colaborador humorístico de plaza en cualquier plaza de por ahí”, y estudió “En la calle”. Un curriculum vitae desechable, por cierto, para cualquier CEO de empresa multinacional.

La guitarra, compañera inseparable desde los 12, es el “vicio” al que le dedica varias horas de sus días y, como noctámbulo, de sus noches. Además de ser el nexo principal entre su sensibilidad y la experimentación. Aunque ha sabido hacer lugar, también, para varios instrumentos más que maneja como autodidacta.

Un buscador incesante al que no le quita el sueño soltar amarras e irse tras los proyectos que van surgiendo sin planificación alguna. Porque este hombre sencillo, tal vez ha entendido muy bien las palabras de John Lennon: “La vida es eso que te pasa cuando estás ocupado haciendo otros planes”. Definitivamente, Facundo morirá, viviendo.

Así, aunque él no lo aclare, ni declare (porque ni falta hace), conocerlo, nos pone cara a cara con un soberano absoluto de su propia vida que, en la medida en que pueda, siempre preferirá quedarse del otro lado del sistema, en ese suelo que le permita la fusión de ritmos, de equilibrio y canciones, de miradas del mundo, de latitudes, de la adultez y la infancia.

Casi dos horas de charla, que dieron gusto, y en las que comprobamos su popularidad entre varios niños que se acercaron a saludarlo disputándose el título de ser su fan número uno, nos dejaron entrever quién es este artista que hoy les presentamos.

ENTREVISTA > ¿Cómo fue tu adolescencia, en cuanto a influencias artísticas?
En Bariloche había mucha movida cultural, no callejera, pero muchos músicos, mucha diversidad. Algo que ahora se perdió. Fue un momento de muchas influencias. Mi viejo escuchaba buena música. Por ejemplo, el primer disco de Jaco Pastorius o de los Beatles, que me encantan, los escuché porque él los tenía. Mis padres son artistas plásticos y si bien nunca me dijeron “hacé esto o aquello”, en casa lo artístico siempre estuvo presente. Hasta el día de hoy mi viejo trabaja en cultura.

¿Cuánto hace que te dedicás a esto?
Empecé a los 16 en Mar de Ajó haciendo temporada. Tengo 35 así que hace casi 20 años que hago esto. En realidad, nunca me gustó actuar. Fue una casualidad. Había un amigo de mi viejo que hacía obras de clown, y un día me pidió si le podía ir a cobrar las entradas al teatro, y después me pidió si le hacía las luces, y un día me dijo: “¿No te animás a hacer un numerito?”. Y con lo que más me enganché fue con los malabares. Al punto que vivo de eso (risas) Igualmente antes que eso mi pasión siempre fue la música.

Claro porque también te dedicás a la música, ¿no?
Sí, tengo una banda. Toco todo el año, por lo general. Aunque ahora no lo estoy haciendo tanto, también vivo de la música. Tenía una banda de salsa, otra de rock, otra de funk y tengo una banda de temas propios que armo y desarmo. Siempre estoy investigando.

Y ¿cómo empezaste en la calle?
Alrededor de los 16 ya hacía temporada. En ese momento no había muchos espectáculos callejeros como ahora. Yo veía a un tipo que se ponía en medio de la calle, juntaba gente y hacía un teatro espontáneo, y eso me impactó mucho, y me dije: “yo quiero hacer esto”. La primer formación de calle fue una banda compuesta por batería, guitarra y bajo. Hacíamos música y malabares. Éramos los Margarita Disturbio. Al principio no nos escuchaba nadie. Era bastante desastroso. Estábamos aprendiendo. Y desde 2001 estoy en Las Grutas. Se disolvió la banda y seguí solo. Haciendo ambas cosas, porque el espectáculo de malabares que hago tiene una base musical grabada. Lo que pasa es que yo estoy de los dos lados. De hecho durante muchos años, este año todavía no lo definí, salía de hacer los dos shows callejeros, y me iba a tocar covers de rock nacional en un bar de dos a seis de la mañana más o menos. Era duro.

Sos bastante ecléctico…
Lo que pasa es que tengo un vicio por los instrumentos. Ahora estoy aprendiendo a tocar el stick. Tengo varias guitarras, una trompeta, un trombón, una batería, un tres cubano y un Theremin (o aertéfono). Me gusta aprender a tocarlos aunque sea mínimamente porque si bien soy rockero, me gusta la fusión con otros estilos, como la salsa o el funk. En realidad el rock tiene su raíz en la cultura negra… Tengo que ir a Cuba (risas)

¿Cómo son tus temas?
Y bueno, partiendo del rock, tengo canciones con aires de guajira, candombe, funk.

¿Tenés un grupo preferido?
Nunca tuve héroes. Pero me gusta Santana, los Beatles; sus armonías son la base de todo lo que escuchamos hoy; Yusa, Habana Abierta, un grupo cubano que ya se disolvió y que mezclaba rock con música cubana, Rubén Blades, por decirte algo más fuera de lo común para un rockero, porque obvio también me gusta Spinetta, Charly, Fito Páez, Divididos. Tengo bien claro que salí del rock, pero por ejemplo, en la banda de salsa tocaba el tres cubano, una vez tocamos con Eliadez Ochoa, una leyenda de la música cubana que cayó en Cipolleti, de la nada, a tocar y que creo que no voy a volver a ver nunca más. Algo increíble (risas) Un copado que me dijo tenés que hacer esto y aquello. Una experiencia re linda.

Y ¿cómo nace el personaje Disturbio?
Una noche todos los artistas callejeros que estábamos actuando en Las Grutas, fuimos juntos al bar “El Gitano”, y subí al escenario a cantar un tema, y los artistas, abajo, empezaron a joder haciendo “pogo”, vino un patovica y me sacó del escenario diciendo: “acá no entrás más”. Ahí todos me empezaron a llamar Disturbio, sin Margarita (risas)

¿Cómo fuiste puliendo el show con el tema de los malabares?
Lleva mucho tiempo. Pero más que todo creo que el punto es qué hacés con los malabares. Porque si vos practicás 25 horas los sacás. De hecho, me llevó un par de años poder andar en monociclo en la cuerda. Me costó horas y golpes. Y siempre hay un margen de error.

¿Cómo es tu año?
Estoy toda la temporada de verano en Las Grutas, y durante el resto del año, salvo que salgan viajes, trabajo todos los fines de semana en la Av. Argentina en Neuquén, porque de Cipolletti, donde vivo, ir a Neuquén es como cruzar de un barrio a otro en Buenos Aires. Los miércoles y jueves toco en dos bares distintos, con los Innombrables, una banda de covers de clásicos del rock nacional, y los sábados, también, tal vez toco en eventos en los que me contratan, o en pueblitos varios de Cipolletti y Neuquén o en otras provincias cercanas. El año pasado fui, contratado por la Provincia, a tocar a Esquel y, también, viajé a Ecuador, Colombia y Venezuela. He viajado mucho a España. En un momento lo que hacía es terminar la temporada acá y en junio me iba a hacer temporada en el sur de España hasta que en 2007 me quedé todo un año allá porque conocía a una chica, me enamoré y tuve una hija, que es española. Nunca me casé, ni lo voy a hacer (risas) Y ahora por suerte, ella está en Bariloche porque antes era un bondi traerla todos los años. Viajo mucho.

Y ¿cómo era la vida en España?
Uh, hice cosas re locas para sobrevivir (risas) Yo estaba en un pueblito llamado Cádiz, y terminó la temporada y yo seguí gastando plata hasta que me quedé sin nada. En un momento me contrató una compañía que hace paseos históricos y actué de extra como esclavo. Después actué de extra en una película en la que me fusilaban. El director vio que si ponían dos sobrecitos de pólvora el disparo sonaba más real, entonces, si bien apuntaban para arriba, como la pólvora no se quemaba totalmente algo te impactaba. Hicieron como 25 tomas de esas, así que en las últimas, estábamos todos diciendo: “no por favor, otra vez no” (risas) Nunca vi la película pero debe haber salido muy real la parte del fusilamiento.


¿Qué genios del humor te gustan?
Chaplin y Groucho Marx, de los históricos. Chaplin tiene algo de contestatario, algo social que no lo hizo nadie. Buster Keaton tiene cosas parecidas pero nunca llega al punto de Chaplin. Y, de acá, Les Luthiers.

Y ¿ves algo de ellos en tu personaje?
No, no sé. Ojalá fuera Chaplin (risas) Tal vez tengo algo de la acidez de Groucho pero mi humor es bastante familiar. Siempre me planteo hacer algo para todo público, en realidad. Porque te ven los chicos pero la plata te la dan los adultos. De hecho, tengo uno o dos números que son para niños después trabajo mucho con los grandes. Incluso los chistes son a los grandes para que se rían los chicos.

¿Trabajaste de otra cosa?
No, la verdad que siempre laburé de esto. El día que no lo pueda hacer no sé qué voy a hacer. Yo vivo de esto.

¿Por qué la calle?
Porque es un lugar de mucha libertad donde no tenés que explicarle nada a nadie. Aunque, lamentablemente, cada vez es menos así, porque se está sectorizando. Ahora tenés que pagar cánones, tenés horarios, tenés que hacer trámites. Están incluyendo en un sistema algo que no estaba adentro de él. Pasan los años y voy viendo que cada vez nos acorralan más, y lamentablemente, vamos a terminar tocando en un lugar que no elegimos. La cosa parece ser poder encontrarte, que seas ubicable. El mundo viene bastante catastrófico.

El tema del canon ¿cuándo empezó?
En 2003 ó 2004. Antes no había problema con los espacios. Lo que pasa, también, es que cada vez hay más artistas callejeros.

¿Nunca fuiste a Buenos Aires?
Sí, estuve viviendo un año porque me fui a estudiar música al Conservatorio Superior de Música Juan Manuel de Falla. Y, aparte, hacía funciones en el Rosedal con un grupo de chicos. Pero no me gustan las cosas académicas, así que dije: “no quiero estar más acá”. Ahí aprendí que no quería estudiar música clásica. Lo he hecho y, en realidad, me sirvió porque la técnica queda en algún lado de la cabeza y a cualquier guitarrista le sirve saber cómo van los dedos. Aunque no lo uses, por lo menos sabés qué es lo que está mal  (risas)

¿Cómo componés?
No tengo un único método. A veces pienso una frase primero, y voy buscando la música con la guitarra. A veces sale rítmicamente, empiezo con un sonido, un acorde y lo voy completando. Ahora trabajo mucho con la computadora, también. Escribo, y escucho, la música directo de ahí. Generalmente, los primeros acordes de un tema me salen tocando la guitarra. Habitualmente toco desde la una a hasta las cinco o seis de la mañana. Me gusta la noche, siento que soy más creativo. Incluso, el espectáculo de malabares, lo hago  de noche.   

Y con la música ¿de acá en más?
A mí me gusta tocar. Dónde me llaman voy. Y aunque a veces haga cosas que no me gustan tanto siempre pienso que son recursos que me pueden servir para mis propios temas. En 2013 tenía una banda armada que se llamaba Krockante, con teclado, bajo, batería, guitarra, percusión y trompeta. Me gustaría volver a formar ese conjunto de recursos rítmicos. Lo que pasa es que el hecho de que yo haga temporada, lo cual implica dejar colgada a una banda casi cuatro meses, hace imposible sostener y tener una continuidad con la misma formación.

Si tuvieras que decidir ¿dejarías a Disturbio por la música?
Sí. No hay nada que me apasione más que la música.

¿Planes en lo inmediato?
Seguir siendo Disturbio, el personaje de la calle que hace reír a la gente y Facundo, el músico. Aprender a tocar más instrumentos y volver a conformar una banda para poder grabar algo nuevo. Ahora estoy escuchando algo de música latinoamericana, especialmente de Perú. En fin, voy a seguir en esta búsqueda, viendo que puedo hacer con todas las cosas que voy aprendiendo, viendo cómo se pueden juntar y qué produce mi cabeza… capaz que muera en eso.

Emiliano Acevedo y Silvia Tapia



4 comentarios:

  1. Un genio con una humildad y sencillez admirables, desde que lo conocimos con mi familia lo seguimos...le deseamos lo mejor!!

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  2. angela paola chacon21 de febrero de 2015, 23:32

    Grande flaco. Un gusto...gracias por estar y hacer lo q te gusta.

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